lunes, 14 de junio de 2010

LA CUERDA LARGA (y II)

La Cuerda Larga avanza por la Loma de Pandasco entre la nevada y los guijarros, entre musgo y vuelo de buitres. Ya no se cuentan los pasos, hace un tiempo que estamos viendo Hierro Mayor, cuando llegamos a su falda descubrirnos – apenas sin darnos cuenta – la vida cuesta arriba. Se nos está terminando el tiempo de la constante indecisión: piso la nieve, estudio otra profesión, piso por el sendero, vagueo un poco y ya seré formal después… Ahí estamos, todos los que salimos, codo con codo hacia la ascensión, compartido el ánimo, entramos por donde otros habían situado su huella. Otros pasaron antes, nosotros dejaremos pisadas anónimas para la historia posterior.

 En Hierro Mayor, la cencellada ha dejado esta forma caprichosa en el vértice geodésico.

Cuesta arriba, hacia Hierro Mayor, solamente está la nieva, debajo el sendero que hemos ido formando con los años de idas y venidas. Solamente hacia lo alto, la cumbre de la edad adulta está allí donde el vértice geodésico marca lo irreversible. La fatiga del camino ha dado como fruto el abrazo de la cumbre. Cuesta arriba, siempre hacia la cumbre, tenemos tiempo de pensar y sentarnos, de empujar otra vez y retomar las ilusiones. Respiración y sueños, abajo quedó lo que fue ayer y nos espera arriba nuestro mañana.

Aquí estamos sentados, mirada con mirada: años de hipoteca, ahora llegarán los hijos, el horario compartido, nuestro lado de la cama, los besos en medio del descanso y despertar juntos cada madrugada. Breves bajadas – bajones y problemas – y otra vez cuesta arriba: Hierro Menor. Una parada, entre la nieve y el sol, para comer juntos el pan caliente; una pausa para la reflexión y seguimos juntos, mano a mano, mi fatiga y tu sudor van juntos más allá de los imaginado, ahora los proyectos están tomando verso y libro impreso. Vamos juntos de la mano, las cuestas que esperan ya son menos – lo pasado no regresa – pero la fatiga va en aumento; ahora necesito oír tu respiración junto a la mía para que el ánimo sigua firme a cada paso.

 Hierro Menor. Tiempo para la comida y el reposo.

Valdemartín. Otro esfuerzo ¿Nos acostumbraremos al esfuerzo? Después de descender unos cuantos metros, tenemos, de nuevo, otra cuesta que superar: aquí llega una operación, la crisis de la tristeza, una mirada sin respuesta y la misma pregunta que martillea el alma desde aquella adolescencia ya lejana: ¿me quiere, no me quiere? Es la pregunta eterna, la respuesta del amor que pone el brillo de la nieve, con este destello de sol, sobre el rostro que tú amas y en los labios que te aman. A la derecha, los remontes de las pistas de esquí; a la izquierda Ventisquero de la Condesa, con el nacimiento del Manzanares… y entonces nos paramos para sorprendernos de nuevo, después de tanto tiempo de marchar juntos, porque siempre nace algo nuevo, aunque la jornada esté llegando a su final.

Como hoy que ya estamos subiendo hacia la última cumbre: el alto de las Guarramillas, popularmente conocido como Bola del Mundo. Aquí nos esperan quienes salieron, hace ya muchas horas, al mismo tiempo que nosotros; nos vamos esperando unos a otros, acompasamos el paso, acompasamos el tono de la voz, acompasamos la respiración. Estamos en la última cumbre. Ahora ya solamente nos queda el descenso final, allí abajo donde la montaña es cemento y asfalto, confluimos todos. Tal vez, nuestra jornada ha sido más larga, más breve, más esforzada… Todos estamos ya llegando hacia los coches, la mirada feliz, el corazón palpitando fatiga y lumbre… paso a paso… ahora si podemos contar los breves instantes que nos restan… estamos llegando todos, cuando el sol toca ya las cumbres con sus finales rayos. 

 Un último esfuerzo.

Se acabó. Pudimos haber realizado otros recorridos. Tendrá que ser en otra ocasión. No hay tiempo para más. Pero tenemos el gozo de la marcha compartida y las huellas que dejamos para otros que – tal vez mañana – quieran ponerse nuestras botas y soñar la vida a través de la Cuerda Larga. A nosotros solamente nos queda el regreso a casa. La seguridad de la casa. Allí nos esperan, nos esperan siempre.

Javier Agra.

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