viernes, 6 de marzo de 2020

CUERDA DE LOS PORRONES



He paseado por la Cuerda de los Porrones en diferentes ocasiones, desde Canto Cochino ascendiendo por la Umbría de la Garganta, también desde al Collado de Quebrantaherraduras entrando por el Collado de Valdealcones. Es una atractiva cuerda que permite diferentes entradas y salidas, por lo que se puede recorrer en mayor o menor extensión.
 
Desde el Collado Porrón se contempla parte de la Cuerda Larga y la Pedriza, con Las Torres y el emblemático Yelmo.

Esta mañana dejamos el coche en un aparcamiento cercano a Mataelpino a los pies de una estación base de telefónica. Ponerse las botas a pie de ruta es una rutina que nos hace apetecer el caminar, nos concentra en el inicio de la marcha. 

Allí entre senderos de piedra y cauces de arroyos con frecuencia secos, nos desplazamos ligeramente hacia nuestra izquierda en busca de una portilla que da paso a la amplitud de la senda que asciende directamente en dirección a la Maliciosa. Las sendas de la derecha nos enfocan hacia el Arroyo de las Callejas con el jugaremos a Pica Cruzada en varias ocasiones.

Estamos cruzando la Majada de Las Cuevas.

La Pica Cruzada era un juego muy popular en mi niñez de Acisa de las Arrimadas en León, el pueblo en que comencé a nacer antes de seguir con mi nacimiento en diferentes lugares de la geografía española hasta asentarme, quien sabe si definitivamente, en Madrid. He descubierto que en todas partes, los humanos sentimos, pensamos, esperamos, aspiramos…con la misma sangre, las mismas ansias y deseos…

Por esta parte baja del inicial camino, los senderos son diferentes, como es diversa la manera de caminar en la vida, todos conducen entre jaras, piedra y dificultades hacia explanadas de sosiego y verdor. Nuestros diferentes senderos de esta mañana nos llevan a la Majada de Las Cuevas, florecen de verdor y de flores en esta avanzada primavera.

Hacemos un alto en nuestro caminar para desprendernos de alguna ropa antes de iniciar el ascenso por un sendero que pronto se pondrá empinado y arenoso.

Hacemos un alto para despojarnos de alguna prenda que ya sobra, el sol se está poniendo incierto entre las nubes que van y vienen. Ahora se cuelga el sendero por una empinada ladera entre jaras y matorral, el arenoso suelo hace lento el caminar. Parece que queramos escondernos de los solitarios buitres que describen círculos con la solemnidad de quien se sabe dominador del espacio aéreo. 

Nosotros, como los sosegados buitres, somos de lento caminar por este empinado e interminable ribazo hasta llegar al descansadero de La Majada de Los Llanos. En las praderas bajas pasta un numeroso grupo de vacas, en el alto cielo los buitres cosen con sus alas extendidas el algodón de las nubes que toman posesión lentamente de las cumbres más altas.

Abajo ha quedado La Majada de Los Llanos y el murmullo de siglos del agua entre los matorrales.

Aquí arriba, el Arroyo de Las Callejas susurra nombres y tiempos antiguos mientras vadeamos en silencio sus aguas entre las piedras. En lo más alto del sendero que nuevamente se empina, vemos la cortada por donde entraremos al cordal de Los Porrones. Entre jaras y escasísimos pinos sueltos ascendemos contando los pasos con el jadeo de la respiración pausada.

Queda atrás la majada, solitaria ahora entre el murmullo del agua. A nuestro paso nos saludan las gayubas siempre verdes y airosas; este arbusto rastrero es paz para el espíritu; este arbusto rastrero siempre sonríe de poderoso verdor y de brillantes flores; este arbusto rastrero es lozanía y esperanza para los pies cansados mientras caminamos entre las piedras del sendero; este arbusto rastrero es empuje en la marcha del montañero.

Entramos por un callejón hasta el Collado Porrón.
Detrás de mí, el sendero nos situará en el peñasco fornido de Cancho Porrón. El pinar del fondo es la Maliciosa Chica.

Entramos por un callejón a la Cuerda por el Collado Porrón. Han bajado las nubes y han subido las pulsaciones, la vista dilata su espacio entre pequeñas lágrimas del encapotado cielo. El viento nos abraza como si fuéramos héroes entre el bóreas y el céfiro. Las rocas ofrecen su espacio de oquedad y refugio mientras comemos los frutos secos.

Desde el Collado Porrón, tras los pinares cercanos, nos sienta la vista en parte de la Cuerda Larga: Cabezas de Hierro, Loma de Pandasco y la recóndita Najarra.

Más allá sube el sendero hacia Cancho Porrón con su vivac y hacia la Maliciosa Chica. Otras veces bajamos una dificultosa senda buscando el Arroyo de la Gargantilla y su posterior sendero de recorrido plácido. Hoy regresamos por donde habíamos subido.

Javier Agra

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