Ermita de la Virgen
del Castillo en Fariza – Zamora –
A las orillas
del Duero llegó caminando la Virgen del Castillo una tarde de junio por
aquellos tiempos en que las guerras aún atronaban las fronteras de los ríos;
los cristianos más arriba del Duero, por abajo las tropas del islam. Las tardes
se presentaban sangrientas porque los dos bandos querían dominar. Un pastor de
las tierras de moros se enamoró de una pastora cristiana de Fariza:
“Mal camino llevamos, amiga; por nuestro amor nos
pueden matar”.
“No temas, amado mío, a los cuchillos del mal. Si
nos quitan aquí la vida nos veremos en el más allá”.
Las tropas les están cercando y la cristiana
valiente buscaba camino para escapar.
“Dame la mano, mi moro, huyamos por el peñascal”.
“Mi cristiana, te doy la mano y la vida, que no
me la han de arrebatar”.
Desde Duero hacia las alturas suben los
enamorados, con las tropas detrás.
“Detén a tus huestes, rey cristiano, no mates a
mi musulmán”.
“Vuelve al campamento, rey moro, que a mi
cristiana me quieres arrebatar”.
Y dicen que en estos peligros bajó una gran dama,
con traje de luz celestial,
tomó de la mano a los amantes y los llevó hasta
la cima, a través del encinar.
Por abajo se baten dos bandos con derramamiento
de sangre y con llanto sin final; mas los dos enamorados se instalaron en
aquellos lugares, escondidos por la señora, hasta la guerra terminar.
De aquellos amores de antaño nacieron, ya en
tiempos de paz, cabañas de pastores y casas para habitar; hoy son varias
poblaciones descendientes de los amores y de las ansias de paz.
Vista de los Arribes del Duero desde la
Ermita. España y Portugal son tierras cosidas por las agujas del tiempo con los
hilos que bajan por las riberas del Duero.
Siglos más tarde, llegamos Jose y yo por aquellos
lugares y nos quedamos admirados de tanta hermosura reposando allí siglos y
lunas. Lo cierto es que un señor de Cuzcurrita nos indicó el mirador de la
Virgen del Castillo como el mejor lugar desde el que disfrutar de la vista de
los Arribes. Saliendo de Fariza hacia Mámoles, enseguida sale una carretera
bien indicada a mano derecha que lleva hasta la Ermita de la Virgen del
Castillo. Nosotros no llegamos a saber si el enclave perteneció primero a
Cuzcurrita o ya nació siendo de Fariza, sabemos no obstante de su belleza. El
sosiego de la explanada y la sombra de higueras y olivos invitan a la meditación y a
cantar al amor, a la paz y a la libertad como hicieron, hace muchos años, los
enamorados del cuento que acabo de narrar y que no he encontrado en ningún
archivo ni en la voz popular. Pero yo estoy convencido de que fue un buen
inicio para aquellos parajes donde el Duero se frena y mira a lo alto para ver
los “Viriatos” de la romería de junio.
Conversan el Duero y el Santuario para dar
esperanza a las gentes que se acercan desde los pueblos vecinos y a quienes
llegamos desde lejos; nos dan esperanza y ánimo a quienes sabemos que los
problemas humanos eran los mismos hace mil años que esta mañana; a quienes
podemos pensar que es tarde para actuar pero es nuestro momento de actuar, que
han pasado muchas cosas malas paro que es nuestro momento de intervenir.
Conversan el Santuario y el Duero, de madrugada, antes que canten los gallos y
comiencen a moverse los habitantes del lugar y los turistas de la lejanía.
Vaya usted a saber si no seremos descendientes
de los amores de aquellos moros y cristianos que hace más de mil años buscaban
su querencia entre riscos y rebaños de las pacientes ovejas.
Javier Agra.
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