miércoles, 15 de octubre de 2025

CAMINO DE SANTIAGO 14 LEÓN


… Y finalmente llegamos a León.

Este año no haremos más Camino salvo el continuado camino interior que nos lleva hacia la conversión y la conciencia de que somos personas siempre en movimiento hacia la eternidad.

Desde Robles de la Valcueva cuando el sol despliega sus pinceles sobre los montes redondos de estos parajes para dibujar las bandadas de pájaros que pasan en imperceptible vuelo silencioso, las margaritas y las flores todas de la ladera, los robles que amarillean a esta altura del otoño, cuando el sol explosiona en luz sobre la naturaleza entera y llena de reflejos y de brillos de múltiples colores el mundo del entorno, Pepe y yo llegamos al apeadero para esperar al tren que nos llevará a León.

Pepe y yo dejamos de ser peregrinos del Camino Olvidado de Santiago, para continuar el peregrinaje de la luz y de la paz; silba lejano el tren y de pronto aparece tras una curva como un tropel de caballos que quisiera pasar por encima de nuestros frágiles cuerpos; lentamente disminuye la velocidad y se para, con una respiración casi quejumbrosa, a nuestro lado. Pepe y yo pensamos que el tren agradece que esperemos en el apeadero para poder él detenerse y descansar de su trote entre el hierro y las rebollas.


La luna y el anochecer en el interior del claustro de la Catedral de León.

El tren emplea una hora en llegar a León.

Ahora estamos paseando nuestras mochilas y nuestros recuerdos por estas calles visitadas en otras ocasiones con motivaciones diferentes. Pero hoy hacemos los últimos kilómetros de los peregrinos que estamos dejando de ser. Los árboles de Papalaguinda, eterno paseo donde desde antaño llegaban los enamorados a “palpar la guinda” entre charlas, silencios y arrumacos; el Bernesga que después de sus carreras por el Puerto de Pajares y sus peñas saltarinas, llega hasta la ciudad con la serenidad de los chopos y los sauces; nos dan sombra y sosiego de hojas y de agua.


Catedral de León.

San Marcos allá a al fondo, donde vivieron reyes, donde sufriera cárcel el poeta de las sátiras, la picaresca, los duelos… Quevedo siempre disputado y sublime siempre. También nosotros nos sentamos para acompañar al peregrino de bronce que pasa sus días aguantando solaneras y chubascos, calores y ventarrones… peregrino que recuerda nuestra incesante vida.

La Plaza de Guzmán el Bueno (señala con su mano hacia la estación como diciendo: “Si no te gusta León ahí tienes la estación”), La Avenida Ordoño II que reinó en León durante diez años y permanece enterrado en la Catedral, San Marcelo plaza historiada con el templo dedicado al patrón de León San Marcelo, la Casa de Botines obra de Gaudí, el Palacio de los Guzmanes y otros edificios de hermosa factura, San Isidoro de grandiosa edificación románica en el que destaca el Panteón de los Reyes con una policromía llena de luz. Más allá el arco de la Cárcel, puerta testigo del asentamiento de los romanos en la ciudad, con las modernas aventuras de “El Genarín”  y otros barrios de León que se salen del “mapa turístico”.


Claustro de la catedral de León con esculturas de los apóstoles. El primero es San Juan, el segundo San Judas Tadeo

El Barrio Húmedo y la ciudad vieja para almorzar, tomar un vino con los inmensos pinchos que acompañan, visitar murallas de diferentes épocas de la historia… León del turismo, del silencio, del bullicio, del arte, del recuerdo, de la humanidad entera esculpida en estos muros y estas calles durante siglos…

Y la Catedral, dedicada a Santa María de Regla, de larga historia hasta su estructura actual de un gótico admirable y admirado por multitud de visitantes y también por  decenas de peregrinos que en ella confluyen cada día para hacer turismo o para orar. Aquí permanecí una largo tiempo en oración incluida la participación en la eucaristía. La Catedral, luz celeste entre nosotros para recordar que en pocas horas regresaremos al hogar, sabedores de que continuamos nuestra peregrinación hacia el Hogar eterno de la altura, de la luz, de la igualdad, de la paz…

Javier Agra.

 

miércoles, 1 de octubre de 2025

CAMINO DE SANTIAGO 13 LA DEVESA – ROBLES


Salimos, aún con la claridad tenue de la luna y la Osa Mayor en todo su esplendor en este limpio cielo del amanecer castellano, por la carretera que une La Devesa con La Losilla hasta las vías del apeadero del tren, para continuar el marcado camino que continúa paredaño a la vía hasta entrar en Boñar  después de pasar La Vega de Boñar. Dicen que antaño por La Losilla había buenas aguas para curar el reuma y por aquellas cercanías estaba el Monasterio de San Pedro de Eslonza, hoy en estado absolutamente ruinoso que fue gloria arquitectónica y cultural de pretéritos siglos. La Vega de Boñar tuvo su importancia en otros siglos, en terreno y en población, hoy está integrado en Boñar que es la localidad más populosa que encontramos en nuestro Camino Olvidado desde que salimos de Cistierna.


Plaza de El Negrillón e iglesia de San Pedro.

Con ritmo de jota aprendimos siendo niños aquella coplilla de Boñar que dice: “Dos cosas tiene Boñar / que no las tiene León: / el maragato en la torre / y en la plaza el Negrillón” Hoy aquel voluminoso negrillo se ha secado y queda su tronco como recuerdo y las gradas de piedra alrededor. Es un buen pueblo de verano para acercarnos hasta Riaño y otros preciosos lugares de Picos de Europa, para subir a Pico Cueto o pasear por el río Porma.


 Al amanecer, el cielo se viste de colores como si el cielo nos mandara su fuego animosos para caminar siempre entre el entusiasmo y la libertad.

Continúa el camino por su Puente Viejo para adentrarse, de inmediato en el Barrio de las Ollas y caminar un largo trecho hasta Otero de Curueño; la comarca toma su nombre del río Curueño, río de leyendas antiguas, cascadas deslumbrantes, paisajes agrestes, río literario: Julio Llamazares lo inmortalizó en su libro “El río del Olvido”.

Suena en mi corazón la Quinta Sinfonía de Gustav Mahler (Bohemia 1860 – Viena 1911) Con su inicio machacón, casi preocupante para terminar en apoteósicas melodías de esperanza y vida fértil, cuando llegamos a La Vecilla con su torreón cilíndrico que formó parte de las posesiones de los Condes de Luna, hoy sede del Ayuntamiento y su templo del siglo XVIII bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción con un hermoso retablo barroco. 

 

Robles de la Valcueva, visto desde el apeadero al final de nuestro Camino Olvidado de Santiago. Desde aquí nos vamos para León en el tren de vía estrecha, el antiguo y eterno "tren de la Robla" que llevaba carbón desde estos lugares hasta los Altos Hornos de Bilbao.

Estamos en los valles del Torio y del Curueño, de antiguas vías romanas, tierra de los Guzmanes, de lobos y de misterios de otros siglos… Campohermoso, Aviados que susurra historias medievales en las ruinas de su castillo casi invisible, La Valcueva, Palazuelo de la Valcueva van pasando entre rastrojos y praderas, entre arroyos y oteros por donde aparecen cada cierto tiempo algún corzo paciendo sereno entre las sombras y las alfalfas mientras los dos peregrinos caminamos carreta adelante cada vez más cubiertos de sol y de sudor, cada vez con más ganas de llegar a Robles de la Valcueva donde hoy damos término a nuestra jornada y, acaso, a las andanzas de este año por el Camino Olvidado de Santiago.

Javier Agra.

 

 

lunes, 29 de septiembre de 2025

CAMINO DE SANTIAGO 12 CISTIERNA – LA DEVESA


Un suave airecillo perezoso camina a nuestro lado por las aceras de Cistierna buscando la salida para continuar esta mañana mientras titilan las últimas estrellas difuminadas ya con el albor primero. Cruzamos la vía estrecha del tren de mi niñez y enfilamos entre huertas y casas dispersas el camino y la carretera camino de Sorriba, población por la que no pasaremos.


Puente del Mercadillo.

El Esla hace reflejos de ola en las aguas retenidas en un pequeño azud mientras nos detenemos unos instantes sobre el medieval Puente del Mercadillo que ya sirvió (otro anterior, claro) para el paso de una calzada romana y éste como paso de la vía Vadiniense del Camino de Santiago. Puente de Mercadillo ¡cuánta historia has visto y cuántas leyendas nos transmites!

