Cuando no existían
los nombres ya estaba Peña Orniz cumbre de Somiedo, señora de Babia, cima de
Laciana respirando los primeros hervores de las tierras planas. Nosotros
admiramos más allá del tiempo, por encima de las espadas de los siglos y los
odios de generaciones, descubrimos grandes afectos de montaña y roca, de verde
y promesa.
La Mortera,
donde se inicia Somiedo en Asturias. Con nombres de Picos vistos desde la cima.
Bajamos pues de la cumbre…
Para dar algún dato montañero, señalo que toda la ruta es azúcar dulce, con el
único limón de la fatiga que cada viajero pueda almacenar. La subida final y,
ahora, el descenso tienen trabajo. No obstante, estamos descendiendo de una
montaña amable. La siguiente fotografía es una vista del canalizo por el que bajamos, desde el
collado Orniz al que hemos de llegar para iniciar el regreso por otro camino.
Entramos a Somiedo,
regresar por otro camino es sembrar fantasía bajo las zapatillas; es mirar con
otros ojos lo que has visto y con el primer asombro lo que no has visto; es alimentar el corazón con sensaciones y gozos
diferentes. Inmensa litografía de las Morteras, donde entramos en conversación
con las piedras porque cada una tiene una historia de persecución de osos y
rebecos, de milanos y ratones. Las palabras de piedra nos recuerdan que las
riquezas no son nada comparado con la libertad y la paz de espíritu: las
mayores riquezas no permiten desayunar más que una vez al día, ni cenar dos
veces cada jornada – la injusticia es cuando muchas personas no pueden
desayunar ni cenar la primera vez cada jornada, añaden las rocas conversadoras
–; la felicidad tiene igual potencial en cada persona, pues no ocupa más que
el espacio desde los pies al final alto de la cabeza; la felicidad aumenta su
siembra cuando es capaz de imaginar y de crear, este espíritu feliz pertenece
al corazón, no a la billetera.
Pasamos por el
karst de la Mortera hacia el Collado de la Mortera, al fondo se ve El Cornón
sembrado de nieve.
Están parlanchinas estas rocas en lixiviación natural. Para
ellas no es capricho tener formas “caprichosas”, ha sido la naturaleza y el
tiempo quien las ha separado en elementos minerales. De frente salen senderos
hacia los Lagos de Saliencia, nosotros regresamos por las Morteras del Couto en
busca del collado que nos permita cruzar los Picos de Las Morteras hasta
unirnos al camino de esta mañana. Ahora el sol está sobre nosotros, que gozamos
esta inmensa luz con la que agrandamos el espacio y la vista; aquí los
montañeros agradecemos el día despejado, pues con niebla este lugar parece
insalvable tan iguales son las dolinas de diferentes tamaños que están a ambos
lados de nuestro camino, tantas cubetas endorreicas de minúsculas
proporciones.
Ente retazos de
nieve y fantasías en verde, hemos regresado al sendero de esta mañana. En el
entronque de la Majada de Covalancha y los Picos de la Mortera, tras un breve
descenso, hacemos parada y fonda: agua y alimentos de Babia para reponer energías
hasta el final de la caminata.
Las retamas y las
urces tienen aquí casa, que comparten con las ovejas de Covalancha (un pastor nos indicó que el nombre correcto es Covalancho); el silencio
y la pausa de todos los siglos ha realizado prodigios de convivencia feliz. Más
abajo, entre los arroyos y las praderas de Cebolléu, pasamos por entre estas
orquídeas saúco que destacan como la más alta vegetación en estos valles donde
los árboles no han aprendido a llegar, estos prados húmedos son su hogar desde
los albores de los tiempos. Dicen los botánicos – y ellos dicen verdad – que el
nombre orquídea se debe justamente a lo que no se ve de la planta, pues sus dos
tubérculos subterráneos son el origen de tal nombre: la palabra “orchis” en
griego designa al castellano “testículo”. Muchas veces ocurre que lo escondido
y desconocido encierra hermosuras y fuerza.
Campo de
orquídeas saúco. El nombre se lo puso el botánico y ecológico griego Teofrasto,
allá en el siglo cuatro antes de Cristo.
Y poco más.
Descendemos conversando, ahora con el pequeño río Sil; nos pregunta por su
futuro. Le hablamos de Villablino y el embalse de las Rozas, del Bierzo y el
río Burbia que le dará más adelante su agua, de Quiroga…no le contamos nada del
Miño, él mismo descubrirá la belleza de Galicia. El sol calienta las vilortas
de los sauces junto a sus aguas, cuando entramos de nuevo a la Cueta. El Coche
avanza para llevarnos a la Posada Real “El Rincón de Babia”… En otro momento me
sentaré a recordar otras maravillas de estar en Babia.
Javier Agra.
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