domingo, 19 de julio de 2015

CUERDA DE LAS BUITRERAS



Durante los varios años que llevo recorriendo la Sierra de Guadarrama, descubro cada jornada algún rincón de belleza recóndita que pone jardines floridos en mi camino diario.

Con las primeras sonrisas de la aurora, iniciamos el camino desde La Barranca que tiene espejos de cumbres en sus dos embalses. Entre sombras y asombro renovado, aunque hayamos pasado por este lugar muchas veces, superamos el área recreativa y llegamos a la Fuente de Mingo; aquí siempre conviene esbozar una sonrisa agradecida en recuerdo del trabajo y desvelos de los pioneros de la sierra. Poco más allá, siguiendo la vereda del arroyo, encontramos la popular Fuente de la Campanilla. Hasta aquí un hermoso paseo para quienes inician a los niños en esta relajante tarea de pasear montañas.

En la Fuente de la Campanilla.

Hacia la derecha, entre los pinos, sube una senda local; pendiente arriba los montañeros siguen las señales sin salirse del sendero por conciencia ecológica, las señales son muy claras; nos depositan en una llanada de la Cuerda de Las Buitreras. Tal vez no sabemos la causa de nuestras paradas en las marchas, pero seguramente es más por admirar la belleza que por tomar resuello. Sobre estas cumbres, el cielo es suave caricia para estas manazas de roca que forman la sucesión de peñascos y cimas.

Una primera muralla de granito nos hace señas, desde las señales pintadas, para que sigamos subiendo hacia la ventana. Monte arriba, entre las cabras y el tomillo, el espíritu se llena de calma y canciones de pájaros relajados entre las retamas. La ascensión es ligera pero las vistas piden calma.

Subimos una suave pared de granito, siguiendo las señales blancas y verdes de la senda local.

Palpitan aroma el espliego y el tomillo, palpitan vida los mirlos, palpitan libertad los corzos veloces, palpitan aroma, vida, libertad los corazones montañeros unidos a la vida vegetal, a las cálidas rocas, a los animales que saltan, vuelan, nadan y reptan. Es ligera la subida, empleamos tiempo en la admirada contemplación de la vida que se presenta diversa y vibrante.

Hemos llegado a la sorprendente formación de esta ventana de granito.

Desde la Ventana hacia nuestra izquierda, continúan unos visibles hitos montaña arriba con un desnivel más acusado. El sendero avanza sin más problema que las fuerzas que tengamos; un trago de agua; una pausa para darnos ánimo unos a otros; un mismo palpitar con la naturaleza; las vistas hacia la Cuerda son bellísimas entre puntiagudas aristas, hacia el horizonte pone en nuestro corazón valles, cumbres, embalses, pueblos, pinares… siempre vistas de inmensa belleza, solemnes, diáfanas, sin fronteras…

El altímetro dice que el collado al que hemos llegado mide  mil novecientos cincuenta metros. Ante nosotros tenemos la vista de la Bola del Mundo, del Collado del Piornal y el Regajo del Pez que vuelve a la Fuente de La Campanilla. Nos sentamos. Comemos la fruta y la barra de cereales. Otra buena porción de agua y para abajo.

Bajamos por una fuerte pendiente entre piornos y pedregales hasta encontrar el sendero que une el Collado del Piornal y la Fuente de la Campanilla.

Para abajo entre roquedos y piornos, sin senda marcada; para abajo entre la fantasía y el descubrimiento, aún no se han marcado veredas; para abajo entre la búsqueda y el acierto, en el futuro tal vez por aquí baje una trocha; para abajo por esta fuerte pendiente hasta escuchar el cercano sonido del agua del Regajo del Pez y encontrar el sendero que llevará nuestra singladura en breves instantes hasta la Fuente de la Campanilla donde cerramos el círculo, bebemos un sorbo y sonreímos a la vida.

Javier Agra.  

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