En esta jornada, el Camino Olvidado propone dos posibles variantes. Pepe y yo optamos por la ruta más corta. Nos enredamos unos minutos en la búsqueda de un bar para tomar energía de café y otras viandas, pronto desistimos del empeño pues nuestras pesquisas e interrogaciones resultaron infructuosas.
De nuevo cuesta arriba, es curioso que la mayoría de las jornadas del Camino comienzan superando cuestas más o menos pronunciadas. Primero por la carretera y enseguida entramos en una senda entre robles, así durante el primer kilómetro subimos con algún ave trinando y sobrevolando nuestros pasos seguramente para animar la mañana, hasta culminar en la explanada de la ermita santuario de la Virgen del Carmen y Cristo de Amparo, con orígenes en el siglo XII (el conjunto actual es del siglo XVIII) como hospital de peregrinos y parada de reposo de los viajeros a Santiago de Compostela y a Santo Toribio de Liébana.
Ermita Santuario del Cristo del Amparo.
Como todo santuario que se precie también tiene sus leyendas: Cuentan que un castillo de Guardo, hoy desaparecido, existía un Cristo sin brazos; un niño llamado Miguel Santiago iba a visitarlo asiduamente; entristecido por la falta de sus miembros, el niño le construyó unos brazos articulados. Andando el tiempo, el niño se hizo mozo y se dedicó al traslado de mercancías en una mula. En uno de sus viajes, cruzando el Esla por Gradefes, la riada lo arrastró poniendo en peligro su vida. El niño, ahora adulto, se acordó de su Cristo amigo y le prometió construirle una casa si lo libraba en aquel apuro. Una vez salvado, comenzó la edificación del templo que hoy conocemos. En otra ocasión, a una pastorcilla se le hizo noche cerrada en aquel paraje; la niña se acurrucó lo mejor que pudo pero comenzó a escuchar ruidos infernales y acudió al Cristo del Amparo, quien envió a su madre la Virgen del Carmen para que cuidara con su manto a la muchacha, se sintió tan protegida que durmió toda la noche hasta el amanecer en que con la luz del sol huyeron los malos espíritus y la joven pastora pudo continuar tan feliz con las tareas de su vida.
Otra vista del Santuario.
Seguimos por pistas y cortafuegos hasta alcanzar San Pedro de Cansoles, estos fueron frondosos pinares y fértiles valles; este conjunto de inmensa visión que ensanchaba el alma es hoy desolación y angustia, el alma se contrae en el estupor de lo que es un paraje asolado por el fuego de una extensión hasta donde la vista alcanza. En oracional silencio, con la música de la Cantata 131 de Juan Sebastián Bach (Eisenach 1685 – Leipzig 1750) que reproduce parte del salmo 130 “Desde lo hondo, a ti grito, Señor” cruzamos el pueblo entre sus casas quemadas y recordamos el final de la Cantata, entonado por el coro: “Ten ánimo, confía en el Señor, pues de Él viene la salvación, la redención copiosa. Te librará de todos los males”
Casa quemada en San Pedro de Cansoles. Con respetuoso silencio, para memoria perpetua y en la esperanza de la reconstrucción y la victoria de la vida.
Llegamos, después de una serena y constante bajada, a la localidad leonesa de Valcuende, aquí no llegó el fuego. Cuentan que por estos montes leoneses se escondían y danzaban las brujas de antaño en las noches de aquelarre. No vimos ni brujas ni persona alguna, sino un “ramos leonés de la navidad” adosado a un desvencijado muro.
Bajada hacia Cegoñal entre tupida fronda.
Más allá está Cegoñal de sosegado camino entre sombreados robles, tupida fronda donde muy bien pueden corretear numerosos animales a su solaz sin ser molestados por los pocos y silenciosos caminantes que vamos llegando a Puente Almuhey con su puente medieval sobre el río Cea y la ermita románica de Nuestra Señora de las Angustias, coronada por la cruz hospitalaria de los Caballeros de Jerusalén.
Puente medieval sobre el río Cea, en Puente Almuhey.
Aunque el municipio tiene la “capital” en Valderrueda, todo el Ayuntamiento y sus gestiones se realizan en esta localidad de Puente Almuhey que además cuenta con un muy nuevo albergue de peregrinos, donde hoy solamente nos alojamos nosotros dos. Fuimos muy bien recibidos por su alberguista, Rosa de quien solamente se pueden contar maravillas. Puente Almuhey respira Camino de Santiago, los peregrinos nos sentimos abrazados por toda la población que cuenta con tradición acogedora; ya el Catastro de Ensenada (1752) señala el origen del pueblo en “un hospital en el lugar que llaman Puente de Muhey que sirve para acoger enfermos y pobres…”
Ermita románica de Nuestra Señora de las Angustias, coronada con la cruz hospitalaria de los Caballeros de Jerusalén.
Javier Agra.
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