Los recuerdos se hacen
vívidos. Cada día que retomo aliento en la primera hora de la mañana me parece
más elocuente el tiempo que he pasado en esta asombrosa tierra. Asombrosa
porque nunca deja de sorprenderme y porque está teñida de permanente sombra,
esta tierra que camina indefectiblemente hacia la luz porque la vida está
venciendo pese a todos los pesares. Me gusta recordar que la vida es una promesa
que está sembrada y crecerá con nuestra ilusión.
Con la ancianidad noto
mis pies más cansados y el espíritu más ligero. Recuerdo el primer palo con el
que jugué en mi primera e inocente infancia; recuerdo la primera vez que la nieve
enfrió mis patas mientras yo correteaba intrépida entre los copos del final del
primer invierno de mi existencia; recuerdo otras muchas experiencias en mis
primeros andares siempre ilusionada saludando a todas las personas, a todos los
animales, a cada vida latiendo en infinitud de formas; recuerdo las primeras
letras que leí apoyada la cabeza en la cama de María; recuerdo los primeros
versos que pintaban para mí en la casa en que vivo…recuerdo…Me gusta recordar
el cariño que me dan y que transformo en amor para repartir a quienes están a
mi alcance.
Los recuerdos de mis
padres se están volviendo cada vez más presencia y ahora ¡ay! con frecuencia
los veo corriendo en las llanuras y en los montes soleados, cada vez los veo
más cerca, cada vez corro más deprisa ¡como nunca había corrido en todos mis
años de juventud y de montaña!, aún no los alcanzo pero ya están muy cerca, huelo
su paso y veo su última pisada; su presencia es tan elocuente que ya converso
con ellos de futuro de montaña y de soles sin ocaso paseando por la orilla del
mar. Me gusta recordar la multitud de pueblos y lugares que he recorrido y el
sol del medio día en el parque de mi barrio.
Me llamo Pipa. Soy hija
de Afra y de Noel. De mi padre recuerdo su reposado caminar y la robusta mirada
de sus ojos claros oteando siempre más allá; yo, de niña, pensaba que miraba al
horizonte; hoy sé que sus ojos trascendían lo físico y era una mirada de
eternidad. De mi madre recuerdo caricias, lametones, leche cálida, abrazos al
despertar y un corazón donde latía la confianza; sus palabras tiernas, su dulce
pasear, el cariño y el cuidado eran lo cotidiano; de ella aprendí que lo
pequeño y cercano está sembrado de eternidad. Me gusta recordar que soy dichosa
apretando la cabeza entre las piernas de la gente de mi casa mientras duermo.
Me llamo Pipa. Noto mi
cuerpo cansado y mi pensamiento flotar.
Javier Agra.
Pipa es sabia y se adelanta a cualquier pensamiento humano.
ResponderEliminarTengo amigos perrunos desde antes de nacer, pero con la esencia de Pipa ninguno.
Pipa es especial aún estando cansada.
Pipa es sabia y no cree en despedidas.
Un abrazo
Indiana
Pipa es la mejor hermana del mundo.
ResponderEliminarLo es, porque lleva toda la vida conmigo; no tengo muchos recuerdos antes de que ella llegara. Pero tengo infinitud de noches en vela con ella como gran compañera.
Estas hecho un poeta, con estas palabras doy gracias de que gente tan buena y tan humilde de corazón sigan en la tierra. Pipa tuvo suerte de que una persona como tu le diera calor. Cristina Gomez
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios. Siempre alegran y animan el espíritu de quien comparte sentimientos y caminos. Un abrazo a los que comentan y a quienes leen. Javier Agra.
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