Entre tiernos salgueros y robustos chopos, nos despedimos del Esla; más adelante dejamos la ruta que sigue hacia San Pedro de Foncollada, carretera adelante, y nos adentramos en el monte por el camino que va hacia Yugueros entre cuyas frondas aún permanecen espaciados claros de pasto y de antiguos sembrados, hoy barbecho donde casualmente vemos un zorro que parece querer seguir nuestro camino a una distancia prudencial. “Los árboles y genistas que brotan espontáneamente son lozanos, bellos y corpulentos, porque debajo del suelo en que nacen está la naturaleza la magna mater Deméter para sustentarlos” (Publio Virgilio Marón. Geórgicas II).

Próximos a Yugueros encontramos “el roble del Rezadero” donde antaño se juntaban las gentes del pueblo al caer la tarde, después de sus cuidados con los ganados del monte, y en comitiva salían hacia el pueblo rezando el rosario. La distancia a Yugueros “pues eso, un rosario”. A mí, se me antoja pensar que también les daba un poco de tiempo para conversar pues aún con las letanías, no me parece tan largo el rosario.


El Roble del Rezadero, en el camino hacia Yugueros.

Tiene Yugueros suficientes restos arqueológicos para poder asegurar su importancia en el imperio romano, hoy es un pueblo de menos de cien habitantes; como muchos de los que le rodean decayó con el cierre de las minas de carbón. Su templo de EL Salvador tiene un magnífico retablo del siglo XVI restaurado en dos mil once.

Desde que salimos del pueblo comienza una pendiente pronunciada hasta la Ercina con las vías del ferrocarril a nuestra vera. Fue esta una localidad próspera hace décadas, aquí el tren hullero cargaba muchos de sus vagones que llevaban el carbón hasta los Altos Hornos de Bilbao; aquí llegaba yo para subir al tren camino de Cistierna a recibir la medicación cada semana durante ocho meses y algún año después a subir al tren camino de Bilbao; a la Ercina vine con mi madre a ver la primera película de cine cuando el “ambulante” llegaba a proyectar en el salón del ayuntamiento; aquí bebí la primera gaseosa en uno de los tres bares que en aquellos años funcionaban asiduamente. Hoy La Ercina es silencio y soledad.


Acisa en invierno, desde la ermita de San Hipólito. Esta fotografía es de hace dos inviernos cuando pasé de modo fugaz por el pueblo donde comencé a nacer.

Desde aquí hasta Acisa el alma se me llena de recuerdos de infancia… pueblo modelo de autogestión. Podemos entrar al edificio que fue la escuela, aquí desde hace varias décadas, quien lo sabe puede llegar coger la llave abrir la perta servirse un botellín comer un helado sentado en el exterior al sol o al abrigo del viento en su interior dejar las monedas de lo consumido y continuar su camino.


Iglesia de Santa Marina, donde se celebra la eucaristía cada domingo y festivo para los pueblos de Acisa y de Barrillos. En su magnífica torre se pueden observar vestigios templarios y de antiquísimas evidencias jacobeas. Es el templo de mi niñez.

Contemplamos el pueblo desde la altura de la ermita de San Hipólito mirando las montañas lejanas, los valles cercanos, las casas inmediatas; en Acisa saludé a varias  personas conocidas de mi infancia, entré en dos casas donde encontré hoy ancianas a personas ágiles en mis recuerdos infantiles… Continuamos hacia Barrillos por el antiguo camino por donde íbamos antes de construir la carretera. Pasamos por el templo de Santa Marina, en cuyo pórtico nos juntábamos los dos pueblos los domingos para la eucaristía y el concejo posterior. Me asomé al cementerio en el que reposan los cuerpos de mis padres… Llegamos a Barrillos. A este pueblo nos trajeron siendo niños para vacunarnos de la Viruela, aquí vi por primera vez un yogur siendo ya un “rapaz”…


Fuente de La Chopa, en La Devesa.

Dejamos los otros pueblos de Las Arrimadas (El Corral, Santa Colomba, Láiz), pues quedan a desmano de este Camino Olvidado de Santiago y continuamos camino a La Devesa donde entramos buscando Casa Jandro, albergue de peregrinos recién estrenada. La atención y el cuidado por parte de Marian fueron magníficos más allá de cualquier posible elogio. Tiene La Devesa “teleclub” en las antiguas escuelas, que abre algunas horas durante las tardes. Conserva el lavadero, alguna fuente, el templo dedicado a San Pedro…

Javier Agra.

 

viernes, 26 de septiembre de 2025

CAMINO DE SANTIAGO 11 PUENTE ALMUHEY – CISTIERNA


El río Tuéjar sale a nuestro encuentro poco después de abandonar Puente Almuhey cuando posamos la última mirada sobre el Cea y su puente medieval. Los primeros kilómetros de esta jornada son llanos entre robles y matorral diverso hasta llegar a Taranilla, que proviene según dicen de “Taranis” el dios celta de los truenos y las tormentas, de la luz y del cielo, que dominaba también los ciclos de la vida.


