El trigo ayuda a
controlar el colesterol y es profilaxis de las enfermedades cardiovasculares,
de modo que me iré a buscar trigo al Montón de Trigo. Hace más de nueve mil
años que la humanidad consume trigo ¡y mira que sanos hemos crecido! De modo
que me iré al Montón de Trigo para mantenerme sano. Seguramente podría hablar
también de las leyendas en torno al trigo y en torno a este bello monte del
Montón de Trigo, sobre el que ya escribí en otra entrada hace varios años. Muchas
montañas tienen claro el origen de su nombre en la toponimia (en este caso
cabría decir oronimia), vamos a subir a una cumbre que es un ejemplo muy claro.
En el Puerto de la Fuenfría nos
encontramos con diversos grupos montañeros que iniciamos la ascensión a Cerro
Minguete.
La clave está en
llagar al Puerto de la Fuenfría. Un camino cómodo será dejar el coche en
Navacerrada y arrancar en dirección a Los Cogorros, para desviarnos por el
Camino Schmid y la Senda de Cospes hasta el citado Puerto. Nosotros haremos unos
metros más de desnivel desde el Aparcamiento de Majavilán en las Dehesas de
Cercedilla. Cualquier ruta desde ese lugar está llena de fantasía iluminada, de
sonoridad primaveral, de gozo entusiasmado.
Cruzamos la valla
de alambre por una puerta practicada para tal fin y valla arriba nos encontramos
un poco más adelante con el Antiguo Camino de Segovia, que se va entrecruzando
con la calzada romana y la calzada borbónica. Es un camino con magníficas
vistas hacia el Valle que tiene un concierto de trompetería y violines de agua,
vegetación, aves de feliz vuelo, naturaleza en plena eclosión de vida. El montañero
admira y piensa en un bucólico futuro para toda la humanidad.
Estamos en la cima de Cerro
Minguete.
Desde aquí el Montón de Trigo se ve como un perfecto montón de trigo.
Así llegamos al
Puerto de la Fuenfría que agrupa Segovia y Madrid en una costura majestuosa.
Por allí aún anda contando siglos y aventuras un enorme mojón real que señalaba
los linderos del monte de Valsaín. La explanada del Puerto es lugar de llegada
desde diferentes puntos de partida. Aquí en la falda de Cerro Minguete nos
hacemos una fotografía, bebemos un hidratante trago, ponemos el corazón en
pausa y retomamos la marcha hacia la cumbre. La vegetación conversa con los
montañeros; mientras subimos Cerro Minguete, los pinos, retorcidos en su
pequeñez, nos cuentan que hasta aquí acostumbran venir los vientos a jugar y
aún se entrenan para intentar ser huracanes.
La nieve, los pinos y el viento (hoy disimula y no
quiere superar el nombre de brisa) nos acompañan en nuestra lenta ascensión
hasta la cresta de Cerro Minguete que supera en poco más de veinte metros los dos
mil, de modo que su altura le permite entrar entre las cumbres del Guadarrama.
Desde aquí, la vista circular ya es de asombro y sentada. Pero hoy queremos
culminar una altura ciento treinta metros más arriba. De modo que descendemos
hasta el collado y a la sombra de la gorra hacemos otro rato de ascensión hasta
la cima del Montón de Trigo, perfecto cono de cereal amontonado en la era;
perfecto canchal de granito amontonado entre el piornal y los pinos. Hoy el
cereal de granito se esconde tímido bajo la nevada.
Cima del Montón de Trigo
Otros montañeros
continuarán la marcha hacia el Collado de Tirobarra para saludar a las dos
cimas (la Pinareja y el Oso) que forman La Mujer Muerta. Nosotros hemos
cumplido la mitad del objetivo, la otra mitad es el regreso. En la cima
necesitamos un tiempo de contemplación y de silencio. Allá abajo el Valle de
Río Moros musical de pinos y agua, más allá Segovia brillante y plana, al otro
lado La Cuerda Larga, Ayllón a lo lejos y la tierra entera entre canciones de
montañas, entre arados de labradores y espigas maduras de paz y de esperanza. Toda
la tierra es un bullicio de viento entre la mies que apunta a la unidad de la
naturaleza libre y solidaria.
Javier Agra.
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