Vencida está la
tormenta del sueño, los vendavales de la noche calurosa se han hecho plácido
sosiego en la Posada Real “El Rincón de Babia” cuando desayunan los montañeros
calderos de ilusión, manjares de esperanza. El río Sil ha cambiado las endechas
por cantes de alboreá cuando el sol alumbra por Montihuero y Peña Orniz
bailando bodas con el naciente Sil. En la cima de la montaña es siempre el alba
y siempre es medio día, cabalgan las horas entre el fuego luminoso y la
neblina; caminan los montañeros ardiendo bajo la luna en los collados y los
techos de ojos inmensos hasta que los reinos se agrupan sin nombres y sin
fronteras.
En la zona de
las fuentes del Sil.
Breve nombre y
larga historia, entre águilas celestiales y diminutas hierbas el Sil aprende su
nombre entre montañas, allí donde el cielo se recorta con la tierra. Claras
aguas al nacer, entre las manos cálidas de los montes que te rodean, vete
pradera adelante a contar a las auroras sueños de amanecer en las tierras de
pastores; camina mi buen Sil por terreno sin pisadas a descubrir nuevas rutas,
a cantar entre cascadas y a volar con los halcones en las tardes de remanso y
de cacerías de supervivencia; donde poses tus ojos, buen Sil, allí se detendrá
mi mirada para contemplar lo que fuimos en la lejana infancia que yo vengo,
igual que tú, de los brazos de la tierra hasta el misterio del mar donde el
agua se hace azul y se mezclan los nombres y las palabras.
Manantiales
del Sil en las faldas verdes de la pedregosa montaña de Peña Orniz.
Desde las cumbres
saltan los ojos por las montañas de Babia y sus valles, desde las cimas de San
Emiliano hasta Carrasconte queda en la retina la tierra leonesa repleta de
himnos e historia, navío entre el mar y la llanura que expande por el mundo el
canto de las aves y los colores de las flores. Mezcla de aves y violetas, todas
las cumbres cantan al aire libre con las tubas de pluma y el espacio de la
vista hace presente al mundo entero en la música y los colores, la plenitud de
la tierra corteja al día hacia el lecho de la luna. Valles, lagos, collados y
cumbres, respiración de vida y silencio, surgen desde el suelo hasta las
cumbres donde sueña el espíritu de los montañeros.
Instantes
antes de llegar a la cima de Peña Orniz, nos desplazamos a la derecha de la
cima para contemplar laguna, valle y montañas.
La claridad del día
trae destellos de horizonte, en la cima de Peña Orniz se reúnen las montañas
del Sil para hablar de estrellas y nubarrones; forman un solo bloque desde la
raíz hasta la inmensidad de las cumbres; la pausa de la noche ha dado paso al
bullicioso encuentro de las horas del día, en el valle cantan los grillos respuestas
veloces al croar de las ranas que ponen acento verde a las invisibles
lagartijas y a la lentitud de los peces. Cumbres de cerviz calva sobre las
barbas de los collados de nieve blanca; las montañas susurran presente,
conversan de lo que fueron… de lo que serán cuando tengan que enfrentarse otra
vez a los días de luz y a las jornadas de tormenta; las montañas hablan del
mañana porque tienen experiencia de siglos bajo sus cumbres talladas; han visto
la fragilidad de la roca caliza, gastada siglo a siglo por la constante gota del
agua.
En el valle
que nace el Sil hacen cálido cuenco las montañas sobre el Collado de la Cueña y
la Laguna Las Verdes.
Y de repente, el
mar pone visillos blancos para ocultar las olas, el horizonte resbala su luz que
es transparencia con forma de cumbres y desde aquí adivinamos un mar mientras
el púber Sil se está anegando en otro mar distinto, en las cumbres caben todos
los mares y todos los pueblos. El horizonte moldea las palabras: los montañeros,
sentados sobre unas piedras, conversan sin levantar la voz ni bajar la mirada
para fijar en la mente las cumbres del Sil, aquel río de la escuela que hoy se
ha hecho adulto mientras mojaba, a nuestro paso, las botas.
Hacia el
norte, paseamos sueños sobre Somiedo hasta los Picos Albos, más al fondo lejanas cumbres conversan con
las nubes que quieren llegar al mar entre sueños de sirenas, de pulpos gigantes
y de barcos hundidos con tesoros de ultramar.
Javier Agra.
Pecioso Blog, como Babiano se agradece, abrazos y a seguir con ilusión.
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