Laguna natural en San Martín de Valdetuéjar.

Continuamos monte adelante mientras el sol va tanteando en amarillos pálidos nuestras pisadas por senderos agrícolas, salimos a una amplia explanada ocupada por una soberana laguna donde encontramos un par de autocaravanas acampadas (según nos explicaron, es este un lugar muy frecuentado por quienes desean unas jornadas de sosiego y naturaleza); el sendero nos conduce hasta una campa de buenas proporciones donde seguramente trillaron durante cientos de años los habitantes de San Martín de Valdetuéjar, localidad a la que entramos después de pasar por una espaciosa nave donde una multitud de cabras sesteaban o esperaban para salir a mejores pastos. A la puerta encontramos un camión para transportar leche, por lo que colegimos que es una granja no pequeña.


Templo románico de San Martín de Valdetuéjar.

El templo románico de San Martín de Valdetuéjar está declarado monumento histórico-artístico. Sobre la puerta nos recibe una inscripción latina cuyo texto en español reza así: “Esta es la casa de Dios firmemente edificada, está cimentada sobre la piedra firme. San Martín ruega por nosotros”. En su torre (a la altura frontal de la segunda fila de pequeñas ventanas, comenzando desde abajo) están esculpidas dos sirenas que cuentan la leyenda de dos mozas peregrinas que se amancebaron con dos frailes del hospital de peregrinos que a la sazón había en el lugar y fueron transformadas en sirenas para eterna advertencia. (Ignoro si fueron transformados los monjes que seguramente también tendrían su parte activa en el asunto). Sea como fuere, el templo es majestuoso y digno de una parada.


El Santuario Nuestra Señora de Velilla se alza en medio de un bosque de inmensos robles, cuando los peregrinos inician la subida y aún sus pies están gozosos; notan también el respiro espiritual de este lugar solitario lleno de vida y energía. Enseguida asomará allá abajo La Mata de Monteagudo, población por la que no pasaremos en nuestro Camino de Santiago.

Medio kilómetro más allá, entre prados de alfalfa, cadencia de multitud de trinos de aves y el leve sonido del Tuéjar, llegamos a Renedo donde aparece de sopetón una asombrosa muralla en muy buen estado, restos del palacio del Prado con vida entre los siglos XV-XVIII. Después de una curva del camino nos topamos con el templo de San Cipriano y casi sin enterarnos abandonamos la pequeña población de Otero de Valdetuéjar para continuar carretera adelante hasta el desvío del Santuario de Nuestra Señora de Velilla.


Inmensos robles pueblan esta ruta, se asoman a nuestros senderos, conversan con el peregrino…

A partir de este punto y hasta Cistierna, el camino se hace montaña entre tupidos y fornidos robles por donde pastan, saltan, aúllan, serpentean… numerosas especies de animales que muy pocas veces aparecen ante la mirada de los humanos. La montaña se agranda entre colores de niebla y firmamento, entre sonidos de vendaval y sosiego, entre la brisa tenue que remueve las hojas y las nevadas furtivas que esconden caminos y huellas. La senda que circunda la montaña de Peñacorada es de una hermosura que deja a los peregrinos en éxtasis de naturaleza y eternidad. Por aquí pasaron hace siglos legiones romanas, osos de antaño, visigodos de reciedumbre incontestable, siglos de humanos lejos de sus hogares buscando vida salvaje; hoy estamos dos peregrinos respirando naturaleza, siglos, fortaleza, filosofía antigua, ciencia, palabra que se hizo idioma y saltó más allá del mar, respirando instantes y eternidad…


Arriba, entre la luz y la niebla, las cumbres de Peñacorada llenas el espacio de misterio y de canciones.

Al albergue de peregrinos de Cistierna llegamos después de un descenso infinito, con los pies asustados de tanto frenar la bajada. Esta etapa del Camino Olvidado acumula un desnivel superior a los mil metros y se sitúa en el podio de las etapas de más desnivel de todo el Camino. Está cuidado el albergue, aquí nos encontramos con una peregrina que hacía camino a Santo Toribio de Liébana pues estamos en un cruce de caminos y aún otra ruta pasa por aquí que llega a Oviedo a venerar el Santo Sudario.

Javier Agra