martes, 13 de agosto de 2013

PICOS DEL MAMPODRE: INICIO

Iluminación dorada sobre el pantano de Riaño. Salimos del Refugio hacia Maraña, con el recorrido aprendido y testimoniado sobre el mapa de la zona. Mientras el coche busca su espacio, nos preguntamos por qué las montañas de León que no están en Picos de Europa son silenciadas y como ausentes; en estas conversaciones nos deslumbró imponente el conjunto del Mampodre, como una mano de extendidos dedos en ascensión constante, más allá de los prados y la vegetación tan viva de Maraña con el sol recién estrenado esta mañana.

De izquierda a derecha, el conjunto de los Picos de Mampodre: Valjarto, Convento, Valcerrao, Mediodía y Cruz. El Pico Cruz es el más alto y nuestro deseo de hoy. Fuera de nuestra vista queda la Peña de la Polinosa.

Dejamos el coche en la Plaza y regresamos apenas unos metros para iniciar la ruta frente a la espadaña de la iglesia; el sendero es muy marcado pues está en permanente uso para los prados y los huertos, el reguero de Maraña trae su agua para el Esla – la otra vertiente del Mampodre se dirige al Porma, ya se reagruparán más tarde a la altura de Roderos –. Nos han contado que el nombre deviene de las feroces costumbres de los romanos para conquistar sin piedad a los pueblos que deseaban mantener con orgullo su independencia: por estos lugares, fronterizos entre los Astures y los Cántabros no aceptaban las derrotas que les infringía Roma y así reiniciaban la lucha una y otra vez…conocemos el método de las tropas imperiales de cortar las manos con que empuñaban las armas los vencidos, de modo que por estas montañas hubo muchos “manus putre” (manos en descomposición después de ser cortadas) y hasta hoy se conserva este nombre  en la armonía mágica que forman leyenda y paisaje de este lugar escondido y bello, tan cercano y tan remoto por desconocimiento de esta maravilla de montaña leonesa.

En nuestra subida, volvemos la vista para contemplar Maraña con una inmensidad de montañas y prados; al fondo sobresale, con unas pinceladas de nieve, la Peña Ten en tierras de Asturias.


Bajo la gorra protectora de este sol veraniego (San Fermín tiene revolucionado al sol), el paisaje es de una belleza asombrosa. Boquiabiertos Jose y yo dejamos a nuestra derecha el monte arbolado mientras conversamos con las hayas de recto tronco y piel tersa aunque estén ya con la vejez en sus entrañas que no tienen ningún problema de convivencia con acebos de brillante verde desde sus ramas a ras de tierra, con los blanquecinos y medicinales abedules, con el serbal del cazador misterioso y comestible en su fruto…en una estampa de luz y sonido sosegado sobre la ladera. Un recodo hacia la derecha nos comunica entre iluminado silencio que miremos a lo alto hacia los focos brillantes del Mampodre. Silencio…detenemos las pisadas…la respiración se acompasa al vuelo sigiloso de unos aguiluchos que pasaban observados por el curioso petirrojo posado entre las ramas…los violines del arroyo reducen su música del andante gracioso al lentísimo…Más arriba, unos mastines pastores de vacas musitan sus ladridos para que tengamos cuidado por dónde pisamos…continuamos el ascenso…los mastines avisan con insistencia hasta que llegamos a la altura de la Laguna de Mampodre…

La Laguna de Mampodre está bastante reducida. Tienen razón los mastines, las vacas necesitan su agua para aliviar la sed.


El día es limpio y caluroso. El camino claro y relajado.
Ahora empezará el pedregal y los remontes entre la piedra y la nevada que parece que tiene pensado quedarse más días por estos lugares. Se han callado los mastines, suponen que estos aventureros no regresarán a llevarse las vacas. Tienen razón, estos aventureros montañeros están ya metidos en la pedrera para adentrase en el corazón de los picos que han sido parte de sus sueños varios meses (y acaso años).

Travesía por la pedrera. La vegetación se ha quedado con las vacas, las aves y las marmotas. A nosotros nos conceden este lugar de búsqueda y fatiga. Donde la voluntad se aquilata a la caliza y la roca de la vida. Leed este texto escrito hoy y abrid el apetito para sucesivas entradas mientras sea posible.


Javier Agra. 

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