lunes, 16 de marzo de 2020

MONDALINDO NUEVAMENTE



La amplia planicie de Mondalindo, como otras cien mil cumbres, muestra diferentes maneras de acceder. Como la vida que plantea diversidad de veredas frecuentadas por distintas personas para llegar al mismo objetivo final, acaso porque existen posibilidades diversas, pensamientos diferentes, opiniones divergentes para comenzar caminos y para recorrer senderos que terminan confluyendo en la radical igualdad de todas las personas, en el mismo palpitar.

Esta mañana de viento invernal llegamos a Bustarviejo para recorrer senderos que en su inicio eran nuevos para mí. Según parece “Bustar” deviene del latín bos-stare, dehesa o pastizal de bueyes. Mientras que “viejo” nos hace pensar en un tiempo ya antiguo, tal vez el origen sea alguna cabaña primitiva de los pastores que pasaban noches al cuidado de sus rumiantes. 

En la soledad del campo de futbol aparcamos el coche, era el kilómetro doce; lo recuerdo porque la fatiga del regreso la mitigó Jose animando mi caminar diciendo que ya solamente nos quedaba un kilómetro. Bordeamos un intenso pinar de la Ladera de Juan Blasco hasta adentrarnos en las cercanías del Arroyo del Valle, en el Camino de la Mina de Plata Indiana.

Abajo queda la Torre de la Mina de Plata del Indiano.

El sendero monta en la grupa de una ladera ascendente y pedregosa; los montañeros acompasamos el caminar al canto suave del acentor y al constante acecho de la chova de oculto vuelo entre las rocas, el Arroyo del Valle queda a nuestra izquierda cubierto de retamas y paleros, apunta el vedegambre y la genciana entre las sombras luminosas de esta hora matinal cuando llegamos a las ruinas de la Mina de Plata del Indiano.

El sendero endurece su exigencia en dirección al cercano Collado Abierto también llamado Hernán García. Un agreste ventarrón se ha acomodado en este paso, como si hiciera siglos que no permitiera asentarse otra vegetación que la hierba y alguna retama arrastrada para pasar desapercibida. El mundo es inmenso desde esta altura; Cabeza la Braña es un retablo entre nosotros y el cielo, en todas las demás direcciones la tierra es infinita más allá de poblaciones, de embalses, de lejanos molinos…

Al fondo, Cabeza la Braña es un retablo entre nosotros y el cielo.

La Loma de la Albardilla con su puñado de peñas, escultura de la naturaleza, hace que cambiemos de lomas y de caída de aguas y lleguemos a la Majada de Los Arrieros con inmensa amplitud hasta depositarnos en la falda del Mondalindo… el viento a estas alturas se muestra agresivo y buscamos senderos nuevos para bajar al pueblo.

Restos de corrales son testimonio derruido de antiguas cabañas de prosperidad ganadera.

Entre amables matorrales cruzamos la Ladera Bustar, la Ladera del Cortijo para bajar siguiendo las aguas del Arroyo de las Ferminas. Restos de corrales dan cuenta de antiguas cabañas de ganadería prósperas antaño y ya derrumbadas por el peso de los años. Comienzan a brotar las campanillas y las anémonas al borde del arroyo. Un sendero visible unas veces, fantaseado en ocasiones nos acerca hasta una pared de piedras, la vegetación de pradera y zarzas da paso a rebollas y fresnos.

Bajamos por un sendero cercano al Arroyo de las Ferminas.

Estamos ya en una amplia senda a la vista de Bustarviejo, nos permite caminar con sosiego un largo tramo hasta adentrarnos en las calles del pueblo. Otra vez la carretera para hacer el último kilómetro hasta encontrar el aparcamiento del coche en este paseo circular de senderos claros y abiertos.  

Javier Agra.


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