lunes, 29 de septiembre de 2025

CAMINO DE SANTIAGO 12 CISTIERNA – LA DEVESA


Un suave airecillo perezoso camina a nuestro lado por las aceras de Cistierna buscando la salida para continuar esta mañana mientras titilan las últimas estrellas difuminadas ya con el albor primero. Cruzamos la vía estrecha del tren de mi niñez y enfilamos entre huertas y casas dispersas el camino y la carretera camino de Sorriba, población por la que no pasaremos.


Puente del Mercadillo.

El Esla hace reflejos de ola en las aguas retenidas en un pequeño azud mientras nos detenemos unos instantes sobre el medieval Puente del Mercadillo que ya sirvió (otro anterior, claro) para el paso de una calzada romana y éste como paso de la vía Vadiniense del Camino de Santiago. Puente de Mercadillo ¡cuánta historia has visto y cuántas leyendas nos transmites!

Entre tiernos salgueros y robustos chopos, nos despedimos del Esla; más adelante dejamos la ruta que sigue hacia San Pedro de Foncollada, carretera adelante, y nos adentramos en el monte por el camino que va hacia Yugueros entre cuyas frondas aún permanecen espaciados claros de pasto y de antiguos sembrados, hoy barbecho donde casualmente vemos un zorro que parece querer seguir nuestro camino a una distancia prudencial. “Los árboles y genistas que brotan espontáneamente son lozanos, bellos y corpulentos, porque debajo del suelo en que nacen está la naturaleza la magna mater Deméter para sustentarlos” (Publio Virgilio Marón. Geórgicas II).

Próximos a Yugueros encontramos “el roble del Rezadero” donde antaño se juntaban las gentes del pueblo al caer la tarde, después de sus cuidados con los ganados del monte, y en comitiva salían hacia el pueblo rezando el rosario. La distancia a Yugueros “pues eso, un rosario”. A mí, se me antoja pensar que también les daba un poco de tiempo para conversar pues aún con las letanías, no me parece tan largo el rosario.


El Roble del Rezadero, en el camino hacia Yugueros.

Tiene Yugueros suficientes restos arqueológicos para poder asegurar su importancia en el imperio romano, hoy es un pueblo de menos de cien habitantes; como muchos de los que le rodean decayó con el cierre de las minas de carbón. Su templo de EL Salvador tiene un magnífico retablo del siglo XVI restaurado en dos mil once.

Desde que salimos del pueblo comienza una pendiente pronunciada hasta la Ercina con las vías del ferrocarril a nuestra vera. Fue esta una localidad próspera hace décadas, aquí el tren hullero cargaba muchos de sus vagones que llevaban el carbón hasta los Altos Hornos de Bilbao; aquí llegaba yo para subir al tren camino de Cistierna a recibir la medicación cada semana durante ocho meses y algún año después a subir al tren camino de Bilbao; a la Ercina vine con mi madre a ver la primera película de cine cuando el “ambulante” llegaba a proyectar en el salón del ayuntamiento; aquí bebí la primera gaseosa en uno de los tres bares que en aquellos años funcionaban asiduamente. Hoy La Ercina es silencio y soledad.


Acisa en invierno, desde la ermita de San Hipólito. Esta fotografía es de hace dos inviernos cuando pasé de modo fugaz por el pueblo donde comencé a nacer.

Desde aquí hasta Acisa el alma se me llena de recuerdos de infancia… pueblo modelo de autogestión. Podemos entrar al edificio que fue la escuela, aquí desde hace varias décadas, quien lo sabe puede llegar coger la llave abrir la perta servirse un botellín comer un helado sentado en el exterior al sol o al abrigo del viento en su interior dejar las monedas de lo consumido y continuar su camino.


Iglesia de Santa Marina, donde se celebra la eucaristía cada domingo y festivo para los pueblos de Acisa y de Barrillos. En su magnífica torre se pueden observar vestigios templarios y de antiquísimas evidencias jacobeas. Es el templo de mi niñez.

Contemplamos el pueblo desde la altura de la ermita de San Hipólito mirando las montañas lejanas, los valles cercanos, las casas inmediatas; en Acisa saludé a varias  personas conocidas de mi infancia, entré en dos casas donde encontré hoy ancianas a personas ágiles en mis recuerdos infantiles… Continuamos hacia Barrillos por el antiguo camino por donde íbamos antes de construir la carretera. Pasamos por el templo de Santa Marina, en cuyo pórtico nos juntábamos los dos pueblos los domingos para la eucaristía y el concejo posterior. Me asomé al cementerio en el que reposan los cuerpos de mis padres… Llegamos a Barrillos. A este pueblo nos trajeron siendo niños para vacunarnos de la Viruela, aquí vi por primera vez un yogur siendo ya un “rapaz”…


Fuente de La Chopa, en La Devesa.

