viernes, 21 de junio de 2019

SIERRA DE LAS NIEVES



“… Los ratos que del día me quedaban los entretenía en leer…o en tocar una arpa, porque la experiencia me mostraba que la música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del espíritu”.

Así describía las bonanzas de la música la pastora Marcela, mientras narraba la historia de sus amores; contados por Cervantes en el capítulo XXVIII de la Primera Parte del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. 

Vaguada con quejigos. La fotografía está sacada en un trayecto del camino cercano al Pozo de Nieve, camino del Pico Torrecilla.

En esta jornada que damos la bienvenida al verano con la celebración del día de la música, recuerdo mis andanzas por la malagueña Sierra de las Nieves. Por aquellos montes de esfuerzo y vigor se llenaba mi corazón y mi cerebro de la música de Juan Sebastián Bach, concentrada toda ella en la Cantata cuarenta y tres dedicada al día de la Ascensión.

Entre los pinsapos de la Cañada del Cuerno y los quejigos de las alturas cercanas al Pico Torrecilla, mi corazón tararea el adagio silente inicial de la Cantata, la fuga que es seda serena, arias y coros que la naturaleza entera entonan entre mi alma y el infinito. Un melisma entre cuerdas y oboes acompaña mis pisadas lentamente hacia la cumbre. Con el coro final llego a la cima. Música de dulce sosiego que reconstruye la vida del desgaste diario, que empuja hacia un futuro de luz y comunidad, que abraza a la humanidad entera en un mismo deseo de fraternidad. 

La fotografía está tomada al terminar el bosque de pinsapos en la bajada del Pico Torrecilla, terminada ya la Cañada de Las Ánimas.

Javier Agra.

miércoles, 5 de junio de 2019

PICO TORRECILLA (II)


Habíamos llegado al Collado de los Pilones entre la multitud de erinaceas características de esta zona alta y cortada por los vientos frecuentes, estas plantas son las literarias aliagas, también se conocen como asiento de monja. Una mirada hacia atrás nos muestra la belleza del terreno por el que subimos.

Estamos saliendo al Collado de los Pilones atrás queda la Cañada del Cuerno por la que hemos subido.

Delante de nosotros está el Pico Torrecilla. El sendero es suave, corretea ligero entre batientes subidas y descensos en una amplitud de vista que siempre se topa con algún pico más cercano o más lejano. La vista de las personas está acaso demasiado encerrada en límites que no siempre reconocemos, necesitamos el corazón para saltar más allá del horizonte, más allá de los rocosos lapiaces, más allá de los límites de nuestra propia existencia.

Metidos en conversaciones y pensamientos, llegamos a un pozo de la nieve que ha sido restaurado para que los montañeros nos hagamos una idea del duro acontecer diario de nuestros antepasados. Desde este lugar, nos desviaremos a nuestro regreso para hacer un camino circular.

Pozo de la nieve. Detrás contemplamos un otero con abundancia de quejigos. 

Camino adelante se nos incorpora por la izquierda un sendero que viene desde el Puerto del Saucillo, al que saludamos con afecto y continuamos nuestra marcha entre rocas y misterios que el tiempo ha conservado en la belleza de esta montañosa serranía. Pasamos cerca de una profundísima sima, conocida como GESM, de la que hasta ahora se han explorado casi mil cien metros de profundidad.

Pero los montañeros continuamos, siempre por la superficie mirando hacia lo alto. Así nos acercamos al Pilar de Tolox al que bordeamos por su derecha hasta llegar a sus concavidades preciosistas como si fueran bocas musicales de esta formación caliza, como si fueran cacerolas donde se han cocido siglos de silencio y lentitud.

El Pilar de Tolox. Una imagen de la Virgen del Pilar en una de sus cavidades, una fuente a los pies…

Esta zona tiene agua en diversos lugares. Un poco más adelante encontramos una fuente donde reposar y beber la frescura del paisaje antes de continuar hasta la cercana falda de trepidante subida hasta el Pico Torrecilla; la subida se hace pronunciada y lenta, sendero sinuoso y de fácil pérdida con lo que aumenta la dificultad. Es interesante seguir el sendero de “las estacas” siempre que se pueda; pero si te despistas, caminante montañero, asciende buscando la cumbre siempre hacia la izquierda.

Hemos llegado al Pico Torrecilla. Con sus 1919 metros es la cumbre más elevada del Parque Natural de la Sierra de las Nieves y la cima más prominente de Málaga. Esta nota, como la mayoría de los apuntes “con certeza montañera”, son aportaciones de Jose, experto en montañas.

La vuelta la hicimos por el mismo camino hasta el pozo de la nieve, desde donde nos desviamos a la recóndita y escondida Cañada de las Ánimas. Por detrás del pozo de nieve enseguida llegamos a un pequeño collado del que sale un sendero hacia la izquierda, lo seguimos hasta que inicia su descenso hacia la derecha y nos mete en la Cañada de las Ánimas. Conviene ir prevenidos para no salir por otro sendero que parte hacia la izquierda, casi en el mismo lugar, y baja por la Cañada del Enmedio.

