viernes, 20 de marzo de 2020

LAGUNA DE LOS PÁJAROS



Pasear por la Sierra de Madrid produce una sensación de bienestar que perdura en el recuerdo y se asoma a la memoria repetidas veces. Por eso hoy puedo regresar a La Laguna de los Pájaros con la frescura de aquella mañana de primavera en que dejamos el coche aparcado en Cotos para caminar el sendero que sube hacia Peñalara, entre pinos y curvas del camino.


Nos hemos desviado por los caminos del valle. Las dos cumbres son a la izquierda Dos Hermanas, la derecha Peñalara.

El hada de la luna había dejado su sitio al cantar del sol en brillos de piedra y vegetales cuando llegamos al Cerro del Cuco y tomamos un sendero que se desvía hacia el valle de agua y verdor antes aún de acercarnos a Dos Hermanas; sobre nosotros se refleja el sol en el Refugio Zabala y más arriba despunta la cumbre de Peñalara entre nieve dibujada.

Es la hora de la canción de los grillos y del croar de las ranas. Dejamos a nuestra espalda la Laguna Chica aún con agua de la nevada, la Laguna Grande de Peñalara es un cuenco donde beben agua las estrellas y los duendes en sus juegos antes del alba. Sobre un puente de madera cruzamos el Arroyo Peñalara, muy pronto se desvía una senda semioculta pero aún clara en dirección a la bellísima Hoya de Pepe Hernando, donde otras veces hemos descansado.

Los montañeros llegan a la Hoya de Pepe Hernando. Un suspiro de recuerdo y continuamos.

Un suspiro de recuerdo y continuamos en busca del perdido sendero que escala cumbres por la derecha de la Hoya. Los pinos son robustos y de copa baja, han sufrido los embates del invierno y las heladas. Retamas y puntas de espino joven quieren cerrarnos la marcha, pero los montañeros somos más cabezones que las zarzas. Por la loma es el camino más seguro en estos dudosos lugares.

Por encima de la Hoya de Pepe Hernando, un riachuelo que viene de la nieve nos da paso a las praderas del camino de Cinco Lagunas.

Descubrimos el camino,  a veces estrecho y en ocasiones oculto. Siempre se encuentra salida cuando la marcha es sincera y decidida. Bordeamos por la derecha de las praderas de Cinco Lagunas donde se ensancha el verdor y la piedra se agiganta, la nieve sigue en el aire, silente y pálida. Las ranas cantan un dúo con la chova piquigualda mientras los montañeros avanzan.

Hemos llegado a la Laguna de Los Pájaros. En lo alto, el Risco de los Claveles; detrás escondida e invisible la cumbre de Peñalara.

La Laguna de los Pájaros enseña sonriendo, con murmullos de suave aire, sus transparentes rizos de agua. ¡Aquí se guarda silencio, montañeros! ¡Aquí se sobrecoge el recuerdo y se engrandece el alma! Alrededor pisadas de cabras en la pradera y en nieve cercana. En la mochila un bocadillo y una manzana para masticar en sosiego y respirando calma.

Regresamos con serenidad renovada, por las llanuras de Peñalara  entre lagunas y arroyos, entre ascensiones suaves y suaves bajadas hasta el Mirador de Javier con su fuerte descenso que nos sitúa de nuevo en el Arroyo de Peñalara  y el transitado camino de la Laguna de Peñalara. De nuevo en Cotos, al coche y para casa.

Javier Agra

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