Contorno de cielo y
brillos el día de Todos los Santos.
Madrid madruga este día
festivo. Movimiento de perros y paseantes, se apagaron las últimas estrellas
entre los brillos verdes de los cercanos parques. Suena con brío el motor del
coche camino de la sierra.
El Puerto de Cotos. Las
botas puestas, la mochila nueva y el bastón antiguo para iniciar una ruta
eterna. Apenas queda atrás la Venta Marcelino y nos adentramos en los pinos es
como si volviera la infancia y desaparecieran todos los temores de la vida.
¡Cómo reluce el verde de los pinos! ¡Cómo huele la vida de la sierra! En este
lugar somos igual que los caracoles, los ciervos o las águilas, de la misma
esencia que los pinos y las hierbas, iguales que las briosas retamas aromatizadas
y lustrosas por las lluvias caídas hace pocas jornadas.
Diferentes ritmos en
los grupos de montañeros, todos con el semblante iluminado por la paz del
sendero. Ha quedado atrás – apenas iniciado el camino – la fuente de Cubeiro,
siempre solemne, silenciosa y sin agua. Jose y yo le decimos que no tenga pena,
tal vez las lluvias venideras den fruto en su entraña redonda; adentrados en la
espesura, a la vera del sendero saludamos a la fuente del Cedrón – la sierra
está por esta parte generosa de frescor, verde y agua – y aprendo que la
pradera que bebe agua del arroyo que viene desde Cinco Lagunas es la Hoya de Pepe Hernando, la
dejamos con sus pensamientos un poco más abajo del remansado y sinuoso sendero.
Arroyo arriba, corazón
arriba, sierra adelante, adelante la vida y las ansias de paz estamos llegando
a la Laguna Grande de Peñalara, el entorno está especialmente protegido y nosotros
observamos con silencio sus silenciosas aguas. Desde aquí las cumbres cantan
siglos de recuerdos con silenciosa llamada; allá abajo los pinares de escondida
vida, arriba el trabajo humano en el Refugio Zabala, por todas partes rocas duras
y blandos mirlos, diminutas hierbas y escurridizos reptiles saludan y mecen su
vida en paz en estas horas de silencio.
Laguna Grande Peñalara.
Subir Peñalara es tarea
sencilla, al menos esa sensación tienen los montañeros que llegan a la cima;
siempre, o las más de las veces, se encuentran otros montañeros para hacer la
foto en la que conviene retratarse juntos
abrazados al vértice geodésico como gesto de respeto a la montaña y de gozoso
éxito conseguido. Llegamos a través de unas laderas y rampas con dos brevísimos pasos de alguna duda pero de acceso posible, para nosotros
era nuevo el camino, subimos entre rocas y ronquidos del aire que aumentaba con
la altura directamente a la cumbre; hoy no pasamos por las Hermanas, hoy era
experimento el camino y misterio después de cada pisada, hoy éramos pioneros
entre la búsqueda y la meta deseada.
Cima de Peñalara. Abrazados a su vértice miramos las cumbres de Guadarrama, a nuestras espalda Castilla baila silencio en las tierras segovianas.
Como un castillo
misterioso y conservado a través de los siglos así es Peñalara. ¿Dónde está su
mano de obra? ¿Dónde la ingeniería que lo alimenta? Peñalara navega por el inmenso
mar de la tierra, sus aguas son arena y granito y manos de montañeros que se
abrazan al tocar la cumbre. Peñalara cuenta los días por soles y por tormentas,
por quietud y por ventoleras. Aquí estamos en la cumbre sobre la meseta
castellana en esta cabeza plana de granito, que ha visto millones de vidas y
millones de sueños cumplidos o aplazados; que ha sentido la sangre valiente de
generaciones humanas paseando por estas cuestas sin más objetivo que el placer
de la vida y el sosiego de la naturaleza; pero bien sabe Peñalara – porque se
lo cuentan quienes llegan y se lo cuentan las aves y las nubes se lo cuentan –
que cuando bajamos del monte estamos transformados y nuestro corazón quiere paz
y quiere lumbre en los hogares y escudillas llenas y cultura en las cabezas y
en los labios palabras felices y en los ojos búsqueda y respuesta.
Regresamos por el Risco
de Los Claveles. Aquí no hicimos cumbre, la violencia del viento y las
aventuras de la jornada nos animaron a seguir la senda que lo bordea por su
cara segoviana. Llegamos hasta la Laguna de los Pájaros donde los recuerdos
afloran, aquí llegamos hace tiempo haciendo camada con nuestras perras (hoy
cuando publico el texto hace tres meses que se nos murió Pipa), aquí guardamos
silencio y apartamos los ojos llorosos del agua. Mas un tiempo sucede a otro
tiempo y hoy es día para iniciar el futuro de algo nuevo, porque cada día comenzamos el
futuro. Hoy es día de canto y de fiesta porque el futuro se está abriendo y el
espíritu de las personas conquistará un mañana mejor para todos y la naturaleza
será más amada.
La tierra entera se sosiega en la orilla de La Laguna de Los Pájaros.
Desde aquí volvemos a
casa. Regresar siempre desde el multicolor sueño, desde el aroma de los alhelís,
desde el vuelo mágico de las coloridas mariposas, desde el rosal de tu cuerpo,
desde el ladrido gozoso del perro que ha notado ausencias, y en casa seguimos
conectados con Peñalara porque nunca sellemos ausencias. Desde aquí volvemos a
casa… Y no digo más, porque cualquier
día publicaré una entrada para esta delicia que es La Laguna de los Pájaros.
Javier Agra.
¡Qué bonita la laguna grande! Recuerdo tantos veranos en que nos bañábamos en sus aguas frías y oscuras en agosto... Ya no se puede. No sé si es mejor o no. La edad me hace nostálgica.
ResponderEliminarPor lo que veo en las fotos ya han quitado las vallas. Hace años que no voy por allí.
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