En la anterior
entrada dejé constancia del asombro ante la vista del Chorro Grande la Granja. Jose
y yo, pensamos que podemos subir hacia el Reventón por un camino no escrito,
mientras caminamos hacemos un recuerdo a Machado y a tantos otros que han
trazado senderos novedosos. Nuestra aventura de hoy no merece tal nombre,
apenas cruzamos el arroyo del Chorro Grande en este alto lugar donde las aguas
ya están plácidamente contemplando alturas y navas, sabemos que hemos de
continuar por esta planicie de hierba entre el chapoteo de los charcos que hace
una semana fueron nieve y en breve serán mullido verdor.
Además de El
Chorro Grande de la Granja, aquí fotografiado, vemos, arroyo arriba, otras
múltiples, aunque menores, cascadas.
A nuestra
izquierda quedan las Peñas Buitreras. Los montañeros ya hemos visto, allá
arriba en la distancia, el vértice geodésico al que pretendemos llegar. Hace
tiempo que no tenemos más senderos que los que hacen las vacas en su incesante
devaneo tras la hierba más apetitosa, pero ya tenemos experiencia de su poco
interés por las cumbres…las vacas buscan alimento y sus trazos llenan el
estómago de modo que pocas veces podemos seguir sus senderos: sencillamente
tenemos diferentes objetivos, por eso ponemos medios distintos. Se trata
solamente de aprender de las vacas a poner los medios necesarios para llegar a
nuestro destino.
Nos sentamos a
beber un buen trago de agua y nos comemos una barrita energética, mientras
contemplamos la anchurosa Castilla, la Granja de San Ildefonso que se construyó
Felipe V para retirarse y olvidar los asuntos de gobierno y el hermoso valle
por el que hemos subido aguas arriba del arroyo del Chorro Grande. Nosotros opinamos que mejor que visitar las cascadas “de mentira” del Palacio es
preferible seguir calzando botas y ser montaraces para ver lo que hoy hemos
visto.
Un buitre llega desde la cumbre y nos despierta de ensoñaciones.
Un buitre llega desde la cumbre y nos despierta de ensoñaciones.
De modo que
damos los últimos pasos y, tras reconocer unas antiguas trincheras de las que
abundan en diferentes lugares de la Sierra, tocamos el vértice geodésico en el
Pico del Reventón. Durante la subida no encontramos muchos lugares con nieve,
desde aquí la vemos con abundancia en la Cuerda Larga y sobre todo en Peñalara.
La cumbre es meta, de modo que hoy hemos alcanzado dos metas. ¡Perseguimos
tantas metas a diario!
Estamos bajando
hacia el Collado del Reventón. Pasa por aquí el antiguo camino de Rascafría en
Madrid a la Granja de San Ildefonso en Segovia. Hoy queda solamente como ruta
verde deportiva, antaño tenía que ser muy duro superar estos pocos más de dos mil metros para comunicarse. Saludamos a tres ciclistas que están
realizando esta magnífica travesía y comenzamos el descenso por un sendero que, tras un desnivel de doscientos metros y veinte minutos de camino, nos llevará a la Fuente del Infante.
En este lugar
nace el arroyo de la Fuente del Infante, aquí nos sentamos en unas piedras a
comer. Hace ya cien años que se construyó aquí un Chozo de piedra de gordo
muro; todos los montañeros y los esforzados paseantes que hasta aquí llegan,
agradecemos la limpieza y conservación del interior y del entorno. Estos
arroyos riegan sosiegos, saltan brañas se adentran en los corazones, vuelan con
los espíritus de los montañeros y no tienen melancolía de nombre porque unos
kilómetros más allá se llamarán Eresma y sabrán que aparecen en la geografía
con sello y nombre propio mientras reposan su pensamiento y su energía montaraz
en el embalse del Pontón Alto, pasada ya la Granja.
En el Chozo de la Fuente del Infante
Los dos
montañeros han reiniciado la marcha. El descenso es veloz por esta pista tan
amplia. Pueden saludar a la flor de los cerezos, a los pinos encendidos de
brillo verde, a las rebollas que recuerdan el tiempo frío con las hojas del
suelo y anuncian el calor en sus nuevos brotes…Solamente han de cuidarse de acertar
con el ramal que baja hacia donde han dejado el coche, al que llegan pasadas
seis horas del inicio y cien mil caricias de la naturaleza.
Javier Agra.
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