He aquí que nuestros pies están asentados entre brincos de rocas. Así nuestra seguridad se afianza en la
búsqueda permanente. En estos momentos buscamos rocas donde posar cada pie,
otras veces buscaremos otros apoyos, otras esperanzas…siempre en permanente
búsqueda. La meta nunca es definitiva…detrás está otro recodo.
Vista del Callejón Ciego y la
Maza
Así descubrimos, en la tercera hora
de nuestro sendero por la Pedriza, la recogida belleza del Callejón Ciego desde
el Collado de la Vistilla – curioso diminutivo para tan gran espectáculo –.
Agarres de roca y roble nos llevan hacia nuevas sensaciones. Ser roble es,
seguramente, una experiencia de firmeza y lucha constante, de finura de hoja y
de armonía de respiración. Ya estamos en el Corral Ciego. Seguramente son pocos
los que se aventuran a gozar de la inmensidad de la paz de su entorno. Hemos
llegado al recogimiento donde el palpitar de la Pedriza se acompasa al palpitar
de cada corazón.
En el Corral Ciego, baja San
Antonio a nuestro encuentro. ¡Miradlo al fondo!
Superamos La Maza, infinito grito
de granito contra la estulticia humana; inmenso grito de silencio contra el
dolor humano. Y llegamos al Corral Ciego, al que los lugareños llamaron durante
muchos siglos La Placilla. Una pausa de sosegado silencio, un espacio respetado
incluso por el ventarrón de hace unos metros. Esperad un momento, amigos míos,
que converse con San Antonio – acaso veinte metros más arriba, al final de una
pared de escalada con cuerda, ha quedado la llamada Bola de San Antonio – que
ha bajado a nuestro encuentro:
-
Dime si es cierto, egregio egipcio, que viviste más de cien años como
cuenta la leyenda de tu vida.
-
No te inquietes por los años de existencia. Entre estas rocas he
aprendido que cada instante es infinito.
-
Dime buen Antonio, ¿por qué te hiciste eremita?
-
Recuerdas por la historia los duros caminos de los primeros
cristianos…
-
Los recuerdo, San Antonio.
-
…Pues he bajado a contaros que todos los tiempos son duros para
quienes nada poseen y aún su libertad y su contento les son arrancados.
-
¡Ay, buen Antonio, me cuesta entender tu razonamiento!
-
Practica la ascética del silencio. Y escucharás en tu corazón los
llantos de las criaturas de la tierra.
-
¿Y después, San Antonio?
-
Después busca tu camino para unirte a la lucha de los que buscan el
abrazo de la justicia y la paz.
A su lado, escucha la conversación,
el Hombre Sentado. Pero continuamos, Corral abajo, entre robles imposibles y
múltiples peñascos. Para mí, observador absorto de esta montaña, ha nacido un
paraje de libertad y ensueño. Llegados más abajo encontramos un reposo para el
trago de agua entre estas rocas llenas de vida y evolución; aquí sentados escuchamos
el musitar tenue del aire en conversación diáfana con las resistentes hojas de
las diferentes especies que se han escondido en estos recoletos silencios. Las
rocas brillantes, voluptuosas de luz otoñal nos cuentan siglos de escondidas
alegrías de la naturaleza y nos cuentan ecos de otros mundos extraños donde el
odio no deja paso a la poesía. Nosotros, poetas de mochila y diccionario, escuchamos
reverentes para no romper los cánticos de la tierra en estos cercanos y
escondidos paisajes de leyenda y realidad mágica.
Saldremos de aquí por la Portilla
del Predicador.
Montaña abajo descendemos la Umbría de Calderón; tenemos tiempo
para saludar al Hueso, que espera siempre una visita; a Peña Sirio y la Cueva
de la Mora entre riscos y alturas; descendemos buscando senderos – porque la
vida es buscar sendas que nos van llevando a la meta – hasta el Tolmo.
Hemos llegado al Tolmo. Desde
aquí a Canto Cochino somos muchos, todos los caminos se van juntando porque el
final se acerca.
Javier Agra.
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