Las
ninfas juguetonas del Egeo se han desplazado a estas grutas adiestradas por el
Duero, quieren un tiempo de reposo y vacaciones por los Arribes del Duero;
puesto que son tan mitológicas y tan livianas recorren los mares y las montañas
más deprisa que las tormentas y el pensamiento. Pero al llegar a Miranda, en la
frontera entre Portugal y España, es tal su embeleso que deciden sacar sus
tenues velos de las maletas y poner nido entre las aves rocosas, para ver como
nadan las bogas y los barbos; los tritones les son muy familiares; pueden desplazarse
montadas en las comadrejas y deben cuidarse de los buitres que no saben de
cortapisas mitológicas; dormirán después en los fornidos nidos de las águilas.
La belleza del paisaje ha enamorado a las ninfas y a otros mortales que pasaban
las jornadas de descanso por estos lugares.
Familiares y amigos hacen piña en el Castillo de Braganza.
Llegamos
desde el castillo de la ciudad portuguesa de Braganza. Castillo recio que
mantiene inconclusas las peleas de antiguos guerreros, hoy dedicados al
comercio y a la agricultura por ser labores más creativas. Llegamos a Miranda
donde el castillo es solamente unas paredes en ruinas con su pozo artesano vacío
de agua, lleno de misterio y épica; Miranda de pasados siglos y ciudad nueva,
ambas partes unidas y mirando al Duero; podría haberse quedado dormida en el Medievo,
pero sus raíces florecen en edificios nuevos. Murallas, catedral, edificio
antiguo para cobijar un hospital nuevo. Medievales puertas dan entrada a
parques modernos. Cabalga Miranda, sobre una colina, a lomos del Duero.
Casa del Parque. Centro de interpretación de los Arribes del Duero, en
Fermoselle.
Seguimos.
Vamos hasta el embalse de Fermoselle, el de los doscientos metros de altura,
gozamos las vistas con la boca abierta y nos acercamos al pueblo; más arribes y
una casa de interpretación de los Arribes del Duero. Pueblo levantado sobre una
ladera interminable desde el Duero hasta el cielo.
Coro de jóvenes cantores entre las piedras de la historia de los Arribes
del Duero.
Y
los Arribes que no terminan, siguen lentos más allá de las puestas de sol, de las
lluvias y de los vientos. Las ninfas del Egeo han encontrado en estas tierras,
soledad y misterio. Tal vez las lágrimas de Níobe estén petrificadas para
siempre en estos hermosos arribes, tan lejanos de aquellos parajes donde
nacieron las mitologías. Tal vez las lágrimas de Níobe hayan producido estas
heridas oquedades en la roca; tal vez aquí resuenan para siempre las melodías
libres de las ninfas, las sirenas, las lamias y las valquirias… (¡Curioso! ¿Solamente
cantan las deidades femeninas? Porque los faunos tocan la flauta, pero no
cantan).
Se ha puesto el sol. Duerme Miranda do Douro entre la fantasía mitológica
del tiempo y los sonidos permanentes del bullicio de la jornada recién
terminada.
Javier
Agra.
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