domingo, 20 de mayo de 2012

SIERRA NEVADA: BARRANCO DE POQUEIRA


Granada tiene nombres de sueño y aceituna, planos de luz y toronjas. Granada la de las siete lunas, llenas de sabor a violines y guitarras, suena barranco arriba entre las ramas de pino y encina, pinceles pintando algún cerezo y pellizos de castaños. El coche ha vuelto a nombrar con los nombres de siglos las piedras que ahora miramos desde el silencio y la emoción.


El Barranco de Poqueira sabe historia de mil nombres y dos mil historias de guerras, traiciones, amores y desvelos. Guarda, una a una, las vidas pasadas de gentes obreras que han construido el verde y regado los surcos cercenados por macabras pendencias. Tres mil soles, cuatro mil victorias más allá del miedo y la pobreza están creciendo desde la raíz hasta las flores entre las faldas de los montes el Barranco de Poqueira. Sabe hablar en latín dese los días que fue asentamiento romano, habló después con el acento de los godos y aprendió árabe hasta que llegó el castellano del siglo de oro con la repoblación trágica.

Hoy se han callado los gritos de guerra; ahora suena la música de la concordia y la espera. Amanece el día cuando el sol se coloca a la puerta del Poqueira y canta, con armonía de agua, a las visitas que se adentran en sus pechos y en sus entrañas. Tal vez cuando llegues ¡oh viajero! esté lloviendo entre sus verdes arbolados; acaso ¡oh viajero! te saluden entre soles y guitarras; más adentro de la meteorología quédate con el calor permanente de sus entrañas; cierra los ojos y verás una comarca de luz y de abrazo.


El Barranco de Poqueira recoge las aguas del Naute, el Mulhacén entre las nubes pone su agua infinita a disposición de los regantes, de la electricidad, de la vida. 

Bubión, estamos en el conjunto histórico del Barranco de Poqueira. Calles y casas construidas por los árabes y conservadas por los habitantes del pueblo, los tejados construidos con launa – parece que es complicado conseguir tejas por la calidad de la arcilla de la zona – con el tejado plano formando los terraos que acumulan la nieve y así está más libre la puerta de las casas, paseamos por sus coloridas calles florecidas con la hermosura del adorno de sus macetas brillando de luz bajo la nieve y el agüilla que va cayendo a intervalos. Visitamos la iglesia de Nuestra Señora del Rosario con la campana de San Sebastián y el famoso Campanillo, construida en estilo mudéjar y cuya torre aún resuena con los alaridos de dolor de Abén Humeya al que sirvió de baluarte durante la revuelta de este terrateniente contra Felipe II cincuenta años antes de la expulsión definitiva de los moriscos; nos paramos a la puerta del museo en una casa del tiempo de la reconquista.

 Desde Capileira se ve grandiosa toda la comarca.

Pampaneira, pueblo blanco con su central hidroeléctrica; pueblo colgado en las faldas de los montes; araña el coche con sus uñas de metal la carretera ascendente mientras nos cuentan que las fiestas de estos pueblos se repiten cada año en agosto porque es el mes en que el turismo y los antiguos habitantes acuden a triplicar la población. Aquí la fiesta del Entierro de la Zorra tiene más boato en agosto que durante el momento original del día de la Santa Cruz el tres de mayo. 

Llegamos a Capileira, aquí haremos noche. Estaremos más horas para ver su templo de Santa María la Mayor, admirar en ella la torre campanario y su imagen de la Virgen de la Cabeza – que hoy está engalanada para salir en procesión – entregada por los Reyes Católicos en el siglo quince. Aquí nos dieron indicaciones precisas y alentadoras para acercarnos, mañana, hasta el refugio de Poqueira. Permitidme un gracias a la mujer que atiende con dedicación y acierto el centro de información de Capileira.

Templo de Capileira con la imagen de Santa María de la Cabeza.

El río Poqueira recoge las aguas del Mulhacén y del Veleta a través de arroyos que van al Naute y mañana recorreremos; está aprovechado con diversas centrales hidroeléctricas y para el regadío; pierde su nombre en el río Trevélez que a su vez llega al Guadalfeo antes de llevar, entre quebradas y múltiples curvas, el abrazo de estas tierras hasta el Mediterráneo entre Salobreña y Motril. 

Javier Agra.

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