Habíamos salido del refugio de la
Renclusa. La tarde oscurece en brillos amarillos y verdes de hierba y pino
sobre la falda del monte. Sonido de agua en derredor y Jose y yo mirando hacia
los Portillones camino del Aneto. Mañana será la fatigosa marcha. ¿Qué hemos de
preparar? ¿Qué tenemos que cuidar? La mochila está revisada y los crampones
dispuestos. Saldremos al despuntar la aurora.
Dicen que cuando la diosa Pirene
concluyó sus fuegos iniciales comenzó a nacer la alegría, las carcajadas de los
atlantes formaron las primeras montañas, de las sonrisas nacieron las flores y
las aves. La diosa encargó al gigante Atlant – simpático anciano de barba
blanca – que construyera un hermoso castillo para que habitaran los primeros
mortales en la zona. (Tengo para mí, que el Turbón es una maqueta que realizó
como prueba de bellísimo castillo). Este gigantón era capaz de encantar a las
cumbres y éstas caminaban de un lugar a otro: todos sabemos que el monte
Perdido probó diferentes emplazamientos antes de decidirse por el lugar que
actualmente ocupa.
Hermosas y relajantes vistas
desde la cima del Aneto.
Si hoy las montañas ya no se
desplazan, al menos durante las horas en que las observamos los montañeros, es por
un acontecimiento terrible. Por aquellas montañas vivía un gigante que tenía
muy mal carácter y era envidioso. Un atardecer Netu, que así se llamaba nuestro
personaje, mató de un flechazo a Atlan; los dioses de las montañas se enfurecieron
y lo atravesaron con un potente rayo. Fue tan grande el dolor de aquellas
montañosas tierras que se retorcieron entre alaridos y Netu terminó sepultado
entre los temblores doloridos de las montañas. Aún hoy, los montañeros podrán
ver el corazón del gigante Netu escapando de su cuerpo y el brazo en actitud de
recogerlo; así se formó, lectores míos, el llamado paso de Mahoma y la cumbre
del Aneto.
¿Será la nieve de estos
glaciares un recuerdo de las blancas barbas del buen gigante Atlant? No es
fácil llegar hasta ellas para comprobarlo.
Dicen también que las perpetuas
nieves del glaciar que hemos de pasar para llegar a la cumbre son las
mismísimas barbas del buen Atlan, allí quedaron en forma de nieve para memoria
eterna de la bondad creadora. El sepultado Netu, al que de inmediato se conoció
como Aneto, era de temperamento hostil e insociable. Ya en vida, era temido por
los lugareños que no se atrevían a adentrarse en su territorio. Cuentan que un
día se acercó a él un peregrino solicitando alimento, porque se había desorientado
por aquellos peñascos. Ñetu se lo negó y el peregrino exclamó: “tienes un
corazón duro, más terrible que estas rocas de los contornos. Las rocas claman
contra la dureza de tu corazón y piden que se perpetúe tu falta de humanidad en
una montaña inmensa de piedra” Netu quedó petrificado.
Naturalmente, el malvado Netu al
que llamaremos, para entendernos, Aneto, suplicó por su renovación y su bondad,
desde su nueva situación pedregal. Evidentemente, nadie le va a negar la posibilidad
de reivindicarse socialmente, por eso hoy somos muchos los que vamos a recorrer
sus senderos y contarle que siempre es posible iniciar otro modo de convivencia,
otra forma de organizar la sociedad en la que todos tengamos espacio, alimento
y dignidad. Hoy somos muchos los que lo visitamos, pero las primeras expediciones
tienen su historia y un inmenso esfuerzo. Todos los comienzos tienen su trabajo
y su fuerza de voluntad contra la molicie que nos hace cómodos e inmovilistas.
La cima del Aneto. Fotografía
que también acompaña uno de mis recientes textos.
La palidez del silencio aparece
sobre los últimos brillos del sol de las montañas del Pirineo. Mañana subiremos
buscando senderos, después de decenas de años y rutas aún es difícil el ascenso
hasta el Portillón Superior, aún es necesario decidir cada pisada porque aunque
quienes fueron antes que nosotros nos han marcado camino, permanece nuestra libertad
de elección; todos queremos llegar, es necesario el valor del camino. Mañana
madrugará la esperanza de los montañeros y haremos cumbre y volveremos al atardecer
al Refugio de la Renclusa flanqueados por el armiño y la lagartija y veremos
plantas de carpelos velludos y colores iluminados por la sonrisa de la vida. Ahora, que han pasado varios días, puedo
aseverar esta frase en tiempo futuro.
Para terminar, esta fotografía
de un primer plano de la belleza del Rododendro. Tal vez las flores ponen
cordura en esta andante aventura de los montañeros que se visten de locos y hablan
con las luces de las estrellas y los silbidos del aire. Tal vez en el silencio
de la montaña encontramos ecos de las palabras de los diccionarios. Los montañeros
aprenden otros significados de amor, gloria, sudor, respeto, temblor…
Javier Agra.
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