lunes, 7 de enero de 2013

LOS COGORROS


Una tarde de conversación descubrimos, Jose y yo, que en la vida no es todo caminar, también está la belleza, el asombro, el compañerismo, la delicadeza y la dureza de la montaña que ablanda el sentimiento, el gozo de la fatiga que nos llena el espíritu de sencillez y compromiso con la tierra…de modo que sin la existencia de minas en las cumbres y los senderos, cada jornada de montaña encierra tesoros y riquezas por ella misma. Hace años que estamos convencidos de aquella antigua reflexión.

De este modo, cuando decidimos hacer el sendero de los Cogorros, sabíamos que era una jornada dirigida al goce más que a la fatiga. Con estas premisas, y con las botas puestas, dejamos el coche en el Puerto de Navacerrada. Eran las primeras luces sobre las colinas, eran los primeros rayos bostezando en las cumbres, eran los primeros bostezos de trinos de las aves, eran las primeras aves despertando a la montaña, era… cuando pasamos por delante de la Cafetería Dos Castillas a buscar el nacimiento del Camino Schmid al que saludamos a nuestra izquierda, nosotros continuamos unos metros más hasta adentrarnos entre los edificios de la residencia del ejército.

Mirador Gallarza.

Seguimos un sendero de ligerísima subida y ya estamos en la loma de los Cogorros. El primero tiene un hermoso mirador: Gallarza se llama. Sobre una balconada de granito se construyó el mismo año que nací yo (este dato puede sonar a acertijo y tal vez lo sea para quien quiera investigar, pero ninguno de los dos acontecimientos tienen la más mínima importancia para la historia de la humanidad). Sin embargo tal vez fuera un buen argumento teatral: todos recordamos grandes obras de teatro de Buero Vallejo y de otros notables creadores, a partir de un dato nimio. Pero cono no quiero desviarme del mirador Gallarza, continúo presentando mis respetos a este piloto que fue quien realizó la primera travesía entre Madrid y Manila. Hermoso por él mismo, el citado mirador abre el espíritu a la Bola del Mundo y gran parte de la Cuerda Larga con la Loma del Noruego en ascenso hacia la cumbre de Guarramillas y hace volar sobre los pinares de Valsaín en un sosiego de permanente vivencia.  

Continuamos. La nieve brilla intensa sobre nuestros rostros en conversación permanente con el silencio que es aroma de la montaña, con el silencio que es viento de medio día, con el silencio que es camino del mañana, con el silencio que es lumbre del alma y requesón tierno de la mirada, con el silencio que es sorpresa de los animalillos que no esperan visitas a esta temprana hora.

La nieve juega a hacer carámbanos goteando entre las rocas.

Con el silencio acariciando a los nevados pinos y el suelo cubierto de limpieza blanca, pasamos el segundo de los Cogorros y llegamos al tercero, llamado Cogorro de las Maravillas (por las maravillosas maravillas que él muestra, como dice Cervantes en el Retablo de las Maravillas). En este retablo que aquí se nos muestra, no es necesario otro condicionante que estar dispuesto a mirar y ver. Después de varios años de subir y bajar montañas, de éxitos y de fracasos en muchas jornadas y cumbres, llego a la conclusión de que con el corazón limpio y el espíritu sereno se gozan vistas, respiraciones, olores de montaña, tactos delicadamente suaves o impactantemente ásperos: todo el ser es pleno goce en la quietud de la montaña.

Aquí estamos en el mirador de Maravillas, púlpito levantado por la naturaleza sin más retoques humanos, en las rocas que están a la derecha de nuestra llegada. Por añadir un dato a tener en cuenta siempre en la montaña – seguramente valdrá también para las aceras de la ciudad – es necesario pisar con mucha precaución allí donde la nieve se ha transformado en helada. Todos sabemos del poder traidor del hielo sobre la roca. ¡Cómo poder traidor! ¿Por qué no valoras la naturaleza salvadora del hielo sobre los fondos marinos y la vida en las profundidades del océano? ¡En fin, no hagamos asertos absolutos! Pues el bien y el mal están mezclados en una dialéctica permanente de tesis, antítesis y síntesis.

Aquí estamos, sobre el mirador de Maravillas.

Dejaré las consideraciones filosóficas o científicas para otros ámbitos y continuaré absorto en la amplia visión que ofrece el mirador de Maravillas: más allá de la fantasía de pinares de Valsaín, Peñalara; volvemos la mirada hasta la Mujer Muerta, Montón de Trigo, Siete Picos…y nosotros flotando entre los tres puertos Cotos, Navacerrada y Fuenfría donde el Eresma nace entre suspiros de hadas e incesante búsqueda de gnomos.

Por si quieres seguir esa ruta, te diré oh noble lector, que en menos de tres horas puedes estar nuevamente en el coche, salvo que quieras emplear horas o días en aquel hermosísimo lugar. También estuvimos en el Pino de la Cadena y en la Pradera de la Vaqueriza. Eso lo dejaré para otra escritura; el texto tiene su propia longitud, más allá ya languidece.

Javier Agra.

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