sábado, 11 de octubre de 2008

LA MUJER MUERTA

Esta noche he visto los nombres del presente y del pasado durmiendo en mi colchón, paseando junto a mi, desayunando en mi tazón. Esta noche he visto... mañana volverá el sol, con la luz estaremos viajando hacia Cercedilla, entraremos en la soledad de los pinares de las Dehesas. ¡Cuanto ganan las Dehesas de Cercedilla en estas horas de soledad! Los pájaros comienzan su despertar, los pinos acaricias a las mariposas iniciales, la luz limpia la noche con un plumero de luz. Aparcamos el coche.
Mientras ponemos las botas, Munia y Pipa juegan a los espías y recorren la pradera asustando a los ratones que han salido en busca de un poco de agua para su aseo matinal. la mochila, el bastón y a caminar. Hoy nos espera La Mujer Muerta. La montaña siempre espera, es paciente y soñadora: sueña respeto e ilusión, trabajo y sonrisa, sudor y comunicación.
Los senderos del pinar nos conducen, por una empinada cuesta, hasta el Collado de Marichiva, donde saludamos a unos ciclistas que pedalean por la pista; seguimos hacia la Peña Bercial, es tal el arrobamiento de trinos y colores que agradecemos al altímetro su aviso de que llegamos a los dos mil metros. Desde aquí, la visión se amplía, los picos que parecían inaccesibles al inicio de la marcha, están llamándonos ahora con la voz suave de quien invita a pasar a su casa: ¡la montaña es amabilidad y confianza! ¡pasa, la cumbre es tu morada! Y seguimos hacia el cielo de Madrid, Cerro Minguete y el Montón de Trigo...
(Cuentan que hace muchos años en el cercano poblado de Torredondo vivía un labrador rico en tierras y ganados. Su corazón estaba dominado por la avaricia, lo que hacía que su carácter fuera huraño, por todas estas causas sufría continuamente su madre. Aquel año, la cosecha fue especialmente abundante y amable con él. Cuando terminó de recoger la hacienda, llegaron a la aldea dos peregrinos quienes le pidieron, con humildad, un plato de comida. El rico hacendado les echó con furia y sorna. Los recién llegados le recordaron que compartir con los necesitados era una acción necesaria por solidaridad humana y por impulso cristiano. ¿Qué era aquel montón de trigo sino una ocasión de ser generoso? Les contestó que aquello no era sino un montón de piedra y tierra. Y dicen que a los dioses de la sierra nos les gustó su actitud, por lo que en efecto el montón de trigo se transformó en un montón de piedra y tierra que permanece hasta hoy como recuerdo de aquel duro corazón que ignoró la solidaridad y la compasión).
Bordeamos el montón de trigo, es más suave hacerlo al regreso, en un largo paseo mientras, lejanos, vemos Gredos con El Almanzor y las sierras de Ávila. Una pequeña bajada nos deja en el Collado de Tirobarra. Un arreón nos sube más cerca del sol hacia la Pinareja donde hacemos cumbre y una parada, un trago y una esperanza. Otra vez la mochila al hombro y bajamos al collado que nos llevará hasta el Oso, la segunda cumbre fuerte de La Mujer Muerta.
La comida y el regreso, son como siempre. Seguramente habrán pasado cinco horas. Aunque el espíritu esté reconfortado como si hubiéramos estado cinco meses en la montaña. Descanso y esperanza.
Otro día contaré más cosas de esta magnífica montaña, transformada en hermosa marcha.
Javier Agra

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