viernes, 17 de enero de 2025

ESTAMPAS: ALCORNOQUE


Esta mañana también di un largo paseo por el Monte del Pardo mientras escuchaba en mi corazón los “Seis Momentos Musicales”  opus 94 de Franz Schubert (Viena 1798 – 1928). Son seis breves piezas musicales publicadas en 1828. El piano suena con más o menos velocidad para transportar a quien escucha a los tiempos de Moderato o Andantino, Allegro o Allegretto.

Mientras camino entre el piano y los trinos de las aves, el sol comienza a calentar la tierra y eleva entre las encinas el velo de las hadas que desprende el suelo verde al evaporar la escarcha de esta noche de invierno. Los caminos suenan bajo mis pisadas como si quisieran quebrarse en minúsculos cristales de arena y piedra. Cientos de bellotas permanecen esparcidas bajo los quercus, entre el revuelo de tierra y hierva que da testimonio del paso de algún jabalí por los mismos lugares donde yo medito el silencio y la armonía de la naturaleza.

He llegado hasta el círculo poblado por un reducido número de alcornoques, de entre los que destacan dos catalogados como “árbol singular” por la Comunidad de Madrid. Son esbeltos, lozanos, frondosos… Acaso estén rozando ya los doscientos años y aún les quedan otros cuantos de vida. Seguramente todos han visto producir su corcho bornizo (el primero que se extrae cuando ya han cumplido los treinta años), después seguirán produciendo capas de corcho cada diez años.


Me detengo ante este alcornoque, identificado como árbol singular por la Comunidad de Madrid.

Me detengo ante sus troncos, los abrazo sin posibilidad de abarcarlos dada mi pequeñez y su grosor. ¡La lentitud de la naturaleza para formarse y dar frutos! ¡El mimo cuidadoso de quienes extraen el corcho para esperar a su tiempo y no dañar el felógeno, tejido que protege al tronco y permite el nuevo crecimiento del corcho! ¿Hasta cincuenta kilogramos de corcho dará este árbol de imperial presencia?

El alcornoque parece interminable, del grosor de su tronco nace otra corpulenta rama hacia la altura y de esta otra de no menos bulto… y así parece que quiere formar una escalera ascendente para recordarnos a los humanos la necesidad de aspirar siempre hacia lo alto, hacia la contemplación y la acción como los dos pilares de transformación de esta tierra en un lugar mejor para todas las personas y la naturaleza entera.


Del grosor de su tronco, nace otra corpulenta rama hacia la altura…

¿De dónde viene el simbolismo negativo del alcornoque para las personas? De su porosidad quiero aprender, pues es necesario que mis ideas salgan de mí mismo y lleguen a otras personas, quiero recibir ideas de otras mentes porosas; así nos enriquecemos, podemos conversar e intercambiar opiniones, ideas, pensamientos, palabras de aliento y estímulo…podemos mirarnos al corazón y a los ojos y sentir que somos iguales, que unidos en el corazón y el sosiego hacemos juntos el presente y el futuro…

Muchos refranes tienen presente al alcornoque, como este que dice “al alcornoque no hay palo que lo toque, sino la encina, que le quiebra la costilla” para resaltar su madera firme y dura. También en la literatura ha sido empleado este frondoso árbol como sinónimo de tenacidad o acaso terquedad: … y delante de mi señora Dulcinea, que yo le diré tales cosas de las necedades y locuras, que todo es uno, que vuestra merced ha hecho y queda haciendo, que la venga a poner más blanda que un guante, aunque la halle más dura que un alcornoque. (Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, capítulo XXV). “Somos como los alcornoques, unos caen de día y otros de noche” decía el Tío Sebastián cuando tenía que dar el pésame a alguna persona por un familiar difunto.

Los latinos lo llamaron Quercus suber pues el epíteto suber equivale a corcho o sobrero; los árabes lo denominaron “Aldorque” que en significado castellano equivale a desnudo o mal vestido, para hacer referencia a la extracción de la corteza.  

Otras muchas paremias señalan la importancia del corcho a lo largo de la historia. Deja algún corcho vacío en tu colmenar, “pa'que” algún enjambre se pueda alojar”. Ya Columela, célebre agrónomo gaditano del Imperio Romano, señaló la idoneidad del corcho para la construcción de las colmenas por su capacidad aislante: “Han de construirse las colmenas según la condición del país. Si este es abundante en alcornoque, sin duda las haremos con la mayor utilidad de corcho, porque no estarán muy frías en el invierno ni muy calientes en el verano”. (Lucio Junio Moderato Columela, Los doce libros de agricultura, IX, 6).

De todos modos, los refranes pueden ser ambiguos, pues nunca sabremos si es oportuno o inoportuno “Andar como el corcho sobre el agua” que puede significar la duda constante, la inquietud insegura o tal vez la fortaleza de quien nunca se rinde y mantiene el ánimo incólume ante la adversidad.

Javier Agra.

 

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