Dejamos los otros pueblos de Las Arrimadas (El Corral, Santa Colomba, Láiz), pues quedan a desmano de este Camino Olvidado de Santiago y continuamos camino a La Devesa donde entramos buscando Casa Jandro, albergue de peregrinos recién estrenada. La atención y el cuidado por parte de Marian fueron magníficos más allá de cualquier posible elogio. Tiene La Devesa “teleclub” en las antiguas escuelas, que abre algunas horas durante las tardes. Conserva el lavadero, alguna fuente, el templo dedicado a San Pedro…

Javier Agra.

 

viernes, 26 de septiembre de 2025

CAMINO DE SANTIAGO 11 PUENTE ALMUHEY – CISTIERNA


El río Tuéjar sale a nuestro encuentro poco después de abandonar Puente Almuhey cuando posamos la última mirada sobre el Cea y su puente medieval. Los primeros kilómetros de esta jornada son llanos entre robles y matorral diverso hasta llegar a Taranilla, que proviene según dicen de “Taranis” el dios celta de los truenos y las tormentas, de la luz y del cielo, que dominaba también los ciclos de la vida.


Laguna natural en San Martín de Valdetuéjar.

Continuamos monte adelante mientras el sol va tanteando en amarillos pálidos nuestras pisadas por senderos agrícolas, salimos a una amplia explanada ocupada por una soberana laguna donde encontramos un par de autocaravanas acampadas (según nos explicaron, es este un lugar muy frecuentado por quienes desean unas jornadas de sosiego y naturaleza); el sendero nos conduce hasta una campa de buenas proporciones donde seguramente trillaron durante cientos de años los habitantes de San Martín de Valdetuéjar, localidad a la que entramos después de pasar por una espaciosa nave donde una multitud de cabras sesteaban o esperaban para salir a mejores pastos. A la puerta encontramos un camión para transportar leche, por lo que colegimos que es una granja no pequeña.


Templo románico de San Martín de Valdetuéjar.

El templo románico de San Martín de Valdetuéjar está declarado monumento histórico-artístico. Sobre la puerta nos recibe una inscripción latina cuyo texto en español reza así: “Esta es la casa de Dios firmemente edificada, está cimentada sobre la piedra firme. San Martín ruega por nosotros”. En su torre (a la altura frontal de la segunda fila de pequeñas ventanas, comenzando desde abajo) están esculpidas dos sirenas que cuentan la leyenda de dos mozas peregrinas que se amancebaron con dos frailes del hospital de peregrinos que a la sazón había en el lugar y fueron transformadas en sirenas para eterna advertencia. (Ignoro si fueron transformados los monjes que seguramente también tendrían su parte activa en el asunto). Sea como fuere, el templo es majestuoso y digno de una parada.


El Santuario Nuestra Señora de Velilla se alza en medio de un bosque de inmensos robles, cuando los peregrinos inician la subida y aún sus pies están gozosos; notan también el respiro espiritual de este lugar solitario lleno de vida y energía. Enseguida asomará allá abajo La Mata de Monteagudo, población por la que no pasaremos en nuestro Camino de Santiago.

Medio kilómetro más allá, entre prados de alfalfa, cadencia de multitud de trinos de aves y el leve sonido del Tuéjar, llegamos a Renedo donde aparece de sopetón una asombrosa muralla en muy buen estado, restos del palacio del Prado con vida entre los siglos XV-XVIII. Después de una curva del camino nos topamos con el templo de San Cipriano y casi sin enterarnos abandonamos la pequeña población de Otero de Valdetuéjar para continuar carretera adelante hasta el desvío del Santuario de Nuestra Señora de Velilla.


Inmensos robles pueblan esta ruta, se asoman a nuestros senderos, conversan con el peregrino…

A partir de este punto y hasta Cistierna, el camino se hace montaña entre tupidos y fornidos robles por donde pastan, saltan, aúllan, serpentean… numerosas especies de animales que muy pocas veces aparecen ante la mirada de los humanos. La montaña se agranda entre colores de niebla y firmamento, entre sonidos de vendaval y sosiego, entre la brisa tenue que remueve las hojas y las nevadas furtivas que esconden caminos y huellas. La senda que circunda la montaña de Peñacorada es de una hermosura que deja a los peregrinos en éxtasis de naturaleza y eternidad. Por aquí pasaron hace siglos legiones romanas, osos de antaño, visigodos de reciedumbre incontestable, siglos de humanos lejos de sus hogares buscando vida salvaje; hoy estamos dos peregrinos respirando naturaleza, siglos, fortaleza, filosofía antigua, ciencia, palabra que se hizo idioma y saltó más allá del mar, respirando instantes y eternidad…


Arriba, entre la luz y la niebla, las cumbres de Peñacorada llenas el espacio de misterio y de canciones.

