lunes, 5 de octubre de 2009

CABEZA LIJAR

Este monumento a la sonrisa, es la felicidad de unos padres mostrando a su hija de cuatro meses en su primera cumbre compartida, en Cabeza Lijar. En breve harán tresmiles. Acaso la pequeña Elisa supere los seis mil de sus padres. El tiempo escribirá sus propios actos. Dejémoslo, pués, en reposo.
Octubre. He visto las adelfas florecidas buscando en el cielo el vuelo juguetón de las palomas. Pálidas miradas desde el ocre de la tierra al húmedo arco iris de algún sueño de la sierra. La tierra a nuestros pies, plomo y verde entre golpes y esperanzas con respiración pausada, latigazos de sangre cansada.
Sangre de octubre en las horas primeras, cuando el sol - aparcado en las cocheras del horizonte -desayuna tostadas con mermelada y prepara la chaqueta que posará sobre los hombros calientes de las personas madrugadoras.
Calientes de sueños y de promesas. Como tú ahora que cabalgas por el otoño inicial con billetes de encinas y amaneceres. Como tú que has colocado la vida al sol de octubre para que la sangre mantenga vivas y fuertes las calles y las plazas.
La foto es de una preciosa niña de cuatro meses - en el capazo de su padre, con su madre también sonriente - en su primera cumbre en Cabeza de Lijar. De modo que en este escrito se me salen las ternuras y proclamo un día de homenaje a los nietos: la nieta de Jose - el hombre que me enseñó la existencia de las montañas (de la pequeña Elisa es la foto de su primera cumbre) -; y al hijo de mi hijo, por quienes me nace un surtidor de gozo y de quien estábamos celebrando su segundo año, al mismo tiempo que quedaba plasmada la fotografía de cabecera.
Desde San Rafael, merece la pena un recorrido de hasta seis horas. Comienza la marcha, siempre entre pinares, llegando a la cumbre de Cueva Valiente - misteriosa y verde -; a continuación, se baja un breve collado para ascender Cabeza Lijar, Segovia a una vertiente a la otra Madrid escuchando las dos la música de los pinos; para terminar en la Peña de Salamanca - lumbre y cielo - y volver, cerrando un magnífico círculo de inolvidable paseo.
Javier Agra.

1 comentario:

  1. Si Elisa supiera escribir, diría ¡¡¡vivan los abuelos y los amigos de los abuelos!!!
    La siguiente, con Pipa y Munia ;-D

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