miércoles, 27 de abril de 2016

CABEZA ARCÓN



Además de los variados cordales por los que transitamos los montañeros, la Sierra de Guadarrama tiene diferentes cimas exentas con frecuencias ocultas por la deslumbrante brillantez de las altas cimas. Son un tesoro de fantasía y sosiego, de senderos sinuosos y musicales, de paz y ambrosía; excelentes miradores desde los que divisamos renombrados picos del Guadarrama, Ayllón y aún Gredos. 

Cabeza Arcón desde el lugar donde aparcamos el coche.

Cabeza Arcón está en este grupo de pequeñas cumbres que podemos recorrer por separado en solazados paseos o bien combinar para que resulte una jornada de mayores dimensiones. Cerro de los Canteros, Cabeza Cristiana, el Pendón (acaso la cima más visitada de la zona por ser la más escarpada y de un poco mayor exigencia montañera),  son algunos de los puntos de cumbre por los que podemos disfrutar de una bella jornada de montaña. 

En el kilómetro doce y medio de la carretera de Miraflores a Bustarviejo, hay un aparcamiento desde el que comenzamos a buscar y encontramos un amplio camino que baja por la falda del monte hasta encontrar un cortafuegos al que accedimos deseosos de culminar Cabeza Arcón; puede ser un poco engorroso el citado cortafuegos con la tierra humedecida por la continuada lluvia de estos pasados días, pero los montañeros sabemos encontrar senderos secos juntos a los pinos.

Nuestra cima elegida no tiene pérdida, es siempre hacia arriba como el futuro y la vida que son cumbres a construir. En medio de nuestra ruta conviene detenerse para admirar las montañas circundantes, para escuchar a las aves. En este roquedal anida una familia de águilas que nos recibió con lastimosos quejidos, vieron nuestra cordialidad mientras conversamos con ellas y nos despidieron con vuelos y acrobacias de ánimo.

Terminó el cortafuegos que no los pinos. Sobre una planicie de hierbazal y roca nos paramos a contemplar la armonía de luz y silencio, de brillo y serenidad que se extiende por la Sierra, por el horizonte, por la respiración y las venas de la tierra; allí era el éxtasis y la quietud, allí el encuentro entre la sonrisa del alma enamorada y la libertad de fantasía que construye fortaleza para añadir al calendario de la vida.

Y llegamos a la cumbre. Mil quinientos cincuenta y ocho metros de aire y de paz sobre el nivel del mar, de relajada pausa y de futuro trabajado sobre el nivel del mar, de esfuerzo y sosiego sobre el nivel del mar.

Y en la cumbre nos sentamos a contar las hazañas de la tierra y de los siglos, de la nieve y las estrellas, de las semillas y del agua. Y en la cumbre conversamos cuerpo a cuerpo con el sol y con las nubes para rogar y tal vez para exigir la fortaleza y la paz. Y la cumbre que callaba entendía la palabra y la esperanza de un futuro feliz para todas las personas de la tierra.

Descendimos,  entre pinares y piedras a las que nombramos con nombres ya olvidados, con el valle del Badén a nuestros pies, hasta un collado donde dimos cuentas de la fruta y otros manjares en forma de frutos secos, regado todo con exquisita agua y sublimes pensamientos.

Estamos en el Collado desde el que comenzamos el descenso hacia Bustarviejo en un camino circular. Un rato después llegamos al GR-10 y cerramos el círculo de este bellísimo recorrido alejándonos del pueblo en ligera subida hasta el lugar donde nos aguardaba el coche entre la paciencia y los suspiros.

Javier Agra.   

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