sábado, 2 de noviembre de 2013

PEÑALARA, SIEMPRE REGRESO A PEÑALARA

Contorno de cielo y brillos el día de Todos los Santos.

Madrid madruga este día festivo. Movimiento de perros y paseantes, se apagaron las últimas estrellas entre los brillos verdes de los cercanos parques. Suena con brío el motor del coche camino de la sierra.
 
El Puerto de Cotos. Las botas puestas, la mochila nueva y el bastón antiguo para iniciar una ruta eterna. Apenas queda atrás la Venta Marcelino y nos adentramos en los pinos es como si volviera la infancia y desaparecieran todos los temores de la vida. ¡Cómo reluce el verde de los pinos! ¡Cómo huele la vida de la sierra! En este lugar somos igual que los caracoles, los ciervos o las águilas, de la misma esencia que los pinos y las hierbas, iguales que las briosas retamas aromatizadas y lustrosas por las lluvias caídas hace pocas jornadas.

Diferentes ritmos en los grupos de montañeros, todos con el semblante iluminado por la paz del sendero. Ha quedado atrás – apenas iniciado el camino – la fuente de Cubeiro, siempre solemne, silenciosa y sin agua. Jose y yo le decimos que no tenga pena, tal vez las lluvias venideras den fruto en su entraña redonda; adentrados en la espesura, a la vera del sendero saludamos a la fuente del Cedrón – la sierra está por esta parte generosa de frescor, verde y agua – y aprendo que la pradera que bebe agua del arroyo que viene desde Cinco Lagunas es la Hoya de Pepe Hernando, la dejamos con sus pensamientos un poco más abajo del remansado y sinuoso sendero.

Arroyo arriba, corazón arriba, sierra adelante, adelante la vida y las ansias de paz estamos llegando a la Laguna Grande de Peñalara, el entorno está especialmente protegido y nosotros observamos con silencio sus silenciosas aguas. Desde aquí las cumbres cantan siglos de recuerdos con silenciosa llamada; allá abajo los pinares de escondida vida, arriba el trabajo humano en el Refugio Zabala, por todas partes rocas duras y blandos mirlos, diminutas hierbas y escurridizos reptiles saludan y mecen su vida en paz en estas horas de silencio.
 


Laguna Grande Peñalara.

Subir Peñalara es tarea sencilla, al menos esa sensación tienen los montañeros que llegan a la cima; siempre, o las más de las veces, se encuentran otros montañeros para hacer la foto  en la que conviene retratarse juntos abrazados al vértice geodésico como gesto de respeto a la montaña y de gozoso éxito conseguido. Llegamos a través de unas laderas y rampas con dos brevísimos pasos de alguna duda pero de acceso posible, para nosotros era nuevo el camino, subimos entre rocas y ronquidos del aire que aumentaba con la altura directamente a la cumbre; hoy no pasamos por las Hermanas, hoy era experimento el camino y misterio después de cada pisada, hoy éramos pioneros entre la búsqueda y la meta deseada.
 


Cima de Peñalara. Abrazados a su vértice miramos las cumbres de Guadarrama, a nuestras espalda Castilla baila silencio en las tierras segovianas.

Como un castillo misterioso y conservado a través de los siglos así es Peñalara. ¿Dónde está su mano de obra? ¿Dónde la ingeniería que lo alimenta? Peñalara navega por el inmenso mar de la tierra, sus aguas son arena y granito y manos de montañeros que se abrazan al tocar la cumbre. Peñalara cuenta los días por soles y por tormentas, por quietud y por ventoleras. Aquí estamos en la cumbre sobre la meseta castellana en esta cabeza plana de granito, que ha visto millones de vidas y millones de sueños cumplidos o aplazados; que ha sentido la sangre valiente de generaciones humanas paseando por estas cuestas sin más objetivo que el placer de la vida y el sosiego de la naturaleza; pero bien sabe Peñalara – porque se lo cuentan quienes llegan y se lo cuentan las aves y las nubes se lo cuentan – que cuando bajamos del monte estamos transformados y nuestro corazón quiere paz y quiere lumbre en los hogares y escudillas llenas y cultura en las cabezas y en los labios palabras felices y en los ojos búsqueda y respuesta.

Regresamos por el Risco de Los Claveles. Aquí no hicimos cumbre, la violencia del viento y las aventuras de la jornada nos animaron a seguir la senda que lo bordea por su cara segoviana. Llegamos hasta la Laguna de los Pájaros donde los recuerdos afloran, aquí llegamos hace tiempo haciendo camada con nuestras perras (hoy cuando publico el texto hace tres meses que se nos murió Pipa), aquí guardamos silencio y apartamos los ojos llorosos del agua. Mas un tiempo sucede a otro tiempo y hoy es día para iniciar el futuro de algo nuevo, porque cada día comenzamos el futuro. Hoy es día de canto y de fiesta porque el futuro se está abriendo y el espíritu de las personas conquistará un mañana mejor para todos y la naturaleza será más amada.
 




La tierra entera se sosiega en la orilla de La Laguna de Los Pájaros.

Desde aquí volvemos a casa. Regresar siempre desde el multicolor sueño, desde el aroma de los alhelís, desde el vuelo mágico de las coloridas mariposas, desde el rosal de tu cuerpo, desde el ladrido gozoso del perro que ha notado ausencias, y en casa seguimos conectados con Peñalara porque nunca sellemos ausencias. Desde aquí volvemos a casa…  Y no digo más, porque cualquier día publicaré una entrada para esta delicia que es La Laguna de los Pájaros.


Javier Agra.

2 comentarios:

  1. ¡Qué bonita la laguna grande! Recuerdo tantos veranos en que nos bañábamos en sus aguas frías y oscuras en agosto... Ya no se puede. No sé si es mejor o no. La edad me hace nostálgica.

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  2. Por lo que veo en las fotos ya han quitado las vallas. Hace años que no voy por allí.

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