Un suave airecillo
perezoso camina a nuestro lado por las aceras de Cistierna buscando la salida
para continuar esta mañana mientras titilan las últimas estrellas difuminadas
ya con el albor primero. Cruzamos la vía estrecha del tren de mi niñez y
enfilamos entre huertas y casas dispersas el camino y la carretera camino de
Sorriba, población por la que no pasaremos.
Puente del
Mercadillo.
El Esla hace reflejos
de ola en las aguas retenidas en un pequeño azud mientras nos detenemos unos
instantes sobre el medieval Puente del Mercadillo que ya sirvió (otro anterior,
claro) para el paso de una calzada romana y éste como paso de la vía Vadiniense
del Camino de Santiago. Puente de Mercadillo ¡cuánta historia has visto y
cuántas leyendas nos transmites!
Entre tiernos salgueros
y robustos chopos, nos despedimos del Esla; más adelante dejamos la ruta que
sigue hacia San Pedro de Foncollada, carretera adelante, y nos adentramos en el
monte por el camino que va hacia Yugueros entre cuyas frondas aún permanecen
espaciados claros de pasto y de antiguos sembrados, hoy barbecho donde
casualmente vemos un zorro que parece querer seguir nuestro camino a una
distancia prudencial. “Los árboles y genistas que brotan espontáneamente son
lozanos, bellos y corpulentos, porque debajo del suelo en que nacen está la
naturaleza la magna mater Deméter para sustentarlos” (Publio Virgilio Marón.
Geórgicas II).
Próximos a Yugueros
encontramos “el roble del Rezadero” donde antaño se juntaban las gentes del
pueblo al caer la tarde, después de sus cuidados con los ganados del monte, y
en comitiva salían hacia el pueblo rezando el rosario. La distancia a Yugueros
“pues eso, un rosario”. A mí, se me antoja pensar que también les daba un poco
de tiempo para conversar pues aún con las letanías, no me parece tan largo el
rosario.
El Roble del
Rezadero, en el camino hacia Yugueros.
Tiene Yugueros
suficientes restos arqueológicos para poder asegurar su importancia en el
imperio romano, hoy es un pueblo de menos de cien habitantes; como muchos de
los que le rodean decayó con el cierre de las minas de carbón. Su templo de EL
Salvador tiene un magnífico retablo del siglo XVI restaurado en dos mil once.
Desde que salimos del
pueblo comienza una pendiente pronunciada hasta la Ercina con las vías del
ferrocarril a nuestra vera. Fue esta una localidad próspera hace décadas, aquí
el tren hullero cargaba muchos de sus vagones que llevaban el carbón hasta los
Altos Hornos de Bilbao; aquí llegaba yo para subir al tren camino de Cistierna
a recibir la medicación cada semana durante ocho meses y algún año después a
subir al tren camino de Bilbao; a la Ercina vine con mi madre a ver la primera
película de cine cuando el “ambulante” llegaba a proyectar en el salón del
ayuntamiento; aquí bebí la primera gaseosa en uno de los tres bares que en
aquellos años funcionaban asiduamente. Hoy La Ercina es silencio y soledad.
Acisa en
invierno, desde la ermita de San Hipólito. Esta fotografía es de hace dos
inviernos cuando pasé de modo fugaz por el pueblo donde comencé a nacer.
Desde aquí hasta Acisa
el alma se me llena de recuerdos de infancia… pueblo modelo de autogestión.
Podemos entrar al edificio que fue la escuela, aquí desde hace varias décadas,
quien lo sabe puede llegar coger la llave abrir la perta servirse un botellín
comer un helado sentado en el exterior al sol o al abrigo del viento en su
interior dejar las monedas de lo consumido y continuar su camino.
Iglesia de
Santa Marina, donde se celebra la eucaristía cada domingo y festivo para los
pueblos de Acisa y de Barrillos. En su magnífica torre se pueden observar
vestigios templarios y de antiquísimas evidencias jacobeas. Es el templo de mi
niñez.
Contemplamos el pueblo
desde la altura de la ermita de San Hipólito mirando las montañas lejanas, los
valles cercanos, las casas inmediatas; en Acisa saludé a varias personas conocidas de mi infancia, entré en
dos casas donde encontré hoy ancianas a personas ágiles en mis recuerdos
infantiles… Continuamos hacia Barrillos por el antiguo camino por donde íbamos
antes de construir la carretera. Pasamos por el templo de Santa Marina, en cuyo
pórtico nos juntábamos los dos pueblos los domingos para la eucaristía y el
concejo posterior. Me asomé al cementerio en el que reposan los cuerpos de mis
padres… Llegamos a Barrillos. A este pueblo nos trajeron siendo niños para
vacunarnos de la Viruela, aquí vi por primera vez un yogur siendo ya un
“rapaz”…
Fuente de La
Chopa, en La Devesa.
Dejamos los otros
pueblos de Las Arrimadas (El Corral, Santa Colomba, Láiz), pues quedan a desmano de este Camino Olvidado de
Santiago y continuamos camino a La Devesa donde entramos buscando Casa Jandro,
albergue de peregrinos recién estrenada. La atención y el cuidado por parte de
Marian fueron magníficos más allá de cualquier posible elogio. Tiene La Devesa “teleclub”
en las antiguas escuelas, que abre algunas horas durante las tardes. Conserva
el lavadero, alguna fuente, el templo dedicado a San Pedro…
Javier Agra.