Si fuera
dado a inventar adivinanzas, propondría ésta: ¿Qué reducida montaña produce más
sensaciones y más grandes que su tamaño? Respuesta: La Pedriza. Pero como
solamente soy aprendiz de montañero, cruzo el puente sobre el Manzanares (en esta época del
año se ha ganado el sonoro nombre de río) en compañía de Jose y otros buenos
compañeros y nos dirigimos hacia el Collado del Cabrón. Por si la inercia del
inicio no fuera suficiente, los diferentes caminos a seguir están bien señalizados con cartelería para distribuir
a los montañeros, paseantes o quienes deseen relajar un breve tiempo su
espíritu. La Pedriza ofrece muchos niveles de relajado solaz.
Por el
valle queda cantando el Arroyo del Risco, mientras nosotros paseamos nuestra vida entre garridos
pinares, sabinas con aire de ancianidad, enebros que calzan sus ramas desde el
suelo, cogolludas jaras, escondidos torviscos. Cuesta arriba repite el eco
sonoro el pica pinos, el carbonero extiende su canto a nuestro paso. Tal vez
llevamos caminando veinte minutos cuando una enorme roca llega hasta nosotros (queda
inmóvil a una prudente distancia para no aplastarnos) por la derecha y nos
indica el sendero por donde se sube a ver
El Cáliz. Se lo agradecemos pero continuamos hasta el Collado del Cabrón.
Hasta
este punto resulta un descansado paseo. Desde aquí la vista goza, el espíritu
vuela, el corazón se dilata enamorado, se silencia la palabra…Cruce de caminos.
Hoy vamos hacia El Pajarito; se ha quedado con ese nombre pues su homónimo El
Pájaro es más grande y se ve desde más cerca del inicio de la marcha. Ahora
empieza la senda a ser más montañera, la dificultad aumenta por la inmensidad
de rocas, la fatiga…Pero es nuestra ruta. Por aquí hemos pasado varias veces
todos cuantos paseamos con mochila y botas la Pedriza de Madrid. Recordamos el
paso más arriesgado, la pared que más conviene tener cerca, la encina que nace
en medio de la roca…
Subimos por la Canal del Pajarito.
Las
cumbres de la Vela, el Pajarito y la Campana rodean un paraíso conocido como
Jardín de la Campana, oasis de pinos nacidos en mullida tierra. Otra parada
para el éxtasis de los sentidos y continuamos la ruta calmada entre las informes
rocas y las rocas con nombre en busca del siguiente escalón, allá arriba en la base del Carro del
Diablo. En esta altura está hoy nuestra cota. Estamos llaneando cumbres, bajo el hermano
sol, sobre la hermana tierra, en la naturaleza hermana; en estas montañas
entendemos las palabras del águila, de la cabra, del ratón, de la lagartija,
del aire y del agua.
Frente a
nosotros se ha detenido La Diligencia, un cochero la conduce; sobre la baca
están los bultos de los invisibles viajeros; los caballos se han ido a pacer
porque es la hora de su descanso.
Nosotros
también nos detendremos enseguida, en el camino de vuelta apenas abandonemos el
Collado de la Romera. Los pinares se han cerrado sobre nuestras cabezas, los
senderos son ahora plácidos con el mullido de sus cien mil hojas. Hoy podemos
recorrer la Pedriza sin peligros diversos, sin más problemas que la fatiga; nuestras
marchas llegan hasta donde la valentía hace frontera con la temeridad, ahí se
detienen y regresan. Esta mañana queremos hacer un homenaje a los antiguos “descubridores”
de la Pedriza y visitamos, con unción y respeto, la Majada de Quila: aquí pernoctaban aquellos
pioneros que no tenían más transporte que alguna mula hasta el pueblo, entonces
pequeño pueblo, de Manzanares el Real, sin más senderos ni rutas marcadas que
su intuición y su constancia en comenzar de nuevo.
Fotografía
de la Majada de Quila, desde el homenaje y el respeto.
Llegamos
a Cuatro Caminos. Una hora más de marcha y estaremos en el coche. A la derecha,
sobre la cumbre, el Cancho de los Muertos; a nuestra izquierda, en el fondo del
valle, el Arroyo de la Majadilla; a nuestra derecha, escondido entre rocas y
olvidado por el tiempo, el Refugio Kindelan; a nuestra izquierda, cercana a
nuestro paso, la Charca Kindelan, pegada al cielo Peña Sirio y la Cueva de la
Mora. La Pedriza produce más sensaciones y más grandes que su tamaño.
Javier
Agra.
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