viernes, 8 de agosto de 2008

PEÑA PRIETA

Primera vista de Peña Prieta. (Cada vez que la veo me quedo de nuevo asombrado)

Hemos llegado a Guardo, lugar de reunión de la comitiva. Esta vez somos cinco humanos. En casa nos guardan las espaldas con nuestras perrillas, cuando viajamos para más de un día no las llevamos. Es un pueblo potente para lo que se da en Castilla. Guardo, en fiestas, tiene completas todas las plazas hoteleras. No importa, hemos compartido paella y café y seguimos viaje hacia Camporredondo, Hostal Tía Goya, aquí está nuestro sitio de esta noche.

Un paseo por el pinar de Velilla, también llamado de Peñamayor. Los carteles nos anuncian que solamente éste y el pinar de Lillo son lo que queda del monte autóctono de antaño. De modo que lo recorremos con el recogimiento de quien está celebrando un rito de comunión ancestral con toda la humanidad y la historia de estos lugares.

Madrugada de grillos y gallos, silencio y bostezos del amanecer. Nos acercamos en el coche hasta Cardaño de Arriba, diminuta aldea - a mi me parece pueblo de toda la vida, pues tiene el tamaño de aquellos en los que yo comencé a nacer y recorrí los diez primeros años -, un aparcamiento permite dejar el coche en la margen derecha del río de Las Lomas (la izquierda en el sentido que llegamos en el coche). Botas de montaña, mochila, el sendero nos hace los primeros guiños y lo seguimos pisada a pisada. Acercarse a la falda de la montaña lleva su tiempo y diversas consultas de mapa. Verdor y sonoridad de agua, el corazón está botando en el pecho, más por emoción que por fatiga en estos primeros momentos. Diminutas cascadas, prados verdes, madrugadores animales, aves trabajadoramente festivas se abren paso a esta primera hora de la mañana. Con el sol se ensancha el espacio, la luz nos muestra una cascada y la impresionante montaña de Palencia gana en verdor y brillo.

La ascensión se hace más dura, es preciso superar el primer desnivel serio, una parada para la crema protectora, la gorra. ¡Detalles! Muchas veces en la vida nos salvan los detalles, que son como el cimiento sobre los que se levanta el edificio de la acción de cada día, una oración en silencio, una palabra y el beso que me traigo de Aurora aparecen ahora por los recovecos de la mochila para impulsar la marcha hasta la cumbre.

¡Qué grandiosa es la montaña de Palencia! ¡Qué circos tan ingentes! Es la bella desconocida, asegura Jose. Acaso así dure más años su misterio, cuenta Ana. Estoy embelesada, sentencia Elisa. Juan Pedro no dice nada porque va contándonos cosas de los pájaros que andan, vuelan y saltan a nuestro alrededor como si nos conocieran de toda la vida. Yo no digo nada, porque aún estoy con la boca abierta de la emoción.

A la altura de la laguna de las Lomas, nos desviamos a la derecha y atacamos la fuerte subida serpenteando entre la piedra suelta de la inmensa ladera. Ahora no somos más grandes que los tritones que quedaron en el riachuelo, o las lavanderas de mirada rápida y brillante cola, no somos sino otra piedra piedrecilla con movimiento ascendente hacia el cielo de Palencia. Por fin el collado. Aquí más signos y palabras de admiración hacia Fuentes Carrionas y sus neveros, el hilo de agua donde nace el Carrión ha conquistado el valle. Inmensa hoya circular. Fatiga y asombro. Aquel es el pico de nuestro final de ascensión.


Pasamos por el Tres Provincias, unos metros menor: Palencia, León y Cantabria se abrazan sobre esta cumbre. El abrazo de la tierra que no cambia de luz, ni de aire, ni de sol. El saludo de los distintos grupos de montañeros, a esta altura no tenemos Autonomía, ni Nación. A esta altura la esperanza se une, la ilusión se contagia, la fuerza en la mirada es sosiego de futuro. Todos hacia adelante, otro paso, ya no estás solo, han subido otros y tu tienes que dejar huella para los siguientes. La montaña es la vida, el sendero se va marcando en cada generación.

Peña Prieta, nieve e ilusión. El abrazo y la foto de recuerdo. Desde aquí somos una parte de Picos de Europa, alargo la mano y toco el Curavacas, pongo mi dedo sobre el Naranjo de Bulnes (Picu Urriellu), escucho las pisadas de las cabras de Peñasanta. El mar y la sierra se han juntado en mi corazón. Hemos llegado juntos, los más veloces esperaban, los más lentos insistimos en nuestro paso constante. En la cumbre un refrigerio, ágape compartido con las criaturas del cielo, de la tierra y del agua, comunión universal en la vida y la esperanza.

Javier Agra.

2 comentarios:

  1. No entiendo como mis comentarios a tu blog no quedan registrados. Me maravilla toda la maravilla que tú ves y desvelas con tus palabras, comunicación transparente y bella. Me has acercado al misterio. Misterio de creación renovada a cada instante.Misterio de pertenencia a la madre tierra. Misterio de relación con todos los seres del Universo. Gracias

    ResponderEliminar
  2. Volver a subir Peña Prieta contigo, esta vez de la mano de tus recuerdos, ha revuelto los míos con un soplo de aire serrano.
    Gracias, querido Javier.

    ResponderEliminar