lunes, 4 de agosto de 2008

UNA DUDOSA PELEA

He repasado los textos de los días precedentes y hallo diversidad de errores ortográficos. Es una lástima no poder volver atrás para retornar al camino acertado de la escritura. De modo que descubro mayor cueldad en la creación literaria que en la misma vida; ésta, con frecuencia, nos ofrece otra oportunidad: el ser humano sigue teniendo esperanza, pues es posible retomar cada mañana un camino más acertado.

Desde mi más tierna infancia - hoy mis años han superado el lustro de décadas - el maestro de la escuela de aquellos pueblos mineros, donde aprendí las primeras letras me miraba meneando la cabeza: ¡no aprenderás, no aprenderás! Recuerdo con cariño los primeros maestros, ninguno usó aquellos métodos agresivos que se pregonan en los recuerdos, mi infancia en la escuela era trabajo y ánimo, la reprensión venía por otros castigos, nunca físicos ni vejatorios.

En mi mocedad continué con entusiasmo lector, y en ese énfasis permanezco. No obstante, creo que sigo siendo muy cabezón en ciertos temas, terco en otros más y testarudo en la vida misma. Poco me faltó para decir que era muy burro, pero me vino al recuerdo aquel dulce pollino - de nuevo, de mi infancia - que más que burro era socio de viajes y caminos.

Repasando, digo, los textos de los días anteriores, descubro faltas gordas de ortografía, por más que el concepto de gordo es relativo: cuando algún guasón me llama a mí bajito y gordo, yo respondo que soy más bien románico y de ese modo salimos del apuro y continuamos la conversación por otros derroteros. No buscaré disculpas, que si la b y la v están al lado en el teclado, que si escribo de corrido... Continuaré hasta el final de mis días con esta fiera pelea, y otras peleas no menos fieras.

He descubierto baya, donde tenía que ser vaya; con b, todo el mundo sabe que se refiere uno a esas carnosas y jugosas frutas, que acaso deseara con fruición en mis paseos, ¡como apatece un tomate o veintiseis uvas! También he leido, entre temblores, abandona - con v - lo que resulta como un puñetazo directo al estómago; para el diccionario de José Luis Coll sería sufiente con explicar que trata de un ave que dona todos sus bienes y se dedica a la vida austera de la contemplación y la música en las forestas de nuestros montes. Así mismo, para el diccionario de Coll - admitado más allá de los días y las estrellas - podría decir que observar (escrito con b en un texto) se refiere a cualquier persona que disfruta del sosiego de una terraza de verano, tomando una cerveza, mientras mira lo que ocurre a su alrededor.

Pero mejor, callo y me trago mi sonrojo.

He aprendido, de muchos aspectos de la vida, que es bueno reirse de uno mismo por salud y por expansión de la misma vida. En todo caso, el humor hace a la persona más completa, carecer de humor es un defecto o, al menos, una riqueza el poseerlo. A veces los discursos más sensatos, se muestran plomizos por faltarles ese aliño del humor.

Javier Agra.

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