lunes, 12 de marzo de 2012

CUEVA DEL AVE MARÍA

Las pocas cuevas que hay en la Pedriza tienen sus mágicas historias. No resulta sencillo entrar en sus entrañas: La Cueva de la Mora, en las cercanías de Peña Sirio, por su difícil acceso; la Cueva de la Nieve es apta para cualquier montañero, pero queda alejada de la comodidad para la mayor parte de los habitantes de esta tierra porque está un paso más allá de quien busca solazarse en el plácido paseo de las riberas y los chopos del sendero; la Cueva del Ave María está cerca del hermoso pueblo de Manzanares el Real, es necesario adentrarse en la Senda Maeso y llegar al Collado de la Cueva, cuyo nombre nos recuerda que ya estamos próximos.

Hemos visitado la Cueva de la Nieve. 

-     ¡Mira, la cerca de piedra!
-     Solamente tenemos que seguir la senda que camina a su vera.
-     Pasaremos a la derecha de aquella gran piedra que corta nuestro paso.
-     ¡Cuidado! La aventura comienza.
Súbitamente, ante nosotros, la piedra se metamorfosea en ogro aguerrido y fortachón: ataca con su brazo de hierro; el caballero esquiva el golpe con un salto lateral; el ogro, sibilino y felón, lanza una roca del camino que el caballero detiene con la fuerza de su escudo entre quebrantos de algún hueso y roturas de sus armas.
Se precipita veloz, monte arriba, el caballero; lanza rayos el ogro; carreras; riñas; peleas…Ha sido una batalla memorable en medio del discurrir del sol hasta que el ogro agotado se acuesta arrebujado sobre la hierba, rehúye la pelea…el huracán se torna brisa, resopla el caballero, descalza sus espuelas y apoya en el suelo la adarga, se desembaraza de la coraza y bebe un sorbo de agua.
Continúa la marcha bajo el cálido sol que restaña sus doloridos pensamientos. Ahora podrá conversar con las avecillas y las retamas del entorno, todo tiene vida y se comunica, respiran el mismo aíre las aves y las personas, los vegetales y los insectos, las piedras y los veloces animales. La naturaleza entera lleva en volandas al caballero hasta las inmediaciones cercanas de la cueva.

Ahí está, en la pared entre sombras dibujada la Cueva del Ave María.

Ahí se ve.
El caballero ha llegado a su objetivo.
La sorpresa de un angustiado grito.
Una doncella en peligro.
Otra aventura

Un infinito dragón custodia la entrada de la cueva. El caballero reza el Ave María e implora la ayuda de María ante tan descomunal empresa como se dispone a llevar a feliz término. Un fogonazo del dragón le calienta la sesera y eso que se ha puesto crema protectora contra el fuego. Escala la sublime fortaleza, dragón y caballero ruedan por el suelo derrumbando peñascos, se levantan, saltan, ayes y lamentos de entrambas partes.


La fortuna está de parte del caballero. La princesa Montse, harta ya de tanta monserga de caballeros de pantomima y de dragones gorrones que la obligan a freír cada día los alimentos y limpiar la cueva, da un golpe de mano, expulsa al dragón de las inmediaciones con la fortaleza de su voz y el fuego de su mirada, libera al decrépito caballero y da por concluida la aventura de la cueva del Ave María.

Pero ahí está Jose para poner cordura en esta historia y en otras más; él que conoce atajos y veredas, nos conduce sanos hasta el final de la aventura, cuando el sol está llegando ya a la hora de nona.

Javier Agra. 

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