jueves, 18 de julio de 2013

ESTAR EN BABIA: PEÑA ORNIZ

Las estrellas aplauden desde las gradas del Pico Orbia para agradecer el concierto de las madrugadoras aves, cuando posamos la vista sobre el sigiloso Sil desde la ventana donde pasamos la  noche en la Posada Real “El Rincón de Babia”. Un buen desayuno. Ya estamos en el aparcamiento de la Cueta con las botas calzadas, la mochila puesta, el espíritu animado y la mente dispuesta.



Entramos y salimos de la Cueta con los dos primeros cruces que hemos de hacer sobre el Sil, un poco más allá lo cruzaremos por tercera vez, insistimos para asegurarnos de su nombre y de su agua. El risueño niño Sil aún no sabe de poblaciones bulliciosas, ni embalses… acaso ha oído hablar del Océano Atlántico y tiene nerviosismo en sus aguas por llegar; poco a poco pequeño, el camino es siempre para disfrutar del lugar en que estás. Por un amplio sendero donde la conversación puede ser animosa, porque la respiración es aún pausada, nos acercamos a la Majada de Bustusil, cuando aún el sol anda brincando por la cumbres y no necesitamos gorra: aquí más de diez perros están atentos a un bellísimo conjunto de ovejas y piedras que semejan un único color madrugador; los perros mueven el rabo a nuestro paso porque saben que no constituimos ninguna amenaza.

En la Majada de Bustusil, los perros otean el horizonte, las ovejas rebuscan hierba y vida entre las rocas. La mañana camina cuesta arriba llevando entre sueños a los montañeros.  


Aguas arriba el Sil aumenta su cauce con el caño de Bocanegra. Nosotros no lo vadeamos pues nuestro camino continúa vereda arriba buscando las Praderas del Cebolléu. Tenues rumores del Sil hacen nido en nuestro espíritu entre las flores de la pradera y las gotas de esperanza, el alma tiende puentes al futuro y quiere luz verde de felicidad para toda la naturaleza; montañas en derredor y los montañeros, sudor y felicidad, admiran la lumbre de todos los tiempos que se ha eternizado en esta roca de poesía imperecedera. Se ensancha la vista, más allá de los farallones montañosos de los Picos de la Mortera adivinamos Somiedo al otro lado de aquella puerta que se abre a nuestra izquierda, adivinamos el mar lejano y la multitud de tierras y mares que han crecido libres y no se adaptan a la falacia de las fronteras.

Praderas del Cebolléu, al fondo los Picos y el Collado de la Mortera.


Paso a paso entre arroyos, humedales y multitud de flores, escuchamos batir de alas y trinos del pequeño escribano, del hábil alcaudón tan familiar y cazador; hasta nosotros llega el aroma de los rebecos, las palabras de vida de la naturaleza entera… paso a paso Majada de Covalancho arriba bordeamos entre dulce brisa el Pico Cuetalbo, entrado en años según están encaneciendo sus puertos, su rostro y su cumbre donde apenas asoman unas hileras verdes entre el brillo inmenso de su frente calva.
   
En este Valle nace el río Sil, con Peña Orniz al fondo.


A nuestra izquierda asoma el sol como una antorcha gigante sobre la majestuosidad de Peña Orniz; valle adelante canta sus primeras nanas el Sil entre el verde y la nevada. Los montañeros subimos su cauce con silenciosa unción, aguas arriba el vapor caliente de todos los siglos se adentra en nuestro espíritu porque aquí está naciendo el agua, aquí surge la vida entre el verdor del suelo y el ánimo valiente de Peña Orniz; alguna lagartija de discreto recorrido nos lleva hasta diferentes surgencias, las ranas entonan sinfonías concertantes con los instrumentos agrestes de la artística naturaleza.

Una de las diversas surgencias del Sil. Dado que este texto ha de ser breve, tampoco vamos a exagerar con las fotografías.


Laguna y Valle de Congosto.


Antes de hacer cima, nos asomamos a la Laguna y el valle de Congosto; a veces es preferible aumentar un momento el esfuerzo, la recompensa es una belleza casi exagerada: bajo nosotros la Laguna inmenso ojo que reclama admiración y contento, ante nosotros el valle abierto, melodía de paz. Y la cima… Peña Orniz, anterior a los sueños y la fantasía; cuando no existían los nombres, dormía tu nombre en tu noble adusta frente; aguas y milenios; tormentas y misterios; antorcha viva del tiempo; estás hecha con una inmensa paleta, cortada y profunda para Asturias y hacia León sosegada y austera, permítenos abrazar tu vértice y con él a la tierra entera.

En la cima de Peña Orniz. No encontramos a ninguna persona que nos “retratara” a los dos, de modo que inmortalicemos a Jose, que preparó estos días de montaña con mimo y acierto.


El regreso… pero eso es otra parte de esta historia.


Javier Agra. 

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