domingo, 19 de octubre de 2014

POR LA PEDRIZA: CUEVA DEL MAQUIS



Entre la épica, la fantasía, la aclamación o la persecución, siempre habíamos conocido la vida cenobítica de personas solitarias cuyo destino y lugar de vida era la montaña y su misterio. En nuestras tierras se plasmó de muchos modos y después del mil novecientos treinta y nueve de un modo doloroso por violento y obligada subsistencia. La vida dura de los maquis fue una continuación entre la búsqueda y la necesidad.

Cueva del Maquis


Cerca de Mataelpino, en la Sierra de los Porrones de la Pedriza de Madrid está la Cueva del Maquis. Durante algunos años fue escondite de un grupo de cinco guerrilleros, parece que eran cinco, en torno a Adolfo Lucas Reguilón conocido como “Severo Eubel de la Paz”, el vivac de su refugio se conoce como Cueva de la Paz. Este citado maquis estuvo condenado a muerte, la pena conmutada por treinta años de prisión y finalmente salió en libertad condicional en el año mil novecientos setenta y dos, murió en mil novecientos noventa y cuatro después de escribir sus memorias por las que conocemos parte de sus acciones en diferentes momentos de su vida.

Llegamos, pues, a Mataelpino y caminamos calle adelante en paralelo a la sierra de nuestra izquierda hasta alcanzar la continuación ya con suelo de tierra, tras la última edificación tuerce el camino cuesta arriba por su pared trasera y, de inmediato, vira nuevamente a la derecha. El camino ya estará claro constantemente. A la derecha dejamos un pilón-abrevadero. Continuamos el amplio sendero, a nuestra izquierda, al fondo de la sierra, culminan las cumbres en la Maliciosa.

En algún lugar de nuestro viaje nos detuvimos un tiempo para contemplar la nobleza viajera de este buitre que se plantó sobre una alta roca para contemplar nuestro paso hacia la cumbre. Ahora, amigos lectores, juguemos nosotros y, en conversación, con el airoso buitre pongamos alguna palabra a su pensamiento. ¡Decidme las palabras del brioso buitre!

Otro desvío y nosotros a la izquierda como dicta el sentido común para no alejarnos de la cuerda montañosa; por una de las diversas salidas hacia nuestra izquierda encontramos marcados hitos por la Colada de las Covachuelas hasta una peña suficientemente grande coronada por una barra de hierro como para ser divisada desde la distancia; un par de metros  más adelante, cuando parece que empezaremos a bajar hacia el Descendedero de las Covachuelas, apunta el sendero montaña arriba en dirección al Alcornoque centenario en el Cancho del Espolón, guía segura de nuestra ruta.

La vida es un escondido sendero que hemos de descubrir y, no pocas veces, improvisar entre matorrales siniestros y resplandores de intuición. Hasta ahora la vegetación está enmarañada entre zarzas, helechos y matojos diversos. Unos pasos con dificultad nos traen al pensamiento aquella dureza  de la vida por diferentes circunstancias. Los maquis de la cueva que vamos buscando subieron hasta su refugio una pequeña imprenta y sus necesarios útiles para imprimir propaganda, pues parece que su intención fue siempre difundir ideas de libertad y nunca tuvieron acciones de violencia y sangre.  

Tronco quemado

Entre  dificultades menores y majestuosos pensamientos  llegamos al tronco quemado por un antiguo rayo, tronco que hoy es otra flecha apuntando al cielo de la Sierra de los Porrones en la Pedriza de Madrid para que ningún montañero pueda decir que pierde las referencias. Los buitres entonan salmos de vida en el cielo vestido de nebulosa esta mañana de octubre, posan su volumen sobre la roca como si quisieran premiar a los montañeros con una visión de su majestuoso corpachón.



Ocho brazos, cinco metros de diámetro después de salir de una angostura de piedra resquebrajada por los hielos y los siglos. El alcornoque centenario espera desde hace mucho tiempo que los humanos seamos capaces de superar nuestras diferencias por senderos de convivencia. Roquedo y alcornoque se fusionan en abrazo de imborrable presente, nace la vegetal vida de entre las entrañas duras de la roca, se abre paso en la dificultad y se ha constituido en árbol vivo para el futuro. La vida pone ante nuestros ojos ejemplos de fortaleza, convivencia, paz, libertad. Ánimo, es posible.

Desde la puerta de la Cueva, con respeto y esperanza.


Siempre hacia arriba, pocas trepadas más nos quedan. Se amplía la visión frente a nosotros con la montaña mostrando su gloria de luz y vuelo hacia un cielo abierto y libre. Allí mismo, escondida en las rocas de nuestra izquierda está escondida y expectante la Cueva de la Paz, Cueva del Maquis, cueva de recuerdo y respeto hacia muchas personas que construyeron con su vida y su actuación la búsqueda de una sociedad mejor para todas las personas y la naturaleza toda.

Javier Agra

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