Hoy podemos hacer una jornada amplia de recuerdos y conquistas por los
senderos de la Pedriza y salir de sus límites para volver por la senda de Los
Gavilanes. Es cierto que los días no son ni más largos ni más cortos, pero algunas
circunstancias como el tiempo de luz solar anima a que nos atrevamos con unas
rutas de más enjundia o nos tengamos que conformar con otras de menor calado. A
la postre las circunstancias son los andamios de las paredes de nuestras vidas,
la libertad y la decisión personal hacen cimiento y colofón.
Pocos minutos después de aparcar en Canto Cochino, estábamos buscando
el Chozo Kindelán; nuestra pesquisa resultó sin éxito, otro día retomaremos el
intento, hoy la jornada tiene otras muchas etapas que deseamos emprender.
He aquí la enorme piedra llamada Canto Cochino que da nombre a
esta zona de aparcamiento e inicio de numerosas excursiones por la Pedriza.
Está perfectamente visible a la trasera del bar.
Continuamos por el concurrido sendero que se dirige hacia Cuatro
Caminos. Sabemos que antes de llegar a este punto de distribución en la
Pedriza, sale un sendero a nuestra izquierda. Parece que éste puede ser…Somos
prudentes pero nos gusta investigar…Entramos…Pronto el sendero entona una
especie de disimulada risa y decide jugar con nosotros al laberinto…Los
montañeros tenemos clara la dirección y vamos siguiendo los trazos que nos
parecen más acertados…en algún lugar se pierden completamente los trazos…ahora
la Pedriza se ríe con una sostenida carcajada…los montañeros nos miramos y
decidimos construir un sendero nuevo para continuar la dirección marcada por
nuestra ruta…tenemos éxito y la Pedriza, que es montaña amable aunque llena de
riscos y ocultos misterios, nos felicita con una palmada de ánimo y un sendero
final que nos lleva hasta el pinar en la antigua senda del ICONA.
Hemos salido más abajo de lo que habíamos previsto, pero nos sentimos
igualmente gozosos por la anterior conquista. Continuamos por el pinar arriba
buscando el PR-M1 que encontramos unos cuantos metros al norte del Collado de
la Romera. Ahora nuestra búsqueda es doble y exitosa. Allá arriba identificamos
el entronque de un pequeño y escondido sendero que llega desde el Puente Poyos.
Y más arriba el inclinado árbol y la piedra puntiaguda que me transportó al
hospital en otra anterior subida. Esta piedra está fotografiada para el
recuerdo, no la incluyo en el reportaje porque es un lugar que hubiera pasado
desapercibido de no ser por esta personal circunstancia. ¡Ay, cuántos detalles
nimios pasamos por alto! ¡Ay, cuántas veces lo mínimo se torna infinito! He
vuelto a conversar con la piedra, hoy yo estaba más relajado y con más tiempo
que aquel día del golpe; y he vuelto a conversar con la pequeña encina y con
las hormigas y con el aire que estaba construyendo un diminuto remolino…
Unión entre el PR-M1 y la senda que viene desde Puente Poyos.
Algún paso de primer grado. Alguna roca que nos pone zancadillas. Nosotros,
meditativos montañeros, conseguimos superar los tres momentos que nos parecieron
de breve trepada. Estamos cercanos a Tres Cestos por donde alcanzamos el punto
de paso al exterior de la Cuerda de Las Milaneras. Hace algunos años nos acompañaron
Munia y Pipa por estas recónditas y entrañables sierras, hicieron estos pasos
que asustados nos dejan.
Ante Los Tres Cestos, donde otra vez se sentaron Munia y Pipa.
Este lugar es paso para el exterior de la Cuerda de Las Milaneras, desde aquí
varía la vista allá abajo donde crecen verdes pinares y serpentea una pista muy
frecuentada por bicicletas.
Desde Tres Cestos baja unos metros el sendero. El exterior de la
Cuerda de las Milaneras es uno de los lugares más seductores que he recorrido
en la Pedriza. No quiero, pese a todo, enfatizar un lugar sobre otros porque el
corazón me dice que cualquiera se quedará admirado en más de cien lugares
diferentes de la Pedriza de Madrid, tal es su recogida y mística belleza.
Estamos subiendo la Cuerda de las Milaneras. Justo delante de
nosotros tenemos dos pasos donde necesitamos trepar y construir camino.
Nos sentamos a contemplar. En la montaña he descubierto que “contemplar”
es una acción plena en sí misma. Porque veo mi cuerpo y mi espíritu unidos a la
inmensidad y veo la poesía, y veo la miseria que se come el vuelo de los espíritus
y la vida de los cuerpos; veo los altos pensamientos y los pensamientos
rastreros. La montaña también contempla, padece, espera y se ilusiona con un
tiempo que vendrá a cantar la paz.
Así llegamos – seguimos caminando después de contemplar, la
contemplación lleva al camino – al Collado del Miradero o Prado Poyo, amplio y
risueño. Es éste un lugar de varias posibilidades de retorno. Nosotros ya
teníamos previsto, para hoy, regresar por la Senda de los Gavilanes.
Javier Agra.
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