domingo, 4 de diciembre de 2016

POR MAJALAOSA Y CERRO MINGUETE



“…recíbeme en tu cumbre,
recíbeme, que huyo perseguido
la errada muchedumbre…
y do está más sereno
el aire me coloca, mientras curo…”

“Al apartamiento”  Fray Luis de León.

Se agranda la poesía y el corazón por la agreste naturaleza de estas montañas de cualquier parte de la tierra.

Las Dehesas de Cercedilla, son punto de partida para muy diferentes marchas en cualquier época del año, para el tiempo que cada persona quiera emplear y el espacio que se desee recorrer. 

Esta mañana cruzamos el arroyo de Majavilán que da nombre al último aparcamiento de los coches… los helechos están reblandecidos por el agua insistente de estos días y caducos por la época del año. Inevitablemente terminan su ciclo de vida, caerán para ser abono de otros nacimientos desde los rizomas que permanecen bajo la tierra y desde las esporas que el viento ha extendido. Los helechos saben que la muerte y la vida son alegrías compartidas por la misma experiencia de la existencia interminable.

El pino retorcido del Pollal de Majalaosa es parada de admiración e inicio del sendero que sube al Collado de Marichiva.

El Camino Viejo de Segovia llena nuestro corazón de rumores antiguos, así nuestro presente se va fundiendo con la historia del pasado. Llevamos ya un tiempo de recorrido hasta encontrar la senda de Majalaosa que subirá al Collado de Marichiva. Los pinares ensanchan una graciosa explanada para formar el Pollal de Majalaosa. Los montañeros detenemos nuestro paso para buscar algún nido que pueda ser vivienda de los pollos de las aves que por aquí abundan; los montañeros sabemos que no es época de nidada pero albergamos la emocionada posibilidad de encontrar algún resquicio de lo que fue vivienda de las aves. Ningún nido a nuestra vista. Pero en nuestro corazón anidan el sosiego y la serenidad de la brisa entre los pinos.

Superado el Pollal de Majalaosa, la vista nos regala este juego de verdor, montaña, niebla en risueño y entrañable baile de paz.

Desnuda el alma de toda tristeza y arropado el cuerpo ante la fortaleza del viento y el espesor de la niebla, llegamos al Collado de Marichiva. Paso a paso la calma otoñal de la límpida montaña va limpiando los arrugados ceños del corazón; paso a paso se van calando nuestras ropas de la humedad recogida en las ramas de los pinos y así traspasan a nuestra vida la luz no corrompida de la ascensión serrana; paso a paso entre los cambroños hacia la Peña Bercial se mezcla nuestro sudor con la lentitud de la tierra que sabe esperar días y meses hasta que vuelvan a brotar nuevos tallos de la tierra.

Entre la Peña Bercial y Cerro Minguete la niebla nos encerró con esa luminosidad opaca que deja dormido el paisaje y pone luces en el interior del corazón. Sobre la nieve de estos días de otoño nuestras pisadas se mezclan con otras pisadas de humanos, con huellas de animales ungulados, de pequeñas pisadas de aves que buscan alimento entre la nevada. A veces perdemos el sendero, a veces necesitamos imaginar la ruta, pero siempre seguimos con certeza al compañero que hace de guía y nos lleva a Cerro Minguete.

En Cerro Minguete la niebla nos encerró en una luminosidad opaca.

Son tantas veces las que hemos recorrido este camino que aún entre la niebla podemos imaginar el Puerto de la Fuenfría hacia el que bajamos, con sosegada calma para seguir unidos, todos los componentes del grupo. El espíritu navega por este frondoso mar de dulzura y en el abrigo amoroso de un corro de pinos hacemos una parada para el yantar entre el reposado y ameno conversar.

Diversos arroyos cruzan a nuestro paso por el Camino Viejo de Segovia. El otoño entrega su brillante colorido al montañero.

Desde el Puerto de la Fuenfría regresamos por el Camino Viejo de Segovia hasta el punto de partida en el Aparcamiento de Majavilán.

Javier Agra.    

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