La Cañada del Enmedio está sujeta por estos gaviones, que nos cuenta Ángel que son construcciones de piedra compactada que permiten el paso del agua y sujeta la montaña. Hemos encontrado unos cuantos por los lugares altos de esta montaña.

El descenso es sereno, los montañeros pueden gozar del silbido tenue del aire en su juego con los pinsapos, con el piar de los escurridizos colirrojos tizones y los estilizados pardillos. El sendero está muy bien marcado, de modo que los montañeros solamente hemos de caminar sin más preocupación que gozar del aire, de los sonidos, de la frondosa vegetación, de los juegos del sol entre las ramas… así llegamos a la ladera de la montaña.  Llegamos al Mirador de Los Coloraillos desde donde admiramos un amplio paisaje. Continuamos y al cruzar por el bajo de la Cañada del Enmedio nos detenemos a contemplar unos grandiosos gaviones que sujetan la montaña en su descenso rabioso de los corrimientos de tierra.

Los pinsapos han quedado atrás. Nos asomamos al Mirador de Los Coloraillos. El final de nuestra marcha está próximo. Ha sido una marcha que agranda el alma.

Javier Agra.

sábado, 1 de junio de 2019

PICO TORRECILLA (I)


En la Cañada del Cuerno convivimos con un antiquísimo y amplio monte de pinsapos. Aquí me planto para contemplar su ancianidad y compartir un punto de su sosiego.

Málaga ofrece mucha variedad a sus visitantes. La multiplicidad y asombro de sus montañas está entre lo más vistoso que un humano imaginarse pueda. La Sierra de Las Nieves que en muy breve tiempo será Parque Nacional, es de una belleza que embelesa; su punto más alto es el Pico Torrecilla. ¡Allá vamos!

Las estrellas se han dormido bajo el manto suave del amanecer en esta primavera de aire libre y mariposas de colores. El mismo acercamiento en coche hasta el Área Recreativa Los Quejigales es un contagio de naturaleza y armonía. A nuestra espalda queda el edificio de diferentes funciones…las botas puestas, los guantes y el abrigo a esta primera hora de la mañana en la seguridad de que dentro de poco tiempo tendremos que quedarnos en mangas de camisa.

Este puente de madera es el inicio a la entrada de la Cañada del Cuerno.

Canturreamos los primeros pasos, igual que canturrean las aves en su despertar primero, hasta llegar al puente de madera situado a nuestra derecha que es el inicio de la entrada a la Cañada del Cuerno. La pradera comienza a mezclase con raíces y piedras de un sendero que asciende para adentrarnos entre los pinsapos de los que hoy gozaremos en muchedumbre ingente.

Foto de pinsapos y humanos.

Asombradas y retorcidas formas de estos pinsapos, árboles supervivientes de la dureza del Terciario, acaso descendientes de aquellos viejísimos espectadores de las glaciaciones cuando los valles se formaban en forma de largas V y pronunciadas U. Nos cuentan los más ancianos entre los pinsapos que con el aumento de las temperaturas, hace miles de años, se refugiaron en estas sierras por donde hoy compartimos pisadas y sueños.

A los montañeros nos parece que estos pinsapos de la Sierra de las Nieves tienen el futuro asegurado durante alguna generación, pues afloran pequeños retoños por doquier. Pero los montañeros estamos un poco “escamados” de los humanos y sus desmanes ecológicos, de modo que continuamos silenciosos y meneando la cabeza diciendo para nuestros adentros “no sé, no sé”.

Desde el Collado de los Pilones con el Pico Torrecilla al fondo, asoma un paisaje de oleaje y ensueño con estos árboles que aquí veis; son quejigos también en peligro de extinción y en pleno afán de repoblación por parte de la Junta de Andalucía. A la derecha del Pico Torrecilla asoma el Cerro Alcazaba.

El sol y el aire revolotean a estas alturas de nuestra marcha. Los pinsapos dejan su espacio a cantuesos y otras plantas de rudo y pequeño tronco cuando nos acercamos al Collado  de los Pilones. Pisamos durante unos metros la pista que viene desde allá abajo haciendo revueltas para alcanzar estos mil setecientos cincuenta metros a los que nos encontramos, caminamos hacia la antena que corona el Puerto de los Pilones; antes de llegar a su cima, sale a la derecha la senda que nos llevará hacia el Pico Torrecilla.

El asombro de los montañeros se queda a vivir en nuestro rostro durante un buen rato. Cambia absolutamente el paisaje, tanto como si hubiéramos pasado de una montaña a otra, de un continente a otro, de un mundo a otro mundo.

Quejigal de altura, entre batientes vientos y vuelos de águilas.

Publico esta parte ya escrita y prepararé otra entrada para terminar la jornada. No puedo pedir a los lectores que amablemente seguís estos textos que leáis tantas palabras sin antes pasear, hacer la digestión, soñar otras aventuras…

Javier Agra.