Endechas y
ternuras de la tierra llana suben hasta las piedras dormidas bajo la nevada. Cerca
están los techos de Sierra Nevada / qué lejos me has
traído madre / cómo podré
alegrarme / tan distante de
las playas de la mar amada.
Era la voz
lejana de algún ave que pasaba en la comitiva familiar desde la costa hacia
tierra adentro, seguramente buscando alimento. Porque todas nuestras
migraciones son en busca de alimento y vida más sosegada; otra cosa se denomina
turismo o cualquier sinónimo de ocio. Cuando
quise conversar con el ave quejosa ya se había alejado y su llanto era una
brisa de viento entre la nieve y la llamarada azul del cielo.
Pero yo que
había visto desde el Albaicín de Granada el Mulhacén, La Alcazaba y el Veleta,
lancé una palabra al viento para que se la llevara a las aves que no querían
salir de la mar; desde la terraza del bar de Granada sabía que tendría que
subir algún día hasta las cumbres, era irremediable…yo sabía que en cuanto el
pájaro viera la cumbre transformaría su endecha en canción de libertad. Porque
todas nuestras migraciones son en busca de libertad, y en busca de libertad son
nuestros sueños y los versos del atardecer también buscan la libertad, cada
respiración y cada golpe de sangre es un peldaño hacia la paz y la libertad.
Desde los
múltiples valles y barrancos, los cerezos y los olivos, las viñas y los
naranjos buscan las cimas del Mulhacén; hasta las acequias que riegan las
alturas parece que suben, desafiando la gravedad, hasta las cumbres nevadas; el
aroma de la jara y la genista perfuman de vida la nieve en las montañas.
¡Caramba! -me digo a mi misma mismidad solitaria- ¡los diferentes servicios que
hacen las plantas de apariencia más baladí!: Ahí está la genista perdida entre
los libros de botánica y hoy tan viva a la vera de nuestro camino; ahí está
dispuesta siempre a formar colores de belleza ilusionada en el taller de algún “tintoretto”,
o para adornar le entrada de alguna casa en el recuerdo permanente de la vida
bucólica donde las genistas son perfume y color.
En las lomas
cimeras del Mulhacén me recuerda Jose, como quien lee mis pensamientos, la
importancia de agradecer las pequeñas cosas, de agradecer el calor a los
guantes y a la gorra ese punto de sombra, de agradecer a la camisa rota el
tiempo que nos dio cobijo. Hacemos una parada y, agradecidos, bebemos agua de
la cantimplora mientras contemplamos las cumbres que parecen la misma y son
diversas; parecen iguales pero cada una tiene su historia, su vida y su
permanencia en la memoria.
Mientras bebemos
el líquido sustento, un acentor, robusto y brillante, se ha acercado a nosotros
y nos pregunta por la fatiga de la ascensión, por las impresiones y la vida
misma; conversamos con el ave de bellísimo canto y así se nos sosiega el alma.
Ya sé para qué es necesario subir a las montañas: conversar con un acentor alpino
es un vuelo para el espíritu, es una liberación de los fárragos de la vida…conversar con toda la vida de la naturaleza, ese es el sentido de las cumbres y su ascensión lenta. ¡Puedes
estar seguro lector, solamente bebemos agua!
Loma Cimera
del Mulhacén.
Le conté las
endechas primeras del ave que venía del mar y salió volando en su busca para
recordarle que la montaña tiene vida y gozo de cumbres… Estábamos en la loma cimera del Mulhacén cuando regresó el
colorido acentor y nos contó que había encontrado a la familia migratoria en un
descanso de su vuelo, entre un campo de estrellas de las nieves – en la búsqueda
le había ayudado un eslizón desde tierra –; el pájaro emigrante había transformado
su endecha en canto de fiesta y entusiasmo ante la belleza de éxtasis de la
loma cimera del Mulhacén.
Javier Agra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario