domingo, 15 de julio de 2012

PICOS DE EUROPA: HACIA EL REFUGIO DE COLLADO JERMOSO


Siempre he sido consciente de la importancia de interpretar los signos correctamente, de ver el conjunto de las cosas y actuar sensatamente. Pero esta mañana cuando salimos en el taxi que conducía Vanesa, hacia el Caben de Remoña, me di cuenta inmediatamente. A las ocho en punto, como habíamos quedado previamente, estaba la joven taxista esperándonos a la puerta del Hostal del Tombo. Enseguida se topó con un coche que venía de frente; donde la mayoría de los conductores nos hubiéramos quedado petrificados, angustiados y otros adjetivos impávidos, nuestra avezada taxista reaccionó como si estuviera grabado en el subconsciente el movimiento a realizar: ambos coches hicieron una maniobra de colocación inmediata y, antes de que nos diéramos cuenta, antes aún de parpadear entre el asombro, estaba resuelta la cuestión y continuamos dejando atrás Santa Marina de Valdeón hacia el Caben de Remoña, por una pista de tierra entre ramas de urces y escobas, cuando aún la bruma estaba dando el desayuno a los arroyos y las aves colgaban sus cítaras de las retamas.

Cabén de Remoña (en otros lugares he visto escrito Caben, sin tilde). Aquí comenzamos la marcha.

En verano es posible subir por las Traviesas de Pedabejo, siguiendo el Sedo de Remoña; la otra alternativa es continuar un poco más bajos y atacar por la Canal de Pedabejo. Es verano en las playas y en la sierra, aquí se nota menos; la llovizna se ha unido a nuestra marcha y le gusta conversar sobre el verde y el ordeño de las vacas.

Me gustaría poder hacer una señal en las Traviesas de Pedabejo. Seguramente lo podréis ver mejor en otros escritos más montañeros.

Jose y yo, damos coba a la fina lluvia pues nos parece que es mejor tenerla contenta durante un tiempo. Le pedimos se mantenga silenciosa – a veces canta con estertores musicales que retumba entre los peñascos de Picos de Europa –; la llovizna nos muestra una pequeña cabaña de pastores y nos indica que se llama la Majada de Pedabejo; tal vez aburrida de hablar ella sola, la llovizna se despide y se va en silencio escondida entre el paraguas de la nube que cose minutos y montes con el sol y con el verde del valle que va quedando lejos.
Hemos llegado al Alto de la Canal de Pedabejo, continuamos nuestra marcha y nos asomamos a la Vega de Liordes. Aquí podríamos jugar a descubrir, en la parte más cercana del valle, el Casetón de Liordes.
Seguimos el marcado sendero entre peñascos de siglos y pequeñísimos remansos de verde: se unen lo efímero y lo eterno, abajo han quedado los gorriones, nos acompañan los aguiluchos de colores y las chovas de vuelo raso y ligero. La mochila ya no pesa pues la lleva el pensamiento…
La Vega de Liordes es una belleza de hierba y frescor de fuentes. Las vacas sestean o rumian o se cuentan aventuras de cuando era invierno y dormían bajo los tejados de las cuadras. Hoy sueltan su rabo al viento para que la multitud de pájaros puedan cazar las moscas al vuelo. La Vega de Liordes sería un buen medicamento para los espíritus apenados y los corazones sin complemento. 
Vega de Liordes
Al otro lado continúa agreste la montaña. La siguiente foto es un lapiaz junto a la Torre de Hoyo de Liordes. Si empleáramos tiempo en buscar, tal vez encontraríamos lagartijas y mil pequeñas vidas escondidas entre la imperceptible erosión del tiempo; tal vez algún topillo nos narraría mágicas noches de aquelarre y miedos, encuentros furtivos de seres ignorados por la ciencia y muy vivos en los cuentos.
Pero Jose y yo, que somos mortales y no de cuento, sentimos la sed y nos sentamos a una roca cuando llegamos al Collado de la Padierna… (Continuará)
Javier Agra.

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