sábado, 31 de enero de 2009

PEÑALARA II

Recuerdo haberte comentado que la subida a Peñalara es sosegada, es verdad que llegamos a dos mil cuatrocientos treinta metros - la cumbre más alta de Madrid como te cuento - pero iniciamos la ruta desde el Puerto de Cotos a mil ochocientos treinta metros (estos datos, los se porque están en los mapas; si bien es verdad que yo no los necesito, siempre que esté Jose cerca. Jose además de ser un certero montañero es un avezado y sabio conversador).
Otra cosa es que subas Peñalara, por los pinares de Valsaín, desde la Granja. Eso entra dentro de las jornadas duras de montaña. Dejémoslo, pues, desde Cotos. Como da tiempo para la contemplación y el recuerdo, me viene a la mente, en este pasea, la única vez que, en mi infancia, estuve en Morgovejo: llegar desde Acisa a La Ercina para que nos llevara el tren - aquel viejo tren de carbón de la Robla a Bilbao - ya era un acontecimiento; llegar a Puente Almuey, bajar del tren y llegar a Morgovejo por una traqueteante carretera, era más aventura que hacerse una ruta por el misterioso Amazonas. Seguramente iríamos para que mi madre bebiera aguas sanadoras. Fue la primera vez que vi los eucaliptos, de los que había oído hablar como árboles de hojas curativas.
Una vez que estés en Peñalara, puedes regresar por Los Claveles hasta la Laguna de los Pájaros: lo he hecho yo, de modo que no puede ser muy complicado. Es más largo y acaso haya que agarrarse varias veces a unas peñas escabrosamente colocadas; pero la ruta ... las vistas ... el camino nuevo ... la magia de superar otra meta ... Es como cuando de niño iba con mi madre hasta la mina de carbón donde trabajaba mi padre, cada año a los mineros les daban una cantidad de carbón para el uso doméstico. Salíamos aún con las estrellas, con algo para comer y la esperanza de no entornar el carro con las vacas. Empleábamos el día entero. La mina estaba al otro lado de Sobrepeña, más allá de la llanura que visitábamos alguna vez para ver fósiles: allí me contaban mis hermanos mayores que, en alguna era prehistórica, aquello había sido mar. Once años tenía la primera vez que vi el mar, y me sorprendí; lo imaginaba de piedra, hierbas y fósiles como los misterios de Sobrepeña.
El regreso a Cotos, desde la Laguna de los Pájaros es un suave paseo. Todo el circular puede ocuparte unas seis horas. El final en Venta Marcelino es una maravilla de sonrisas montañeras.
Javier Agra.

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