domingo, 21 de septiembre de 2008

DE CANENCIA A MONDALINDO

Así se va fraguando la amistad, con un temple de martillo y fuego. Carlos tiene un perro labrador de hermoso pelo chocolate, hacía días que nos había comentado su deseo de ir por la sierra de Madrid, de modo que cuando le comunicamos que saldríamos a un sosegado paseo, se calzó las botas y ya estábamos en el Puerto de Canencia, después de superar el bullicioso pueblo de Miraflores. Bullicioso a nuestro regreso, que a esta hora de la mañana solamente los tejados comenzaban a desperezarse con los primeros cosquilleos del sol de final de verano.
La travesía estaba claramente dibujada en el mapa, de modo que tomamos el camino que sale hacia la derecha, por entre los pinos, hacia Bustarviejo. Allí fue el baile de nuestros tres perros, allí fueron sus juegos por estos lugares nuevos, allí fuimos descubriendo el sendero que mejor nos subiera hasta Cabeza La Braña.
Creo que la montaña, siglos después de estar esperándonos, sigue siendo cada día nueva; en cada marcha nace una nueva sensación; en cada recodo descubrimos un nuevo impulso; en cada pájaro es nuevo el trino; en cada montañero es nueva la esperanza; hasta el sol que se va metiendo en nuestra mochila es nuevo cada jornada; por eso cada paseo pone en nosotros un corazón que también es nuevo.
Así nos lo enseñas nuestras compañeras Munia y Pipa, a quienes hoy acompaña Argos. Así tendremos que verlo nosotros mientras subimos por la sombra del pinar después de cruzar alguna valla sin dificultad. De vez en cuando una parada para respirar más profundamente, un sorbo de agua y un momento de admiración. Llevamos un rato caminando, es tan agradable que no sentimos el sudor, parece que es la cumbre quien baja hacia nosotros.
Un alfombrado paseo nos lleva, conversando y admirando, hasta la falda del Mondalindo. La pradera es amplia y rica en alimento: vacas, águilas, buitres, conejos, acaso otros animalillos que pasan desapercibidos para nosotros conviven en armonía; armonía trágica decidimos llamarla, cuando nos sentamos a contemplar la Cuerda Larga, Peñalara, Ayllón, los embalses del Lozoya, pues seguramente varios animales tendrán su final como alimento de otros cazadores, según la ley de la cadena alimenticia.
Llegamos al cilindro -vértice geodésico- del Mondalindo. Otros grupos ya han llegado, otros nos siguen. El camino es común, unos aprendemos de otros y la gloria de la cumbre nos pertenece a todos.
Es bueno ser inconformista, con frecuencia se descubren variantes donde parece que está ya todo definido.¡Elijamos otro camino de regreso! El sol está ahora en plena incandescencia, hasta la gorra se hace más pesada ¡Este camino es bueno! por otro sendero llegamos al mismo sitio de partida, al final nos ha salido casi una vuelta circular. El pinar. Los perros dudan entre continuar corriendo o ponerse a la sombra de nuestro lento caminar.
Seis horas después del inicio madrugador, estamos de nuevo en el aparcamiento. Los ejercicios de relajación. En la sierra podrás oír un suspiro que dejamos aguardando nuestro regreso.
Javier Agra.

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