Estos
riscos de granito del norte del Circo de la Pedriza Posterior unen con la
Cuerda Larga por las Peñas Linderas, más allá unen con toda la tierra y con los
latidos de la vida natural allí donde respira una esperanza y un clamor por un
futuro mejor. Pero hoy hemos llegado a este lugar poético por un camino de esfuerzo
y constancia. Comenzamos en Canto Cochino sobre las límpidas aguas del bravo
Manzanares; los salgueros de las orillas cantaban Laudes a la naturaleza cuando
se poblaban los diversos caminos de distintas expediciones de montañeros.
Abajo
han quedado desviaciones, los llanos de la Peluca…estamos en Cuatro Caminos en
los Llanillos; esta mañana salta el agua en riego luminoso de música y frescor
sobre las raíces de la Sierra y los corazones de los montañeros. Hermosísimos
grupos de pino se han acercado hasta estas entrañables rocas dispuestas para
conversar unas con otras; aquí un vivac, allá una lagartija diminuta sortea el
peligro de una tela de araña y bebe en el arroyo; la inmensidad de la Pedriza
encierra pequeñas y tiernas historias que los montañeros – el alma limpia y el
corazón ampliado hasta abarcar la naturaleza toda – van guardando en su retina como una fuente
inmensa de sabiduría natural.
Observad, amigos lectores, el simpático nombre de Cuatro Caminos.
Y
a continuación nos encontramos con este vivac de considerables proporciones.
Nos ofreció una disculpa para hacer una parada y beber un sorbo de agua.
Prado
Poyos, donde el tiempo se remansa y espera a los montañeros desde hace muchos
siglos. Aquí arriba es preciso sentarse, no por el cansancio que en esta
jornada es llevadero, es necesario contemplar el cálido aíre entre el horizonte
y la piedra, desde la silenciosa lagartija al altísimo vuelo de los buitres;
sentados nos quedamos pasmados entre el brillo de la piedra y las frondas color
de primavera; la Pedriza tiene
hermosuras que eran inmensas antes incluso de que los humanos primeros abrieran
sus pupilas al primer asombro de lo bello. Aquí, sentados en los poyos, el
tiempo recorre lunas del pasado, salta hacia el porvenir de paz y libertad, se
remansa en el presente de brillos y poemas. Tal vez el Collado del Miradero sea
la punta culminante de este lugar singularmente hermoso, tal vez los nombres se
confunden.
En
medio de este hermoso pinar se asoma gigantesca La Bota.
Sobre
nosotros el cielo, con el sonido lejano del azul del mar; esta hora del medio
día, surcan los cielos veleros de otros lugares imaginados; vamos hacia las
olas infinitas de canciones limpias, estamos caminando hacia el cielomar con
las botas siempre dispuestas para poder superar la dificultad. Sea como fuere, los
montañeros admirados y atónitos, continuamos serpeando bajo las Torres por el
sendero que acerca paso a paso hasta su falda. Están hoy las Milaneras sin
milanos y el Llano de los Gavilanes sin gavilanes, vacas y caballos han tomado
su verdor, hasta las Covachas han conquistado. Los montañeros, admirados y
atónitos aún, entramos entre las Torres tres y cuatro para hacernos una foto a
la sombra del Dedo de Dios.
Hemos superado las Torres, llegamos a los dos mil metros, que será la máxima
altura de esta jornada.
Viejas
marcas nos indican el camino sin posible pérdida; terminamos la subida entre
rocas y sobre un suelo arenoso; a nuestra derecha vamos rebasando, con la
lentitud de un tiempo sin prisa, las Torres que esperan a nuestra derecha a
otros viajeros que vendrán absortos…también ellos quedarán admirados y
atónitos; nuestro sendero se asoma al corazón de la Pedriza, enfilamos hacia el
Comedor Termes… Continuará, o eso espero.
Javier
Agra.
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