Al albergue de peregrinos de Cistierna llegamos después de un descenso infinito, con los pies asustados de tanto frenar la bajada. Esta etapa del Camino Olvidado acumula un desnivel superior a los mil metros y se sitúa en el podio de las etapas de más desnivel de todo el Camino. Está cuidado el albergue, aquí nos encontramos con una peregrina que hacía camino a Santo Toribio de Liébana pues estamos en un cruce de caminos y aún otra ruta pasa por aquí que llega a Oviedo a venerar el Santo Sudario.

Javier Agra

 

miércoles, 24 de septiembre de 2025

CAMINO DE SANTIAGO 10 GUARDO – PUENTE ALMUHEY


En esta jornada, el Camino Olvidado propone dos posibles variantes. Pepe y yo optamos por la ruta más corta. Nos enredamos unos minutos en la búsqueda de un bar para tomar energía de café y otras viandas, pronto desistimos del empeño pues nuestras pesquisas e interrogaciones resultaron infructuosas.

De nuevo cuesta arriba, es curioso que la mayoría de las jornadas del Camino comienzan superando cuestas más o menos pronunciadas. Primero por la carretera y enseguida entramos en una senda entre robles, así durante el primer kilómetro subimos con algún ave trinando y sobrevolando nuestros pasos seguramente para animar la mañana, hasta culminar en la explanada de la ermita santuario de la Virgen del Carmen y Cristo de Amparo, con orígenes en el siglo XII (el conjunto actual es del siglo XVIII) como hospital de peregrinos y parada de reposo de los viajeros a Santiago de Compostela y a Santo Toribio de Liébana.

Ermita Santuario del Cristo del Amparo.

Como todo santuario que se precie también tiene sus leyendas: Cuentan que un castillo de Guardo, hoy desaparecido, existía un Cristo sin brazos; un niño llamado Miguel Santiago iba a visitarlo asiduamente; entristecido por la falta de sus miembros, el niño le construyó unos brazos articulados. Andando el tiempo, el niño se hizo mozo y se dedicó al traslado de mercancías en una mula. En uno de sus viajes, cruzando el Esla por Gradefes, la riada lo arrastró poniendo en peligro su vida. El niño, ahora adulto, se acordó de su Cristo amigo y le prometió construirle una casa si lo libraba en aquel apuro. Una vez salvado, comenzó la edificación del templo que hoy conocemos. En otra ocasión, a una pastorcilla se le hizo noche cerrada en aquel paraje; la niña se acurrucó lo mejor que pudo pero comenzó a escuchar ruidos infernales y acudió al Cristo del Amparo, quien envió a su madre la Virgen del Carmen para que cuidara con su manto a la muchacha, se sintió tan protegida que durmió toda la noche hasta el amanecer en que con la luz del sol huyeron los malos espíritus y la joven pastora pudo continuar tan feliz con las tareas de su vida.


Otra vista del Santuario.

Seguimos por pistas y cortafuegos hasta alcanzar San Pedro de Cansoles, estos fueron frondosos pinares y fértiles valles; este conjunto de inmensa visión que ensanchaba el alma es hoy desolación y angustia, el alma se contrae en el estupor de lo que es un paraje asolado por el fuego de una extensión hasta donde la vista alcanza. En oracional silencio, con la música de la Cantata 131 de Juan Sebastián Bach (Eisenach 1685 – Leipzig 1750) que reproduce parte del salmo 130 “Desde lo hondo, a ti grito, Señor” cruzamos el pueblo entre sus casas quemadas y recordamos el final de la Cantata, entonado por el coro: “Ten ánimo, confía en el Señor, pues de Él viene la salvación, la redención copiosa. Te librará de todos los males”


Casa quemada en San Pedro de Cansoles. Con respetuoso silencio, para memoria perpetua y en la esperanza de la reconstrucción y la victoria de la vida.

Llegamos, después de una serena y constante bajada, a la localidad leonesa de Valcuende, aquí no llegó el fuego. Cuentan que por estos montes leoneses se escondían y danzaban las brujas de antaño en las noches de aquelarre. No vimos ni brujas ni persona alguna, sino un “ramos leonés de la navidad” adosado a un desvencijado muro.


Bajada hacia Cegoñal entre tupida fronda.

Más allá está Cegoñal de sosegado camino entre sombreados robles, tupida fronda donde muy bien pueden corretear numerosos animales a su solaz sin ser molestados por los pocos y silenciosos caminantes que vamos llegando a Puente Almuhey con su puente medieval sobre el río Cea y la ermita románica de Nuestra Señora de las Angustias, coronada por la cruz hospitalaria de los Caballeros de Jerusalén.


Puente medieval sobre el río Cea, en Puente Almuhey.

Aunque el municipio tiene la “capital” en Valderrueda, todo el Ayuntamiento y sus gestiones se realizan en esta localidad de Puente Almuhey que además cuenta con un muy nuevo albergue de peregrinos, donde hoy solamente nos alojamos nosotros dos. Fuimos muy bien recibidos por su alberguista, Rosa de quien solamente se pueden contar maravillas. Puente Almuhey respira Camino de Santiago, los peregrinos nos sentimos abrazados por toda la población que cuenta con tradición acogedora; ya el Catastro de Ensenada (1752) señala el origen del pueblo en “un hospital en el lugar que llaman Puente de Muhey que sirve para acoger enfermos y pobres…”


Ermita románica de Nuestra Señora de las Angustias, coronada con la cruz hospitalaria de los Caballeros de Jerusalén.

Javier Agra.

 

 

martes, 23 de septiembre de 2025

CAMINO DE SANTIAGO DÍA 9 CERVERA DE PISUERGA – GUARDO


Se nos presenta una dilatada etapa cuando comenzamos a caminar con el sonido de la Quinta Sinfonía de Mahler (Kalistê 1860 – Viena 1911) que convoca a todos los espíritus del bosque para que nos marquen el camino y aligeren nuestros pies. Entre el misterio y la sorpresa, entre la serenidad y la fortaleza musical nuestro corazón se hace música y naturaleza. Es larga esta sinfonía en sus cinco movimientos, pero nuestro caminar será suficientemente largo como para repasarla entera entre la fatiga y la paz de esta jornada.


Estamos cruzando el Valle de Tosande, entre llanuras y cumbres.

Enseguida entramos en un hermosísimo sendero entre robles que pasa por el valle de Tosande, el de los grandes tejos milenarios. Algún corzo y varios conejos cruzan cerca de nosotros extrañados por la presencia humana a esta hora en que el cielo recoge las estrellas.

Casi dos horas llevamos caminando cuando llegamos, con amago de sirimiri, a Cantoral de la Peña topónimo de la Sierra que nos acompañará durante gran parte de la jornada. La Sierra de la Peña está adornada de escondida vida, de misteriosas criaturas mágicas entre estos robles que ascienden cumbres y se esconden en valles más allá de nuestra vista. En esta población pasamos al lado del templo de Santa Ana, con puerta románica y una pila bautismal del siglo XII que nos tenemos que conformar con ver en fotografías.


Templo de Santa Ana en Cantoral de la Peña.

Seguimos hasta Cubillo con su iglesia románica y pasamos por Traspeña de la Peña antes de desviarnos a Castrejón de la Peña pueblo con farmacia cerrada, bar cerrado, carnicería cerrada, museo apícola cerrado, templo dedicado a Santa Águeda cerrado… En su pórtico nos sentamos un ratillo para comer una manzana y contemplar esta preciosa transición del gótico al renacimiento.


Pórtico de Santa Águeda en Castrejón de la Peña.

Villanueva de la Peña, recostada a las faldas de Peña Redonda; nos recibió Tarilonte, después de un largo camino entre praderas y tierras de cultivo de cereal, con un curioso crucero y un trabajado mural que seguramente hace referencia al origen del pueblo; según cuentan fue el mismo general Tarik el que puso su tienda y su campamento junto a la fuente (onte) del lugar. Pasamos junto a su iglesia de Santa Marina y continuamos hacia Aviñante y Santibáñez de la Peña, pueblo coronado por la Peña del Fraile, capital de la comarca que creció en torno al Monasterio de San Román de Entrepeñas del que apenas se conserva un torreón ruinoso.


Mural de Tarik en Tarilonte.

Así caminamos los últimos kilómetros de esta jornada en la que finalmente pudimos guardar el chubasquero bajo un tímido sol de la tarde, antes de llegar a Guardo pueblo entrañable en su conjunto, incluido el notable templo de San Juan; todo fue entrañable menos el alojamiento municipal del que no quiero dar ningún dato pues me quedaría corto aún con muchas diatribas.


Monumento al minero, en Guardo.

Guardo fue paso de mi infancia en el “tren de la Robla” camino de Bilbao; paso entre la montaña de Palencia que es estribación de la Cordillera Cantábrica y la meseta castellana; paso entre el carbón y el cereal; paso entre el verdor y el secarral; paso entre la alfarería y la agricultura ambas con origen más allá de la memoria escrita. Guardo, regado por el Carrión camino del Duero a través del Pisuerga, crecida localidad desde el misterioso inicio de los castros hasta los nobles palacios que contemplamos en sus calles, pasando por el latino “Bucca ad ardum” (boca de las alturas) y más tarde Buardo.

Javier Agra