jueves, 17 de marzo de 2016

LAS MACHOTAS



Un hermoso paseo para una jornada liviana.

Esta mañana se levantó Madrid con ventolera y decidimos que era mejor hacer nuestro paseo montañero por una altura moderada. El Escorial tiene su magia y sus montañas para recorrer. Apenas cuatro metros más de los mil cuatrocientos tiene la Machota Baja, de modo que nos dirigimos hacia su cumbre.

Sobre mi aterida cabeza asoma el sol esta mañana de invierno en el hermoso monte de rebollas.

La Silla de Felipe II es un lugar con muy poco aparcamiento, hasta allí llegamos. También es muy apetecible la posibilidad de comenzar a caminar más abajo desde la ermita de la Virgen de Gracia subiendo el monte de la Herrería entre los rebollos y los tilos. Empleamos un tiempo para recorrer el misterioso entorno. ¿Desde aquí gozaba el rey de las vistas y la construcción de El Escorial? ¿Viene el triple sillar desde los vetones prerromanos? ¿Es una curiosa creación romántica? 

Custodio de la silla de Felipe II, este arce de Montpelier está catalogado como árbol singular por la Comunidad de Madrid.

Rebollar adelante, seguimos el sendero junto a la vieja tapia de piedra. Desde el mismo inicio de la marcha nuestro corazón se adentra en siglos pasados, podemos imaginar que somos antiguos nómadas buscadores de tierras más habitables, de poblados para comerciar; desde el inicio mismo se detiene el tiempo entre el cielo y los robles rebollos, entre las aves y la ingrávida cumbre posible aunque aún lejana.

Solemne el Monasterio del Escorial centra la luz que se le niega a la cumbre del Monte Abantos místicamente recogido entre la nube y la meditación.

Pero no somos tribus prehistóricas; muchos caminantes y muchos montañeros han ido (nosotros mismos fuimos en anteriores ocasiones) por donde ahora estamos recorriendo el GR-10 hasta el Collado de Entrecabezas.

En el Collado de Entrecabezas. A nuestra derecha saludamos a la Machota Alta, menos visitada por diversas circunstancias que nada tienen que ver con la dificultad pues también es de muy fácil acceso.

Desde el mismo Collado sale una desviación a la izquierda que atraviesa diferentes y prodigiosas cumbres por su esplendorosa belleza y variedad (su dificultad las relegaría a sencillas tachuelas de leve altura; pero los corazones humanos sabemos que la majestuosidad es diferente del tamaño; lo íntimo, lo recogido, lo mínimo también luce de majestuoso brillo). La tercera loma rocosa es la cumbre donde se sitúa el vértice geodésico. Entre ellas se extienden preciosas navas de color verde, textura cálida, asombrosa serenidad, dilatada extensión visual, espíritu solazado…

El vértice geodésico está sobre una roca expuesta a todos los vientos que decidan pelear en noble lid con los aguerridos montañeros que aquí lleguen. A duras penas nos mantenemos unos instantes para salir en la fotografía de recuerdo, para observar allá abajo la santolina de finos tallos y hojas carnosas, admirar los extensos matorrales de apretados piornos, reconocer las espinosas ramas de los abundantes majuelos.

Estamos en la cumbre de la Machota Baja.

De regreso en el Collado apiñamos nuestro cuerpo al abrigo de unas fornidas rocas, allí dimos cuenta de unas rudimentarias viandas, suficientes para alimentar el cuerpo y tener fuerza para el regreso. Alimentar el cuerpo, que el espíritu estaba todavía en vuelo de arrobo y sosiego.

Sobre un altozano, al lado mismo de la Silla de Felipe II se mantienen las ruinas de la “Casa de El Sordo” edificio que sirvió como vivienda para el guardabosques de aquellos contornos y desde el que escrutamos con la vista diferentes lugares por si tuviéramos la fortuna de encontrar el escondite del tesoro que perdió Rafael Corraliza encargado de la pagaduría de las obras del Monasterio del Escorial, dicen que el tesorero se apoderó de unos cuantos doblones perdidos en algún lugar de los montes en su despavorida huida perseguido por la justicia. No descubrimos ningún vestigio de tesoro y descendemos por los tallados peldaños hasta el coche, a una hora en que bulle la Silla de Felipe II de visitantes que pasarán aquí un tiempo sin gozar el bellísimo y sereno paseo hasta la cumbre libre de la Machota Baja.

Javier Agra.

domingo, 21 de febrero de 2016

NIEVE EN LA MALICIOSA



Madrid entero se había despertado temprano para subir con el coche a Navacerrada; Madrid entero estaba aparcado cuando llegamos nosotros al último rincón donde pudimos dejar el coche; Madrid entero jugaba con la nieve al lado mismo de los motores y el queroseno. 

Así pues, los montañeros recorrimos de punta a punta el amplísimo aparcamiento para dirigirnos hacia los Emburriaderos; aún convivimos con diferentes grupos de personas que aventuraban sus zapatillas entre la nieve y el azul del cielo. Abajo, muy abajo quedaba ya la carretera repleta de coches sin poder moverse un metro; abajo, los conductores estaban nerviosos; arriba, los montañeros pisaban crestas y nieve en los Emburriaderos.

La cumbre de la Bola del Mundo está con estas construcciones desde 1959. Fue un importante repetidor de televisión para amplias zonas: ambas Castillas, Aragón y Extremadura. Hoy este “cohete de Tintín” está discutido. Los montañeros posan ante las instalaciones de la Bola del Mundo, mientras esperan el reagrupamiento con los otros compañeros antes de continuar la marcha.

