jueves, 15 de julio de 2010

PEÑA TREVINCA (II)

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A esta altura de la marcha ya estamos sobre el Embalse de la Vega del Conde, coronado por un pequeño refugio en medio del valle que se ensancha entre colores de la naturaleza. Chapotean nuestras pisadas mientras nos acercamos, ladera abajo, hacia el Tera.
       Cerca está un puente de piedra para cruzar – nos indica Jose que sabe de estas cosas.
       ¡Mirad, un corzo! – Exclama Elisa ante el éxtasis de la vida que salta por la maleza.
       ¡Qué hermosura! ¡Qué elegancia! – esta vez es Jose Mª de Valladolid quien responde admirado.
       Silencio… yo no digo nada. Entre boquiabierto y enterrado en una ciénaga, pienso en la felicidad de ser corzo y poder trotar cumbre arriba… siempre hacia lo más alto.


Llegamos a la ribera del Tera – el sendero nos llevó hasta el puente de piedra tal como había descrito Jose que es nuestro guía en la montaña y parece que lleva un mapa de cada excursión inscrito en el cerebro –.Nos abanican los vientos y hacen música con el agua bajo el sol de la mañana.
Grabaré estos espectáculos en mi frente, escribiré – cuando tome resuello y se dore en la luz del alma – que estos paisajes majestuosos hacen majestuosos a los ojos que lo admiran y a los corazones que los alaban. Pero el éxito no está en lo que hemos alcanzado; por eso, después de unas avellanas y un trago de agua, continuamos nuestra marcha.
Aguas arriba del Tera, por su margen izquierda según nuestra marcha, estamos caminando por la Majada Trefacio. El río se inventa una curva pronunciada y cierra este amago de baile con un puente de hierro al que llega, desde las cumbres, otra posible ruta para hacer la marcha a Peña Trevinca. Se llama la ruta de las estacas por estar balizada con estos elementos; llega a través de la Majada de Rosinos: ¡caramba, cuánto nombrecito cito! El alto Tera es tan amplio que necesita mucha nomenclatura para saber por qué lugares tenían el ganado los antiguos pastores y los actuales ganaderos.  


Aguas arriba del Tera, magnífico y amplísimo valle de retamas azules y amarillas. Con diversos nombres a su paso: La Vega que ilumina nuestras pupilas de morado por la mezcla de los colores; Cabuerco Vedado de magia y lumbre; Majada Trevinca donde vuelan los pies cansados; a nuestra izquierda dejamos la Peña del Maseirón mientras nos acercamos por el valle del mismo nombre cruzado por el arroyo Maseirón, cuyas aguas nos traen un mensaje de la peña nevada: “vuestros sueños han crecido desde la infancia y ahora son firmes como las rocas que os animan, montañeros”.
Los valles del Alto Tera son de origen glaciar, perfectamente dibujado con la redondeada forma de u. Hoy atravesamos una turbera, que son los sedimentos de un antiguo fondo de lago.


Comienza la subida empinada hacia Peña Trevinca. También se puede hacer dando un rodeo hacia la derecha, por la Majada del Abuelo, en un camino más largo pero seguramente con menos dificultades sobre todo al final, pues se llega a la cumbre desde las crestas con lo que evitamos las rocas de los últimos cien metros.
Nosotros subimos por la vía más directa. Roca y nieve. Exploramos. Sudamos y seguimos. ¡Por aquí no! Lo que parecía un camino más sencillo, nos ha llevado a una cortada de roca a nuestra izquierda. Otro camino. Sustos. ¡Vamos! Si te cansas compartiremos la carga y el gris de la piedra brillará con la luz de la nevada.


¡La cumbre! Largo tiempo hemos vadeado las olas de la montaña, ahora ya somos asiento y amapola; en círculo suenan a verdaderas las preguntas y las respuestas; el pan y la ensalada ya no son de mi mochila ni de tu macuto, ahora somos uno en la montaña.
Javier Agra  

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