sábado, 15 de septiembre de 2012

ARRIBES DEL DUERO: MIRANDA DO DOURO


Las ninfas juguetonas del Egeo se han desplazado a estas grutas adiestradas por el Duero, quieren un tiempo de reposo y vacaciones por los Arribes del Duero; puesto que son tan mitológicas y tan livianas recorren los mares y las montañas más deprisa que las tormentas y el pensamiento. Pero al llegar a Miranda, en la frontera entre Portugal y España, es tal su embeleso que deciden sacar sus tenues velos de las maletas y poner nido entre las aves rocosas, para ver como nadan las bogas y los barbos; los tritones les son muy familiares; pueden desplazarse montadas en las comadrejas y deben cuidarse de los buitres que no saben de cortapisas mitológicas; dormirán después en los fornidos nidos de las águilas. La belleza del paisaje ha enamorado a las ninfas y a otros mortales que pasaban las jornadas de descanso por estos lugares.

Familiares y amigos hacen piña en el Castillo de Braganza.

Llegamos desde el castillo de la ciudad portuguesa de Braganza. Castillo recio que mantiene inconclusas las peleas de antiguos guerreros, hoy dedicados al comercio y a la agricultura por ser labores más creativas. Llegamos a Miranda donde el castillo es solamente unas paredes en ruinas con su pozo artesano vacío de agua, lleno de misterio y épica; Miranda de pasados siglos y ciudad nueva, ambas partes unidas y mirando al Duero; podría haberse quedado dormida en el Medievo, pero sus raíces florecen en edificios nuevos. Murallas, catedral, edificio antiguo para cobijar un hospital nuevo. Medievales puertas dan entrada a parques modernos. Cabalga Miranda, sobre una colina, a lomos del Duero.

Casa del Parque. Centro de interpretación de los Arribes del Duero, en Fermoselle.

Seguimos. Vamos hasta el embalse de Fermoselle, el de los doscientos metros de altura, gozamos las vistas con la boca abierta y nos acercamos al pueblo; más arribes y una casa de interpretación de los Arribes del Duero. Pueblo levantado sobre una ladera interminable desde el Duero hasta el cielo.

Coro de jóvenes cantores entre las piedras de la historia de los Arribes del Duero.

Y los Arribes que no terminan, siguen lentos más allá de las puestas de sol, de las lluvias y de los vientos. Las ninfas del Egeo han encontrado en estas tierras, soledad y misterio. Tal vez las lágrimas de Níobe estén petrificadas para siempre en estos hermosos arribes, tan lejanos de aquellos parajes donde nacieron las mitologías. Tal vez las lágrimas de Níobe hayan producido estas heridas oquedades en la roca; tal vez aquí resuenan para siempre las melodías libres de las ninfas, las sirenas, las lamias y las valquirias… (¡Curioso! ¿Solamente cantan las deidades femeninas? Porque los faunos tocan la flauta, pero no cantan).

Se ha puesto el sol. Duerme Miranda do Douro entre la fantasía mitológica del tiempo y los sonidos permanentes del bullicio de la jornada recién terminada.

 Javier Agra.  

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