jueves, 6 de diciembre de 2012

PIPA: INVIERNO CERCANO

Paso largos ratos dedicada a la lectura que es creación y libertad; me lleva entre vuelos y fantasía a valles y personas que nunca hubiera imaginado.

Invierno.
Se acerca el invierno y me cuesta ver las crestas de la Sierra de Madrid, en mi paseo por el parque, a través de las nubes. Estas largas tardes, en que se mezclan somnolencia y vitalidad, son las hojas compañeras de conversación en los momentos de sosiego cuando escucho su sinuoso susurro; converso con las hojas, con el baile despierto de las aves y con el silente e imperceptible caminar de las estrellas.

Pronto llegará el invierno. Hace pocos días celebré mi cumpleaños y cinco meses más; lo celebré, sí, porque a partir de cierta edad conviene celebrar cada jornada que amanece; conviene contar los suspiros de las hojas que cayeron anoche entre la hierba y se duermen entre algodones de escarcha en estas horas en que el termómetro duda si ponerse bajo cero.

Invierno. Llama a la puerta el invierno.
En mi dilatada vida nunca me he aburrido, nunca he padecido esta tan común enfermedad acaso producida por la abulia tecnológica. En mi dilatada vida he gozado los largos períodos de soledad, gozo con la soledad en la soledad; he experimentado grandes momentos de compañía, entonces he gozado de la compañía. Siempre he comprendido que la vida es goce entre la amplitud luminosa de la montaña y la profundidad en la sombra de las simas. En mi prolija vida he gozado con el disfrute de quienes me conocen y con la esperanza gozosa de un mundo más feliz para todos los seres animados e inanimados.

¿Animados e inanimados? Yo Pipa, perra de doce años y cinco meses, estoy convencida de que todas las criaturas somos animadas, pues tenemos ánima que nos impulsa y ánimo de mejorar y construir un mundo mejor para quienes caminen por estas tierras cuando dejemos esta fatigosa respiración.

Invierno. Preludio de primavera.

Javier Agra.

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