lunes, 9 de marzo de 2020

SIETE PICOS, OTRA VEZ.


Desde el inicio de nuestra marcha por la altiplanicie de Siete Picos, las vistas son inmensas hacia las llanuras de Segovia, hacia los Pinares de Valsaín, hacia el Alto de Guarramillas o Bola del Mundo, hacia la Cuerda Larga…

Este invierno está sembrado de dudas y no se atreve a ser serenamente frío y húmedo. Aquella nieve de los primeros días tiene que mantener aún los arroyos musicales en nuestra Sierra ahora que camina hacia su final de estación.

Llegamos en el coche al aparcamiento de Navacerrada cuando el sol apunta brillos de madrugada en las cumbres y suena su violín de luz en las hojas dormidas de los interminables pinares. Las botas están puestas, la mochila al hombro y el palo inicia un tintineo de salida en los primeros pasos de asfalto. 

Llegamos a la bifurcación de Senda Herreros y subida a Siete Picos.

Sorteamos el remonte cercado para resguardar las pistas de nieve, ahora en prematura decadencia invernal, hasta llegar a la primera explanada por donde caminamos más allá de las rocas de la Virgen de las Nieves hasta encontrar el sendero que seguirá por la ladera hacia la Senda Herreros y la que subirá hasta Siete Picos por la que continuamos nuestra ascensión esta mañana. 

Los senderos están muy marcados entre los pinos con diversidad de pensamiento, algunos fornidos con sus copas enhiestas hacia las alturas, otros muestran las carencias de la vida y se retuercen víctimas de la opresión del clima. Como en la vida misma, el humanismo nos enseña la igualdad en raíz entre todas las personas sin embargo aún es necesario mantenerse en la lucha y en la atención permanente hasta conseguir la libertad, la igualdad, la felicidad completas.

El pinar desemboca en una altiplanicie de serenidad y reposo, por la que caminamos serenamente hasta llegar al Primer Pico que culmina en el vértice geodésico que indica la máxima altura de nuestro trayecto.

Estoy en la cima del Primer Pico; aunque normalmente debería decir el Séptimo, pues empezamos a contar por el otro extremo en el Majalasna. Detrás de mí, asoma el vértice geodésico y más arriba el inmenso azul del cielo.

Los senderos continúan entre hitos y caminos que se cruzan intentando despistar a los montañeros; en el silencio del corazón agradecemos y admiramos a las primeras personas que se adentraron por estas montañas y marcaron estas rutas más seguras para los siguientes viajeros. Seguramente fallaron en diversos intentos, seguramente más de una vez necesitaron regresar sobre sus pasos e intentarlo de nuevo. Así conseguimos pasar bajo el Segundo Pico y más allá al pie del Tercero, entre piedras y peldaños más o menos complejos.

Pasamos por una serena planicie bajo el Tercer Pico y su ventana emblemática.
Desde el collado del Segundo Pico, podemos bajar en directo hasta Collado Ventoso. 

Toda la cuerda que llevamos recorrida es de sublime vista hacia el horizonte, inmensos pinares de Valsaín a nuestros pies, Peñalara al alcance de nuestra vista, Segovia y las llanuras castellanas más allá… la tierra entera en el recuerdo y en el gozo del caminar.

También podemos bajar hacia las Praderas de Majalasna bajo el Primero de los Picos, del mismo nombre; con ser el más bajo es el que conserva un nombre cierto, pues aunque en diferentes ocasiones intentaron nombrar con nombres propios de botánicos eminentes a los otros picos, siguen con su número como designación.

La senda de los Alevines une las Praderas de Majalasna y el Collado Ventoso; no presenta grandes dificultades, pero es un símbolo de nuestra existencia, siempre atentos a los troncos en medio del sendero, a las rocas que cortan el camino, a encontrar resquicios que permitan continuar el camino siempre hacia el futuro que conocemos porque lo hemos recorrido, hacia el futuro que esperamos porque tenemos confianza en quienes nos lo han descrito.

Llegamos a la Fuente de los Alevines muy cerca ya del Collado Ventoso.

La Fuente de los Alevines está muy cerca del Collado Ventoso, hasta este lugar ya han llegado multitud de viajeros; estamos en una encrucijada común de diferentes caminos. Desde aquí ya nos encontramos con muchos paseantes en nuestro regreso por el Camino Schmidt hasta llegar de nuevo al aparcamiento de Navacerrada.

Javier Agra

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