Muchas personas concluyen aquí su marcha y abandonan el esfuerzo de la cumbre, todos sonreímos desde este impresionante mirador. Los montañeros hacemos una pausa para saludar al lejano Pico del Moro Almanzor en las nevadas cumbres de Gredos, la Serrota, la Paramera y las altas tierras de Ávila. Continuamos montaña arriba buscando el Alto de Guarramillas (conocida como Bola del Mundo). ¡Por fin ha nevado un poco este invierno por estas cumbres! Con la nevada, los senderos de otrora se han desdibujado; los montañeros marcamos una línea recta hacia la cumbre y caminamos despacio, con el sentimiento de que el tiempo cambia su ritmo entre el sosiego y el pensamiento.

Cercanos ya al Collado del Piornal, los montañeros hacemos una pausa para admirar la grandiosa calma del Ventisquero de la Condesa y la Cuerda Larga. La admiración está presente a diario en la vida humana y cuando ésta se pierde, el corazón se encoge.  

La Bola del Mundo brilla entre la calma y el cielo. Junto a su vértice geodésico se reagrupan los montañeros. Las fuerzas también están escalonadas: para algunos es el punto de regreso, otros seguirán hacia Valdemartín y aún Cabezas de Hierro, nosotros continuamos hasta el Collado del Piornal en un suave descenso. El Collado quiere ser cumbre y  esconde sus piornos bajo la nieve.

Los montañeros tenemos el corazón animado de futuro y libertad; los montañeros continuamos ascendiendo hacia La Maliciosa, en nuestra mochila va calando el sosiego de los días próximos, la calma silenciosa de la nieve y de las cumbres, el dolorido lamento de la tragedia humana se hace brillo de nieve y de esperanza y queremos ¡ay! transformar la tierra entera en cumbre libre de montaña.

Llegamos a la cima de La Maliciosa. Hoy son muchos los montañeros que buscan cumbres y nieve. Mi fatigada sonrisa está tapando la Bola del Mundo; a la derecha de quien observa se extiende el espacio cóncavo del Ventisquero de la Condesa, lugar de nacimiento del río Manzanares; continúa la nieve sobre la Cuerda Larga.

La cima de la Maliciosa tiene vistas de nieve y de agua, de trinos y de silencios, de jardines y de cemento, de dolor y de mentiras; palpita la cima entre la angustia, la tristeza y la pena; palpita la cima aire de paz, de caricias, de portento creador.

Javier Agra.  

lunes, 8 de febrero de 2016

OTRA MARCHA POR LA PEDRIZA



Muy despacio se está componiendo el rompecabezas de la Sierra antes de salir el sol. La madrugada muestra la silueta nítida de la Cuerda Larga mientras nos acercamos, carretera adelante, hacia Manzanares el Real, para llegar hasta Canto Cochino junto al río Manzanares en la Pedriza de Madrid a esta hora en que las encinas comienzan su paseo y cantan las aves sonidos de aurora.

A la vera misma del sendero está este vivac tantas veces contemplado en mis subidas y bajadas por la Pedriza. Dejadme, con esta fotografía, rendir un recuerdo agradecido a aquellos primeros montañeros que abrieron sendas, marcaron caminos, pusieron los primeros nombres a las piedras.


Atrás ha quedado la palidez acuosa del entorno del embalse con la helada temperatura bajo cero, estamos respirando libertad entre las curvas de la Pedriza con su hermosísima visión conjunta desde el puertecito de Quebrantaherraduras. Desde aquí se disuelven las amarguras y las rutinas, se evaporan los miedos y los rencores, la mediocridad y la amargura se deshacen en el aire y nacen en el corazón humano sensaciones de profunda paz, de sosiego ascendente, de libertad compartida.

Una de las muchas vistas con que saluda la Pedriza: el grupo del Pájaro, las Buitreras, el Hueso.

La Pedriza en sus cumbres, refleja el sol esta mañana de azul invierno; tal vez palidezca el día andando las horas; tal vez se arruguen las canciones en los corazones; tal vez…Pero en estos momentos los montañeros están cruzando el vado de arena sobre el Arroyo Poyos para subir un tiempo por el camino que va al Collado de la Ventana y su corazón es una canción de ensueño y gozo. Ciento cincuenta metros más arriba los pinos nos indican un sendero que sale a nuestra izquierda y cruza sobre el Arroyo de la Ventana para llevarnos atravesando Los Llanillos hasta Cuatro Caminos. Este hermoso rodeo ha construido alegría, ha edificado belleza.

Por el pinar arriba superamos la senda que sale hacia la Majada de Quila, dejamos también el desvío hacia Puente Poyos, estamos atentos a no entrar en el descenso por la senda del Icona y llegamos hasta el Collado de la Romera. El frescor de febrero se acerca y conversa con nuestros rostros entre la vegetación y la piedra.


La Diligencia como telón de esta fotografía, detrás la nieve se ha posado sobre la Cuerda Larga. 

Enseguida adelantamos a la Diligencia con el cochero inmóvil en su pescante delantero, se ha detenido hace siglos en la posada de la sierra; continuamos bordeando el Carro del Diablo y descendemos sus piedras de un mágico color entre naranja y ocre para llegar a un peldaño boscoso; los montañeros imaginamos descender por una inmensa y triunfal escalera. El siguiente peldaño nos deja en el jardín de la Campana; el siguiente es la Canal del Pajarito de una belleza inmensa y risueña; hasta el Collado del Cabrón suaviza la pendiente paulatinamente.


Estamos bajando hacia el Jardín de la Campana.

Es este sendero descendente o en subida entre el Collado de la Romera y el Collado del Cabrón de tal belleza que hace volar el corazón por las esferas celestes, de tanto sosiego que expande el espíritu por la inmensidad de la tierra, de esforzado y trabajoso descanso que llena de melodías el alma.

La parte final del regreso fue luz y recuerdo.

Javier Agra.