sábado, 20 de julio de 2013

ESTAR EN BABIA: REGRESO DE PEÑA ORNIZ

Cuando no existían los nombres ya estaba Peña Orniz cumbre de Somiedo, señora de Babia, cima de Laciana respirando los primeros hervores de las tierras planas. Nosotros admiramos más allá del tiempo, por encima de las espadas de los siglos y los odios de generaciones, descubrimos grandes afectos de montaña y roca, de verde y promesa.

La Mortera, donde se inicia Somiedo en Asturias. Con nombres de Picos vistos desde la cima.


Bajamos pues de la cumbre… Para dar algún dato montañero, señalo que toda la ruta es azúcar dulce, con el único limón de la fatiga que cada viajero pueda almacenar. La subida final y, ahora, el descenso tienen trabajo. No obstante, estamos descendiendo de una montaña amable. La siguiente fotografía es una vista del canalizo por el que bajamos, desde el collado Orniz al que hemos de llegar para iniciar el regreso por otro camino.



Entramos a Somiedo, regresar por otro camino es sembrar fantasía bajo las zapatillas; es mirar con otros ojos lo que has visto y con el primer asombro lo que no has visto; es alimentar el corazón con sensaciones y gozos diferentes. Inmensa litografía de las Morteras, donde entramos en conversación con las piedras porque cada una tiene una historia de persecución de osos y rebecos, de milanos y ratones. Las palabras de piedra nos recuerdan que las riquezas no son nada comparado con la libertad y la paz de espíritu: las mayores riquezas no permiten desayunar más que una vez al día, ni cenar dos veces cada jornada – la injusticia es cuando muchas personas no pueden desayunar ni cenar la primera vez cada jornada, añaden las rocas conversadoras –; la felicidad tiene igual potencial en cada persona, pues no ocupa más que el espacio desde los pies al final alto de la cabeza; la felicidad aumenta su siembra cuando es capaz de imaginar y de crear, este espíritu feliz pertenece al corazón, no a la billetera.

Pasamos por el karst de la Mortera hacia el Collado de la Mortera, al fondo se ve El Cornón sembrado de nieve.

Están parlanchinas estas rocas en lixiviación natural. Para ellas no es capricho tener formas “caprichosas”, ha sido la naturaleza y el tiempo quien las ha separado en elementos minerales. De frente salen senderos hacia los Lagos de Saliencia, nosotros regresamos por las Morteras del Couto en busca del collado que nos permita cruzar los Picos de Las Morteras hasta unirnos al camino de esta mañana. Ahora el sol está sobre nosotros, que gozamos esta inmensa luz con la que agrandamos el espacio y la vista; aquí los montañeros agradecemos el día despejado, pues con niebla este lugar parece insalvable tan iguales son las dolinas de diferentes tamaños que están a ambos lados de nuestro camino, tantas cubetas endorreicas de minúsculas proporciones.




Ente retazos de nieve y fantasías en verde, hemos regresado al sendero de esta mañana. En el entronque de la Majada de Covalancha y los Picos de la Mortera, tras un breve descenso, hacemos parada y fonda: agua y alimentos de Babia para reponer energías hasta el final de la caminata.

Las retamas y las urces tienen aquí casa, que comparten con las ovejas de Covalancha (un pastor nos indicó que el nombre correcto es Covalancho); el silencio y la pausa de todos los siglos ha realizado prodigios de convivencia feliz. Más abajo, entre los arroyos y las praderas de Cebolléu, pasamos por entre estas orquídeas saúco que destacan como la más alta vegetación en estos valles donde los árboles no han aprendido a llegar, estos prados húmedos son su hogar desde los albores de los tiempos. Dicen los botánicos – y ellos dicen verdad – que el nombre orquídea se debe justamente a lo que no se ve de la planta, pues sus dos tubérculos subterráneos son el origen de tal nombre: la palabra “orchis” en griego designa al castellano “testículo”. Muchas veces ocurre que lo escondido y desconocido encierra hermosuras y fuerza.

Campo de orquídeas saúco. El nombre se lo puso el botánico y ecológico griego Teofrasto, allá en el siglo cuatro antes de Cristo.


Y poco más. Descendemos conversando, ahora con el pequeño río Sil; nos pregunta por su futuro. Le hablamos de Villablino y el embalse de las Rozas, del Bierzo y el río Burbia que le dará más adelante su agua, de Quiroga…no le contamos nada del Miño, él mismo descubrirá la belleza de Galicia. El sol calienta las vilortas de los sauces junto a sus aguas, cuando entramos de nuevo a la Cueta. El Coche avanza para llevarnos a la Posada Real “El Rincón de Babia”… En otro momento me sentaré a recordar otras maravillas de estar en Babia.


Javier Agra. 

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