miércoles, 28 de diciembre de 2011

SIERRA MÁGINA (II)

Estamos pues en el Collado de los Cuatro Aguaderos. Al fondo se ve la Serrezuela y sobre nosotros Peña Jaén. El paseo por estos pastos es muy plácido. Ahora es tiempo de conversar y de mirar a lo lejos: Cazorla a nuestra izquierda con una invitación en sus dientes, en la lejanía las cumbres de la Península en la Sierra de Granada. ¿Estará Jose planeando próximas subidas aprovechando el sosiego de este acercamiento a Peña Jaén? 


 La Serrezuela en primer plano, al fondo entre la neblina Sierra Nevada.

Y más lejos se ve el infinito y se adivinan caminos de sueños, montañas sin nombre que cada persona va colocando en su vida, porque cada día es una cumbre que ponemos como asiento de nuestro caminar. Pasos anónimos que hacen colectividad cuando, dentro de varios siglos, quienes vivan entonces se pregunten por su pasado y estarán viendo nuestras aspiraciones y nuestros senderos recorridos.


Cortadas entre las rocas calizas, farallones, murallas y brechas forman la defensa de Peña Jaén. Pero nosotros somos conquistadores de sueños y gritos; vamos saltando de sudor en sudor, de silencio en silencio, de mar a mar hasta llegar a la paz del corazón y a la quietud de la brisa de las cumbres.


Ya estamos agarrados a la cruz de hierro, no hay más altura, es el máximo. 

Bajo nosotros quedan el esfuerzo y los comienzos dubitativos, quedan las sombras y los miedos; nos acompaña el triunfo y la carcajada silenciosa por la recompensa de las vistas, la música de la luz y alguna sonora avecilla que se ha atrevido a posarse entre las resistentes ramas de la cumbre. Al fondo Cárceles, Ponce y Almadén son tres orquestas que pregonan sus melodías de gloria a quienes llegan a estas sierras cada jornada. 


Cerro Cárceles desde la cumbre de Peña Jaén.




 Ante nosotros se despliega extendida la cuerda que nos llevará hasta Pico Mágina. 

Jose nos indica el parecido –salvando siempre las diferencias – con la caliza de Picos de Europa; entre estos abruptos senderos, por la caliza, tenemos que saltar de roca en roca como si fuéramos niños jugando al  “castro” que trae a mi mente imágenes borrosas de mi borrada infancia. Sorteamos lapiaces y dolinas, nos acercamos a lo que fueron pozos de nieve: ¿Cómo lo harían nuestros antepasados para bajar desde aquí con caballos y mulas?

Entre hitos, piornos, cumbres y senderos llegamos a Pico Mágina: dos mil ciento sesenta y siete metros. Ha paso más tiempo del que indicaban los libros, ha pasado menos tiempo del que se necesita para olvidar un dolor, ha pasado más tiempo del que se emplea en hacer feliz con una sonrisa, ha pasado menos tiempo del que se precisa para olvidar un amor. Tal vez el tiempo es magia y los relojes no marquen los mismos parámetros para cada circunstancia de la vida. Sea como fuere, ya hemos llegado a la cumbre que nos habíamos fijado, hemos recorrido la cuerda desde Peña Jaén a Pico Mágina. 

En esta añorada cumbre nos encontramos con otras personas. Somos muchos los que buscamos la altura. 

Mientras vemos Belmez y Bedmar y Jódar y Úbeda, comemos un bocadillo y la eterna ensalada mediterránea, a la que algún día tendré que glosar en sonetos y redondillas, nos reponen las fuerzas; las mismas fuerzas que parecen vencidas en las distancias y los caminos, pero que saltan de gozo cuando abrazamos el vértice geodésico de la cumbre dormida entre el tiempo y la mirada.

Volvemos. Retrocedemos hasta las cercanías de Peña Jaén, hacia la derecha un sendero difuso entre hitos invisibles marca un descenso penoso – ¡por aquí bajaban los antiguos cargando en sus caballerías la nieve! – hasta llegar a la pista. 

Peña Jaén desde los llanos del Arroyo de los Prados. 

Va cayendo el sol entre los arces y los quejigos, cuando volvemos a dejar atrás el Arroyo de los Prados, la fuente de los Aguaderos, el cortijo de los Cazadores nos permite ver de nuevo el Castillo de Mata Bejid que ahora parece recién conquistado por nuestros pies cansados y voladores más allá de ampollas y miedos, porque hoy ha sido un día de canto, de música y de silenciosa oración.

Agarrados a nuestras raíces como los quejidos del sendero, vamos buscando el futuro para construir juntos un tiempo libre donde manen ríos de paz.

Javier Agra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario