Doy… Sonrío…
Relajo… Montañas… Praderas… Ganado… Silencio… ¿Vienes? Soy la comarca de Babia
y estoy siempre a tu lado. El Sil, el Luna y el Torrestío recorren gran parte
de mis verdes valles. ¿Vienes? Volverás con sosiego en el alma, volverás con la
mirada calmada de lagunas y de montañas. ¿Vienes? Rebaños de ovejas, manadas de
vacas, música de las aves, susurros de cumbres y de collados darán ímpetu a tu
vida para otra larga temporada. ¿Vienes? Babia es tierra de sol cálido y de
montañas curtidas por las nevadas, de murmullos de estrellas y de visiones
cercanas donde la brisa ríe entre las cumbres y las quebradas.
Ya lo sé. Estoy
en plena ascensión Sil arriba desde la Cueta que está al otro lado de Babia.
¡Pensar que iba para subir Peña Orniz! Pero Babia anida en el corazón de los viajeros,
es un enamoramiento eterno.
Vamos entrando en
las poblaciones de Babia de Abajo, desde
la vecina comarca de Luna, por Villafeliz,
bien gozoso puede ser su nombre pues nos adentra en tierras de sosiego. Aquí la
vista se relaja, el caminante no necesita ya el tiempo para otra cosa que
admirar el silencio, la luz y las cumbres. Llegamos a San Emiliano donde está el Ayuntamiento de estos lugares que
vierten sus aguas al río Luna; impresionantes vistas de las Ubiñas a las que se
accede por estos lugares valle arriba entre verdes bosques, inmensos prados
donde he visto pastar confiadas vacas rojas, multitud de ovejas madres de
corderos y de ricos quesos.
La Majúa en soledad inmensa, conserva el poso
de su abolengo; fue tierra libre, sin feudal que la explotara, pagaba tributos
directamente al rey; más tarde pasó a pertenecer a los Condes de Luna y aún
tuvo tiempo de ser el Ayuntamiento de Babia de Abajo, es hoy una hermosa y diminuta
localidad donde el sosiego camina entre sus puentes perfumado por el aroma de
vegetación. Viajero, si llegas aquí cansado, bien podrás escuchar la lira musical del arroyo Majúa o recogerte al amparo de
la Virgen del Otero.
Desde Peña
Orniz. Valle del Congosto con Peña del Congosto, Morronegro y las Ubiñas al
fondo.
Pinos en pleno parque de San Emiliano,
antes de llegar al puerto de la Cubilla que une con Asturias en cuya provincia
encontramos enseguida el pueblo de Tuiza desde donde otra vez ascendimos Peña
Ubiña. Candemuela y Villagusán son dos poblaciones que hasta
hace no mucho tiempo formaban un solo pueblo. Esta pequeña población, de noble
historia y gloriosas leyendas, llegó a ser lugar de moler para la comarca; tal
parece el origen de su nombre. Conserva una hermosa iglesia dedicada a
Santiago, de planta y retablos barrocos de la primera mitad del dieciocho,
pagada por Francisco García Álvarez, un indiano que fue capitán y aún dicen que
virrey del Perú. Genestosa viene
a continuación, pueblo diseminado y extendido; tiene iglesia con espadaña que
da paso a huertas y arbolado. El monte de la Campana, lo une a Torrebarrio por
las cumbres.
Torrebarrio Desde esta localidad ganadera se
accede a Peña Ubiña entre hermosos prados y altas brañas. Sobre una colina la
iglesia y detrás la inmensidad de Peña Ubiña. Su historia está construida entre
la luz y el temor a diferentes invasores a través de los siglos; desde una
calzada romana pasando por peleas entre moros y cristianos; gentes de nobleza
de corazón, nunca fueron vasallos más que de Dios y del Rey (pero esta lírica
afirmación es válida para todos los habitantes de Babia). Pasearse por las
inmediaciones de su ermita es una costumbre que aumenta el sosiego.
Si nos acercamos al
Puerto de Ventana, podemos desviarnos al pueblo de Torrestío donde el arroyo juega saltando entre las piedras a esconderse y pulir caliza a lo largo de los siglos; podremos detenernos a conversar con una buena colección de hórreos. La
iglesia está de nuevo en un alto con su espadaña apuntando a Peñarredonda, pueblo, templo, valles, roca, nieve forman una mezcla de fantasía de color que haría temblar emocionado a un pintor de la naturaleza.
Vista desde
Peña Orniz. Las Fuentes del Sil, Laguna Las Verdes y Montihuero.
Carretera de Babia
adelante llegamos a Truébano, el
pueblo que fue monasterio. Aquellos trabajadores son hoy los que conservan la
reliquia convento, molino…y han hecho de ellos sus actuales viviendas. En Villasacino ante las piedras de sus
firmes muros, me detuve a contemplar la torre de la iglesia que plantea a los
viajeros símbolos de vida. Desde la cercanía de Cospedal, vemos Montihuero. En los soportales de la iglesia de Robledo aún resuenan ecos de cuando los
vecinos se juntaban en Concejo.
Javier Agra.
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