jueves, 19 de enero de 2017

DESCANSO EN LA SILLA DEL DIABLO



Los montañeros han llegado al pequeño huerto mirador de la Silla del Diablo. Allá abajo están los vallejos que cruzan los Arroyos Cuchillar, Peñaliendre y Peña Herrera. Los montañeros los han visto muy de cerca en otras ocasiones, hoy bajarán junto a uno de sus cauces. Desde esta cumbre miro hacia abajo y me parece que soy magnífico en altura y proporción superior a gran parte de la naturaleza.



Pero qué es la magnificencia, qué es la altura y la libertad. Palabras feraces unas veces, vacuas otras; sentimientos que el corazón entiende y llena de lágrimas en unos momentos, que grita gozoso en otras ocasiones. Las palpitaciones del corazón necesitan la fuente de la naturaleza para entender de libertad y de paz, los latidos de la sangre tienen que estar engendrados de piedra y de tierra, de viento y de tormentas para cantar a la paz.

Cercanas montañas cuyos nombres he puesto en mis labios, montañas que he adherido a mis pisadas superan ahora mismo mi altura; y más allá de mis ojos otras cumbres también han sido magníficas en otras ocasiones, sus ríos han refrescados mis pies cansados, sus marmotas y muflones han transformado las heridas de la vida en risas llenas de sosiego. La naturaleza susurra el inmenso valor de las personas desde la pequeñez.

Sobre la Peña del Diablo, primer plano del montañero en conversación con el rostro humano de la Silla del Diablo. La naturaleza, la nieve y la vida envuelven la tierra con respiración de paz.

En la Silla del Diablo encuentro una gota del océano infinito de la brisa serena que envuelve cada poro de la naturaleza entera que respira uniforme en cada hálito de humanidad.

Javier Agra.    

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