El aparcamiento de Majavilán, al fondo de las dehesas de
Cercedilla, está aún desierto esta mañana lechosa; cuestión de minutos, en poco
tiempo las pocas más de veinte plazas estarán completamente ocupadas por los
montañeros madrugadores. Después la multitud de personas y coches que vendrán a
pasar el día festivo a este hermoso y distendido espacio tendrá que buscar
aparcamiento en lugares inverosímiles.
Para hoy hemos elegido esta dosis de pinos y naturaleza más
allá del Puente del Descalzo que da inicio a la Calzada Romana; aquí ambos, con
sonrisas de historia y la tez tersa pese a los años, tal vez porque los mandó
adecentar Felipe V el animoso, aquel Duque de Anjou que dio inicio a la dinastía
de los Borbones en España aquel lejano dieciséis de noviembre del año mil
setecientos, que vino para ser rey de España, mantener la amistad con Francia y
la paz en Europa.
Diversidad de subidas posibles, porque desde las Dehesas de
Cercedilla, se pueden realizar multitud de marchas, todas hermosas, relajadas y
solemnes en su silencioso sosiego. Las más de las veces solamente las aves, o
la nieve rompiendo su estructura gélida para llegar a ser agua, son los únicos
sonidos que penetran en el alma peregrina de paseos y ensoñaciones; acaso te
toque un día en que han decidido hacer una excursión un numeroso grupo de
amigos bulliciosos que no han descubierto la paz austera de la montaña y rompan
el silencio con incontinente jolgorio no apropiado a la liberalidad pacífica de
los pinos, los arroyos y la naturaleza entera: a eso le llamaremos mala suerte.
Elegimos
el Camino Schmid. Notarás, avisado lector, que las fotografías que acompañan este
texto no son de una sola excursión; no te admires, el lugar es tan grandioso en
cualquier época del año, que hemos dejado nuestra huella en diferentes momentos
y siempre es más el gozo que nos entrega que la fatiga que nos exige.
Dejamos atrás la Fuente Antón Ruiz de Velasco. Pasamos a las Praderas de Navarrulaque donde es fácil encontrar montañeros de largo recorrido o excursionistas interesados en la belleza del conjunto que supone subir desde diferentes lugares hasta los Miradores de los Poetas. La Carretera de la República y esta altura lograda nos indican que seguramente
hemos dejado atrás la mayor pendiente, en la Sierra las subidas y los descensos
no se miden sino cuando ya están superadas; las piernas tienen la fuerza que el
entusiasmo las contagia. Hemos llegado a la Pradera de Majalasna, buen momento y buen lugar para sentarnos un instante en la fuente de frescor y vida
montañesa, el cuerpo agradece una pausa. Desde aquí tenemos la opción de seguir
hacia Siete Picos. Hoy continuaremos recorriendo la Senda de los Alevines que
es un respiro, terreno llano con algún salto entre las rocas para continuar
siempre el cómodo camino que nos llevará hasta el Collado Ventoso.
El Collado Ventoso es un encuentro de diversidad de rutas. El
Collado Ventoso es un recuerdo de Madrid misma, donde llegan gentes de
diferentes procedencias y nadie es extraño, aquí hemos interiorizado el viejo
refrán que reza así: “El buey no es de donde nace sino de donde pace” Por eso
nos encontramos tan cómodos en esta pradera que atravesamos, después de visitar
la Fuente de los Alevines, camino del Cerro Ventoso desde donde se agrandan las
vistas. Bajamos hasta la Fuenfría y regresamos hasta las Dehesas.
El tiempo en la montaña siempre invita a tomar la marcha desde la
calma; yo me aposento en el Descanso de los Ceballos, para la fotografía y para
aspirar conscientemente el silencio, la paz, el aroma, la palabra de la
montaña.
¡Ja, ja! Yo hice una ruta "bulliciosa" con un montón de sobrinos hasta el mirador de los poetas. Creo que es bonito romper el silencio con risas de niños. Muy buenos tus comentarios, y muy poéticos.
ResponderEliminar