Es la madrugada. El día está limpio. Se ha despojado de la
finísima lluvia de anoche. Lucirá radiante el sol para acercarnos a esta
atractiva montaña hermosa y mágica, rodeada de leyendas. Clarea el
sol cuando tomamos esta primera fotografía del conjunto del bosque y el Turbón
como un barco enorme que baja del cielo para asentarse entre feraces valles:
tal vez por esta grandeza de visión han decidido los contadores de viejas
leyendas que, en este lugar se posó el arca de Noé al final del diluvio bíblico;
bien pudo ser allá en la última cóncava pradera de la Coma de San Adrián; tal
vez, en algún momento, haya ocurrido alguna catástrofe local de grandes
dimensiones, elevada a categoría de diluvio – solamente en ese sentido podemos
hablar de Diluvio Universal –.
Vista del Turbón, desde San Feliú de Veri.
Continuamos viaje hasta La Muria y aún carretera adelante,
antes de llegar al pueblo sale hacia abajo y a nuestra izquierda una carretera
más estrecha que nos lleva hasta cruzar el barranco Cogulas, superado su arroyo
el camino se hace de tierra. Aquí se dejan los coches; nosotros podemos seguir,
pista adelante, hasta los prados de Selva Plana con un rellano de hierba como
aparcamiento al pie del inicio de nuestra subida hacia la montaña.
Los carteles de Selva Plana nos indican el inicio del
camino hacia la derecha, para entrar inmediatamente en el pinar y comenzar a
subir con esfuerzo gozoso y reposado entusiasmo.
A la sombra de la exuberante vegetación y al amor de la
conversación de la excelente compañía que nos hacemos Jose y yo mutuamente,
llegamos hasta las primeras paredes rocosas de la cara este de la cadena del
Turbón; por aquí merodean las vacas que nos indican – mientras rumian
pensamientos y hierba – que nos pongamos la gorra pues estamos fuera del pinar,
poco más arriba llegaremos al Collado de San Adrián: gracias vacas. Con la
indicación de las vacas no nos podemos perder, en breves momentos quedamos con
la boca abierta ante la llamativa grandiosidad del valle que pasea desde la Montañeta
de San Feliú – así se llama también el Collado – hasta el fondo donde se unen
las dos cadenas montañosas que forman el conjunto del Turbón.
Mientras recorremos este profundo valle sinclinal de origen
glaciar escalonado en poderosos bancos calcáreos nos acordamos de las hadas y
las brujas que anduvieron por estos lugares a lo largo de toda la antigua
historia – mejor antigua leyenda – recordadas en nombres conocidos como Coll de
Fadas, Forat d’as Bruixas que dan al lugar este aire de mágica belleza. ¡Qué
lugar para el estudio de la geología y la formación de los valles! La forma de
U de origen glaciar y la V en formación permanente por el pequeño río en el
valle. Pero a los montañeros nos sobrecoge la grandiosa hermosura bien formada
de… ¡mira campos de edelweiss! Jose me avisa a tiempo, así no pisaré ni una
planta de esta sobrecogedora flora, difícil de encontrar en otras montañas.
Grupos nutridos de edelweiss, siembran de armónica
pureza el valle por el que nos adentramos.
Pasamos por las ruinas de San Adríán…lo dejo para otro texto.
Continuamos ascendiendo bancos calcáreos entre morrenas y dolinas. El sacerdote
de Laspaulés encontró, hace pocos años, un documento de una quema de brujas a finales del siglo dieciséis; desde entonces
teatralizan aquellos dolorosos recuerdos para contar al mundo que nunca se
puede abandonar al olvido el dolor causado por tantas personas crueles que han
existido en la historia. Así llegamos a la última pradera. Desde su anterior
montículo ascendemos también suavemente hacia la cumbre del Turbón.
Mientras caminamos por la línea cimera hacia la cumbre
estamos viendo Campo con el refugio de la Plana – otro lugar de sencilla subida
al Turbón –, las cumbres del Cotiella – hermosa y poderosa montaña sobre la que
escribí hace algún año – y el Vaciero.
Y la cima del Turbón. Turbón, inmenso barco sobre la tierra
de Aragón. Turbón, castillo de las tierras de Aragón. Desde las cimas del
Turbón escucho mi piel caminando con el agua del Llera y el Rialbo, cantando
silencios entre el tiempo y la magia, he recuperado flores y lagunas sobre las
ruinas del alma y sus tormentas. Castillo de energía y barco de rumbo mañanero,
desde el Turbón miro a la distancia y al tiempo con doloridas pupilas de pasado
y firmes párpados de presente. Escucho los latidos de la piel y el corazón para
sacudir la tibieza y los temores, la cumbre es un castillo y un barco navegante
de aventuras y futuro. Volvemos, aguardan los volcanes de la vida.
Cima del Turbón.
Javier Agra.
no vine ati para ver la niebla que te difumina ni como te ocultas bajo ese manto blanco , vine a recoger de tus entrañas el fruto de cada añada, j c y
ResponderEliminarhace referencia al mundo fungi,
EliminarQue bonito!!!!!......
EliminarGracias a los lectores, también a quienes expresan opiniones y comentarios. La montaña es un lugar de encuentro, fortaleza y sosiego, incluso en la distancia y más allá del momento puntual.
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