martes, 23 de diciembre de 2008

DE ESTÓS A ÁNGEL ORÚS (entre refugios)

Allá abajo, donde comienza la vegetación, se asoma diminuto el Refugio de Ángel Orús.

Las agujas de Perramó sorprendidas en el momento en que los árboles del entorno llegan a rendir pleitesía.


En medio de un paisaje lunar tiene su asiento el Pico Dels Corvets


Las últimas estrellas son la cremallera del cielo que abre su chaleco para mostrarnos la aurora. El desayuno en el Refugio de Estós ha sido enjundioso como corresponde a una jornada aventurera como la que nos ocupa; sin tiempo ya para el sueño, espantada la modorra y la voz acoplada después de los primeros saludos a quienes comparten mesa y a quienes te vas cruzando. La vida del montañero es fiel y sabes que donde llegues vas a saludar y encontrar siempre una palabra de ánimo y un mapa de solidaridad.

Y ahí estás tú, con la mochila a la espalda, chapoteando en medio del agua, caracol de la montaña o, acaso, águila de alas desplegadas. Abajo queda el arroyo, has subido a la falda de la siguiente montaña. En el Pirineo los valles son una sonrisa verde y clara, al principio bañados de noche y muy pronto entre luces del alba. De pronto eres grande en medio de una explanada, al momento te pierdes entre la vegetación enmarañada.

Y ahí estás tú, sudando bajo la gorra blanca. Ahora mariposa entre los pinos, ahora gacela de peñascales. El tiempo camina más ligero, pero no te inquieta el ánimo: hoy el sol es muy largo y ha tendido un mantel de luz para que puedas caminar despacio por las montañas. Un respiro junto al próximo ibón para un trago de agua, de nuevo la mochila y más camino... La naturaleza está viva y con la respiración común formamos parte de la misma vida.

Y ahí está tú, están los corzos, las lagartijas, las aves que miran y cantan, los otros montañeros que dan y reciben tu palmada, están los arroyos con su caravana de agua, la vegetación que es verde y parda, la tierra de firme textura, las gruesas piedras que fruncen el ceño al oír las pisadas humanas. En tu caminar lento no sabes si pesas más que la piedra o menos que la larva del húmedo charco por donde pasas. La vida está puesta para que la cantes, la acaricies y la compartas.

Pero esta tarde estás fatigado, ha sido dura la jornada. Han pasado muchas horas desde el inicio al Collado de la Pllana, la vista es tan maravillosa que te has podido tragar varias moscas a lo largo de la jornada. Te sientas mirando hacia atrás ¿quién sabe cuando volverás a ver este paisaje lunar que rodea el Pico Dels Corvets, de un misterioso y fulgurante color negro como los cuervos de Castilla que aquí tienen su propio reino? ¿quién sabe si regresarás hasta las agujas de Perramó que ahora guardas en tu corazón? Y comienzas la bajada, allá lejos el refugio te aguarda... ¡parece tan pequeño! Camina, acércate y verás como se agranda.
En el Refugio de Ángel Orús te has sorprendido de lo grande que es, la ducha de agua caliente y el café te han reconfortado. Aquí has vuelto a saludar a otros montañeros que han hecho tu mismo camino - normalmente la mayoría han llegado antes que tú - o saludas a las caras nuevas como si fueran amigos de la infancia, mientras te quitas una piel o te curas una ampolla. La tarde sigue su ritmo, en el sosiego conversas, escuchas y callas mientras esperas que las sombras pongan en el Pirineo el misterio iluminado por las estrellas.

Javier Agra.

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